Ilustraciรณn: Leรณn Braojos

Gerardo Deniz: poeta

La excentricidad que se le atribuye a Deniz no es tal: la multirreferencialidad tiene la edad de la poesรญa, los poemas multilingรผes son de raรญz medieval, su lenguaje cientรญfico es parte de la vieja tradiciรณn de ensanchar el vocabulario poรฉtico. Para celebrar sus ochenta aรฑos, presentamos un ensayo que se adentra en su obra, ya insustituible, seguido de un poema inรฉdito.ย 
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De mi primera lectura de Adrede, รบnico libro entonces y por varios aรฑos de Gerardo Deniz, recuerdo desde luego el asombro y el deslumbramiento, pero sobre todo el intenso deleite. Quรฉ placer internarse en esa atmรณsfera enrarecida y avanzar entre la vegetaciรณn lujuriosa por un terreno con frecuencia resbaloso y accidentado, en el que no era difรญcil perder el camino –habรญa entonces que desandar un trecho, o internarse mejor por lo que parecรญa el anuncio de un claro– pero en el que habรญa siempre tanto que ver, escuchar, olfatear, palpar y paladear que, por mucho que uno se perdiera, era siempre impagable lo ganado. Densidad no es lo mismo que impenetrabilidad y si ademรกs de apelar a todos los sentidos la poesรญa de Deniz exigรญa poner en juego la memoria, la imaginaciรณn y la inteligencia, no era para descifrar enigmas, por mรกs que, claro, reconocer esta o aquella alusiรณn deparara satisfacciones adicionales; y asรญ, por ejemplo, esa “luna sobre las islas que piensa el bonzo errante” de cierto poema, la luna de la bahรญa de Matsushima en el anhelo de Matsuo Bashรด, podรญa aromarse de pinos para el que la reconociera, pero tampoco dependรญa de ello la marcha de la lectura. Era difรญcil, sรญ, aclarar el sentido de muchos pasajes, y durante aรฑos podรญa resultar evasivo mรกs de un poema completo, pero la experiencia misma de la lectura estaba plena de sentido, y esa dificultad no era un obstรกculo. Tampoco, hay que decirlo, era el imรกn de la experiencia, y la resplandeciente sentencia autoritaria de Lezama Lima estarรญa aquรญ fuera de lugar: lo estimulante en la poesรญa de Deniz eran muchas cosas, antes que la dificultad. Sensaciones, sentimientos, percepciones, ideas y visiones aparecรญan registradas con inusitada precisiรณn y, comunes o inรฉditas para el lector, transfiguradas siempre por una sensibilidad originalรญsima, con un registro de una rara amplitud y, a la vez, una extraordinaria sutileza en sus matices. El deleite no ha hecho sino crecer con cada relectura y en cada una se ha hecho mรกs firme esa certeza: la de que la verdadera originalidad de Deniz estรก en su sensibilidad. Por supuesto, la densidad de su escritura –que estรก no solo en la riqueza referencial sino tambiรฉn en la complejidad espejeante de las imรกgenes, en los giros y volutas de la sintaxis, en la andadura sincopada, las variaciones de tono, los cambios de una voz tan pronto capaz del susurro introspectivo como de la imprecaciรณn airada– corresponde a la densidad interior de un espรญritu hecho a la intemperie y dado a internarse por territorios inexplorados de la experiencia moral. Porque el lenguaje de esos poemas podรญa recordar en algรบn momento a Saint-John Perse y en otro a Gorostiza o aun a Chumacero, y la voz podรญa elevarse o cambiar en la parodia, pero el personaje de Gerardo Deniz, el poeta que postulaban los poemas, era, como apuntรฉ alguna vez, insustituible.

Esa densidad alcanzรณ su punto mรกs alto en el segundo libro de Deniz, Gatuperio, que incluye uno de los poemas erรณticos mรกs intensos, originales y memorables de la poesรญa en lengua espaรฑola del siglo XX: “Duramen”. Es un poema narrativo: cuenta, paso a paso, un encuentro amoroso. Pero esa narraciรณn es sobre todo una descripciรณn, detallada, pormenorizada, resuelta en un envolvente flujo verbal que avanza por la pรกgina rรญtmicamente. Un lenguaje erotizado en alto grado, imantado e hipnรณtico. En ese mismo libro, junto a ese poema portentoso, habรญa otro no menos original y que, extremando el tono parรณdico y sarcรกstico de algunos de los poemas de Adrede, se desplegaba en una narraciรณn estrambรณtica desternillante a partir de las 20000 lieues sous les mers de Jules Verne: “20,000 lugares bajo las madres”. Me resulta imposible encontrar un antecedente de ese poema en nuestra poesรญa, y no sรฉ si Josรฉ de la Colina u otro de los comentaristas que saludaron su apariciรณn mencionรณ alguno, pero lo que en cambio es evidente ahora es que “20,000 lugares bajo las madres” anunciaba el tono dominante en la poesรญa futura de su autor y la forma que adoptarรญan varios de sus poemas mรกs ambiciosos, particularmente Picos pardos. Pero la imaginaciรณn fabulosa que se despliega ahรญ ya estaba enteramente en Adrede, y luego no harรก sino prodigarse. Es una imaginaciรณn en la que no deja de alentar una realidad paralela, y que hace de muchos de sus poemas ejercicios de literatura fantรกstica, con relojes que se cruzan de brazos, cรบes (Q) con legaรฑas, formas verbales que pican como un cilicio de pelo de camello, nubes que se repiten idรฉnticas, nieve negra que sube al cielo, monos que aciertan al teclado con el verso isabelino, lotes baldรญos en el centro de manzanas enormes donde ocurren episodios atroces, la Inspiraciรณn vuelta empleada domรฉstica, un santiclรณs atorado en la chimenea, locomotoras como amas de crรญa entregadas a un absorbente trรกfico de fรฉretros, Dios harto de siempre aparecer pasando distraรญdo al fondo de fotos tomadas por turistas japoneses.

De esas lecturas y las de los libros posteriores de Deniz, primero muy espaciados (entre Adrede y Gatuperio mediaron ocho aรฑos, como entre Gatuperio y Enroque), luego casi inmediatos (Enroque y Picos pardos son de aรฑos sucesivos) y pronto casi simultรกneos (pues hay aรฑos en que se publican dos o mรกs tรญtulos), recuerdo tambiรฉn lo que las rodeaba: las conversaciones fervorosas con los fieles, y la admiraciรณn compartida. El primero, se sabe, fue Octavio Paz, que alentรณ a Deniz a publicar Adrede, se empeรฑรณ en encontrarle editor y, reacio a prologarlo como habrรญa deseado el autor, fue en cambio su primer entusiasta reseรฑista. Pero tambiรฉn lo apreciaron pronto, en la conversaciรณn o por escrito, Antonio Alatorre, Eduardo Lizalde, Josรฉ de la Colina, Ulalume Gonzรกlez de Leรณn, Gabriel Zaid (que alguna vez lo seรฑalรณ como el autor de la poesรญa mรกs joven de Mรฉxico) y Salvador Elizondo, para no mencionar sino a escritores de su generaciรณn. Entre los poetas de las generaciones posteriores tambiรฉn tuvo con el tiempo Deniz lectores atentรญsimos: David Huerta en primer lugar, pero sobre todo Pablo Mora y Fernando Fernรกndez, que le han dedicado estudios extensos. Aunque no figura en Poesรญa en movimiento, la antologรญa hasta hace poco paradรณjicamente canรณnica de la poesรญa mexicana del medio siglo, por la sencilla razรณn de que apareciรณ en escena varios aรฑos despuรฉs de su publicaciรณn, Deniz ha sido sin embargo un poeta muy estimado por sus pares desde el principio, y los lectores sabรญamos que, aunque no se prodigara, de tarde en tarde cabรญa esperar sus poemas en el Plural de Octavio Paz, como despuรฉs en Vuelta, en la Revista de la Universidad, en este o aquel suplemento. No era, claro, un poeta popular ni cabรญa esperar que lo fuera, y no encuentro escandaloso como algunos, sino perfectamente comprensible, que la mayorรญa de los lectores no se hayan percatado entonces del enorme poeta que habรญa aparecido, aunque sรญ me parece un tanto alarmante que algรบn crรญtico profesional se apresurara a descalificarlo como autor de textos incomprensibles. Tambiรฉn era comprensible, por otra parte, y hay que decir que los que ahora dicen algo muy parecido en su alabanza –que Deniz descree del sentido– no son un punto mรกs perspicaces. Pero fue memorable que cierta autoridad en la materia haya hecho una lectura literal del poema “Confeso”, sin advertir que se trata de una burla de las afirmaciones sobre la muerte del significante en la poesรญa de Deniz. (Ceguera parecida a la de esos crรญticos que escriben, sin parpadear, que Octavio Paz “creรญa en el eterno retorno”.)

Naturalmente, ninguno de esos lectores entusiastas pensรณ alguna vez que lo que Deniz escribรญa no era poesรญa. Lo era, con toda evidencia, de modo naturalรญsimo, por mรกs que ahora sea un lugar comรบn de la crรญtica afirmar que Deniz rompe con todo aquello que se tenรญa como poesรญa, y haya quien encuentre incoherente y sospechoso de impostura el gusto por su poesรญa en quienes no la adoptan ademรกs como bandera. Parecerรญa, ademรกs, si uno lee a ciertos crรญticos fervorosos de Deniz, que antes de รฉl la poesรญa mexicana no se ocupaba sino de grandes asuntos, aspiraba a una alta jerarquรญa filosรณfica, pretendรญa una profundidad espuria, ignoraba la realidad concreta de las cosas, carecรญa de sentido del humor y no admitรญa otro vocabulario ni otros temas que los consagrados por una tradiciรณn en ruinas entre la que, cantando a ciegas, se demoraba. Parecerรญa, ademรกs, que en adelante la poesรญa debe desengaรฑarse y renunciar a la ilusiรณn del conocimiento y mirar toda idea de trascendencia como una cursilerรญa sin remedio. Tiene gracia que un poeta tan reacio a banderรญas y militancias se haya vuelto bandera y motivo de un culto bobalicรณn. Pero eso, supongo, a รฉl le causarรก gracia. ~

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