Cada dรญa se discute mรกs la funciรณn de las redes exocerebrales en las nuevas modalidades del capitalismo. El exocerebro es un conjunto de prรณtesis con un alto contenido simbรณlico que expanden la mente y la conciencia mรกs allรก de los lรญmites del sistema nervioso central. El ejemplo paradigmรกtico de la expansiรณn actual del cerebro es el poderรญo de Silicon Valley, ese conjunto de empresas ligadas a la mรกs sofisticada tecnologรญa digital. Ante esta formidable expansiรณn de las nuevas formas econรณmicas basadas en complejas tecnologรญas electrรณnicas ha habido muchas reacciones. Paul Mason, por ejemplo, en su libro Postcapitalism. A guide to our future (2015), considera que las nuevas tecnologรญas informรกticas son el embriรณn de una economรญa poscapitalista que corroe por dentro al viejo sistema. El dominio de la tecnologรญa informรกtica, dice Mason, desordena el proceso de formaciรณn de precios, pues el mercado responde a la escasez en tanto que la informaciรณn, en contraste, es abundante. Las mรกquinas inteligentes abaten el precio de la mercancรญa y con ello erosionan la base en que se apoya el sistema capitalista.
Esta es la versiรณn optimista. Pero hay otras interpretaciones, como la de Jaron Lanier, un cientรญfico que ha trabajado en informรกtica, quien en su libro ¿Quiรฉn controla el futuro? (2014) considera que en Silicon Valley hay una secta de millonarios sociรณpatas que tienen una relaciรณn tangencial con la realidad. En el mundo automatizado tรญpico del capitalismo tardรญo, segรบn Lanier, la informaciรณn es mรกs importante y valiosa que el trabajo manual. Pero las grandes empresas se apropian gratuitamente de la informaciรณn y con ello se enriquecen. Lanier considera que las empresas deben pagar por los datos que acumulan y usan, pues la informaciรณn no es un recurso neutral que alguien pueda apropiarse libremente, sino que se encuentra profundamente inscrita en la vida humana que la genera.
El problema radica, en consecuencia, en el hecho de que una parte de las prรณtesis que extienden nuestra conciencia es apropiada por grandes empresas. Podrรญa decirse que una parte de nuestro exocerebro estรก privatizada. Ya Nicholas Carr habรญa llamado la atenciรณn sobre el excesivo poder que sobre nuestras mentes adquieren las grandes empresas tecnolรณgicas e informรกticas. Carr estรก convencido de que internet contribuye a profundizar las desigualdades sociales y econรณmicas. Ademรกs, propicia una maligna homogeneizaciรณn de la cultura e impulsa su trivializaciรณn (vรฉase su libro ¿Quรฉ estรก haciendo internet con nuestras mentes? Superficiales, 2010).
Otro analista de internet, Evgeny Morozov, ha criticado con fuerza el nuevo orden econรณmico que parece imponerse desde Silicon Valley. En su libro La locura del solucionismo tecnolรณgico (2015) explora el lado oscuro de internet y sostiene que el utopismo cibernรฉtico, que exalta a las redes electrรณnicas como una fuerza democratizadora, estรก muy equivocado. No cree que las nuevas tecnologรญas hayan abierto una brecha poscapitalista en el sistema econรณmico, como cree Paul Mason, ni que estรฉ creciendo un radicalismo potencialmente letal para los grandes empresarios. Por el contrario, opina que el nuevo orden digital propio del capitalismo cognitivo estรก acabando con los avances que logrรณ imponer la socialdemocracia y que cristalizaron en el Estado de bienestar. No hay un poscapitalismo, sostiene Morozov, sino mรกs bien un extraรฑo precapitalismo, en el que internet aparece como la nueva religiรณn, que recorta conquistas sociales importantes y hace reposar en los individuos las responsabilidades que antes atendรญan los gobiernos.
La psicรณloga Sherry Turkle tambiรฉn se lanza contra los artilugios digitales que, segรบn ella, estรกn matando la intimidad y los beneficios de la conversaciรณn. En su libro Reclaiming conversation. The power of talk in a digital age (2015) exalta las virtudes del contacto personal y sostiene que los aparatos digitales inteligentes, que mantienen a la gente permanentemente entretenida, han marginado las antiguas virtudes del tedio; cree que el aburrimiento, cuna de la paciencia y la imaginaciรณn, es necesario y positivo. Internet, con su cauda de dispositivos mรณviles inteligentes, invade y aniquila la necesaria soledad. Y tambiรฉn margina las conversaciones cara a cara y los contactos cercanos que impulsan la empatรญa.
La desconfianza en los poderes cibernรฉticos e informรกticos se ha extendido junto con la crรญtica a un capitalismo cognitivo que extiende sus tentรกculos por todo el globo. Se ha observado con razรณn que las virtudes de internet no la convierten en una panacea capaz de resolver los males y el malestar que provocan las nuevas formas de operaciรณn del capitalismo tardรญo. Pero hay que recordar que las redes exocerebrales son las que nos hacen humanos y que por lo tanto no es sensato despreciar radicalmente sus formas mรกs sofisticadas –como las complejas prรณtesis digitales– por el hecho de que el capitalismo penetra en ellas, como penetra en todos los poros de la cultura. ~
Es doctor en sociologรญa por La Sorbona y se formรณ en Mรฉxico como etnรณlogo en la Escuela Nacional de Antropologรญa e Historia.