Un mar de esperanza comienza con el relato de Andrea Sáenz-Arroyo en la Isla de Cozumel, donde se enamoró del mar y donde se despertó su espíritu de aventura, su conciencia del valor de la naturaleza y su comprensión temprana de la necesidad de protegerla y defenderla a toda costa, incluirla en nuestra concepción de la vida, nuestra comunidad, nuestra economía.
En este libro, la bióloga marina y economista ambiental nos explica, con sencillez, erudición y profundidad, la relación entre la defensa del medio ambiente y la añeja disputa entre los intereses privados y los de la colectividad. Una mayor equidad, balance y armonía de la sociedad resultan ser una consecuencia natural de esta organización.
Gracias al apoyo de una beca Pew, que se otorga a los más prometedores jóvenes investigadores dedicados a la conservación de los océanos, Andrea pudo llevar a cabo prolongados viajes de estudio, análisis e investigación.
En el libro, inicia su viaje en la península de Baja California, donde la cooperativa de pescadores ha encontrado la manera de colaborar y proteger su riqueza natural. Marcha después a Islandia, que vive de la industria del bacalao y ha logrado también crecer y progresar mediante un círculo virtuoso creado al proteger los intereses de la nación, al tiempo que utiliza la ciencia para conservar sus recursos. Sigue su travesía en Galicia, donde la economía costera florece y las mujeres han jugado un papel crucial, alcanzado un nivel de equidad envidiable. En la costa norte de California, cerca de la ciudad de Monterey, una sociedad organizada consigue salvar sus playas de los hoteleros depredadores. Con base en la participación ciudadana, consiguen construir espacios públicos envidiables y un gran acuario, famoso internacionalmente, sobre el que gira una economía boyante. Andrea viaja también a la provincia de Jutlandia, región del norte de Dinamarca donde la energía eólica ha dado vida y prosperidad a sus habitantes rurales, y a las Islas Fiyi, donde la sabiduría ancestral se combina con el espíritu comunitario para lograr una economía sana y equitativa. Nos explica el ancestral concepto de “Vanua”, que para los originarios de Fiyi no solamente designa el territorio, sino la el conjunto de conexiones que las personas tienen con la tierra, el mar, los ríos y la biósfera, así como las relaciones que el individuo tiene con la comunidad. La autora aprovecha este caso para explicar su mirada crítica a las medidas de bienestar de los países basadas exclusivamente en el PIB, que no incorporan el valor de los insumos naturales, su desgaste y desaparición.
¿Cómo calcular, por ejemplo, el valor de contar con agua y aire limpios, o el valor que tienen la flora y fauna, los habitantes todos de nuestra biósfera, al mantener la temperatura de nuestro planeta estable y en rangos que nos permiten prosperar? O, como solía decir mi hermano cuando se mudó desde la contaminada Ciudad de México a una pequeña ciudad de cielo limpio y transparente, a costa de perder la mitad de sus ingresos: “¿cuánto vale poder ver un amanecer?”
Cada caso es fascinante. El mar y la pesca sostenible son siempre protagonistas. Los humedales, manglares, corales y arrecifes son también personajes principales en esta serie de historias.
En el último capítulo, que fue escrito muy recientemente, la autora reconoce el valor de la mirada de las culturas originales de Mesoamérica, en particular la cultura maya y su comprensión de la importancia de respetar a la naturaleza y sus recursos. También hace consideraciones sobre el actual régimen en México, señalando la grave ausencia de una perspectiva ecológica y sostenible, siguiendo una política huérfana de criterios científicos y de preservación del medio ambiente. El libro hace una clara distinción entre los discursos ideológicos y las ideas de equidad, equilibrio, y sostenibilidad, basadas en la ciencia y la participación comunitaria.
Estos ejemplos son muy diversos y dan una muestra esperanzadora del camino a seguir si queremos lograr sobrevivir a nuestros peores instintos. Son casos inspiradores de formas alternas de producir riqueza, que incluye todos los beneficios que recibimos y hemos recibido “gratuitamente” de la naturaleza, que ha sustentado nuestra cultura única por milenios. Esta es la razón detrás del libro, la gente que protagoniza las historias y que es, en sí misma, “un mar de esperanza”.
A lo largo de sus páginas, la autora entrelaza sus relatos con un admirable análisis científico histórico, donde nos habla de las distintas escalas interconectadas de nuestra biósfera, citando a personajes clave en la comprensión de la complejidad inherente de Gaia, nuestro planeta. Así, se detiene en los grandes pioneros del pensamiento complejo, tales como Ilya Prigogine, Lynn Margulis y mi personaje favorito, James Lovelock, visionario de la teoría de Gaia, la tierra como un organismo autoorganizado. Todo esto lo logra con una gracia y expresividad notables. Debo decir que leí este libro con enorme placer, disfrutando de su contenido, pero también de su refinado estilo literario, tan raro entre los científicos de las ciencias exactas y naturales.
Hoy me encontré con una cita de hace 80 años, que es apropiada para cerrar mi reseña, porque me hace pensar en lo que ha escrito Andrea Sáenz-Arroyo. Dijo Theodore Roosevelt que:
“No es la mujer crítica la que importa, ni la que se fija en los tropiezos de los fuertes, ni en qué ocasiones el autor de los hechos podía haberlo hecho mejor. El mérito es de la mujer que está en el ruedo, con el rostro cubierto de polvo y sudor; de quien lucha valientemente; de quien a veces yerra; de quien intenta una y otra vez, porque no hay intento sin error ni fallo; de quien realmente se esfuerza por actuar; de quien siente grandes entusiasmos, grandes devociones; de quien se entrega a una causa digna; de quien, en el mejor de los casos, acaba conociendo el triunfo inherente a un gran logro, y que, en el peor de los casos, si no logra triunfar, al menos se habrá atrevido a arriesgarse con todas sus fuerzas […]”.
Andrea Sáenz-Arroyo es una mujer del Renacimiento, con una amplia cultura científica y humanística. Ante las terribles noticias diarias, la violencia cotidiana y la desazón, su libro es un remanso de inteligencia, sabiduría y esperanza en un futuro más luminoso.
(Monterrey, Nuevo León, 1951) es un físico, investigador, catedrático y académico mexicano, especializado en física nuclear y molecular. Es miembro de El Colegio Nacional.