Spinoza fue expulsado de la comunidad judía de Ámsterdam en 1656, y ha sobrevivido muy poca documentación sobre el tema. Eso significa que los rabinos convencieron a los jerarcas de la comunidad sefardí en Ámsterdam de que se trataba de una persona extremadamente subversiva. Se nos dice que sus opiniones eran terribles, y algunas de sus acciones también, pero no se nos explica exactamente qué quería decir eso. No sabemos cuáles fueron esas acciones –obras, en portugués–, pero probablemente no representaban ofensas contra la observancia de la fe, sino que eran incitaciones dirigidas a los jóvenes para que cuestionaran la autoridad rabínica.
Lo primero que sabemos acerca de Spinoza es que era un rebelde contra la tradición judía y la autoridad rabínica. Y eso lo convirtió en una figura célebre en el mundo judío, y sin duda también en el mundo occidental. Para el mundo no judío, es la personificación clásica de la irreligión en la época moderna, del rechazo a la autoridad religiosa y del escepticismo frente al carácter divino. Según Spinoza, las Escrituras no eran algo divino, sino que fueron redactadas por personas reales que algunas veces vacilaban y hasta cometían errores y que no entendían las leyes elementales de la ciencia.
Spinoza nació en Ámsterdam y era hijo de un famoso comerciante sefardí, Miguel d’Espinoza, que se crio en Nantes. Había una comunidad portuguesa muy pequeña de cristianos nuevos, es decir, de descendientes de judíos a los que a finales del siglo XV se les había obligado a bautizarse y a seguir las costumbres cristianas, lo quisieran o no. Hay pruebas de que en la época en que el padre de Spinoza vivía en Nantes, los cristianos nuevos se dividían en dos grupos: unos eran conscientes de que los habían obligado a ser cristianos, pero no les interesaba realmente resistirse y estaban dispuestos a profesar la fe porque era lo que el gobierno y la Iglesia querían. El otro grupo, los criptojudíos subversivos, mantenía viva la tradición y la religión judía en secreto a finales del siglo XVI y a comienzos del XVII. El abuelo, el tío abuelo y el padre de Spinoza, que estuvieron en Nantes en la década de 1590 y alrededor de 1600, formaban parte activa de los criptojudíos.
Aunque Spinoza decía que no era ateo, se le ha acusado a menudo de serlo. Negaba que hubiera un Dios benevolente, separado de la naturaleza, que había creado el mundo. Tampoco creía que una divinidad omnisciente guiara el curso de los acontecimientos. Para Spinoza no existe la Divina Providencia. Y eso quiere decir que no hay una recompensa o un castigo divino por los comportamientos que hayas tenido en este mundo. En cuanto a la conducta, puedes recibir recompensas o castigos si eso significa vivir una vida buena y estar contento contigo mismo, o, en caso contrario, ser un individuo miserable que no se siente contento consigo mismo, pero todo depende principalmente de ti. Esta recompensa o castigo no es algo que reparta una divinidad. Algunas corrientes del judaísmo –por ejemplo, la tradición cabalística de la ortodoxia judía en Europa del Este tiende a acercarse bastante a la concepción panteísta– podrían tener una concepción de Dios no muy distinta de la que tenía Spinoza. Dado que no hay un Dios al que rezar, para Spinoza reconocer la realidad de Dios y su conciencia significa tener una comprensión filosófica, es decir, realista, del mundo y del universo. Y la esencia de la religión, como la redefine él, es vivir una vida moral. La justicia y la caridad reciben un énfasis particular en la Ética y en sus escritos políticos. Al redefinir la religión de esa manera, llevó a cabo una especie de revolución.
Spinoza dedicó toda su corta vida a desarrollar su filosofía y a perfeccionar la expresión de sus puntos filosóficos en la Ética, su obra maestra, en el Tratado teológico-político, su segunda obra en importancia, y en el Tratado político, que no terminó. Dos de sus tres libros más importantes tratan de política. Muchos estudiosos de su obra han cometido el error de olvidarse de su pensamiento político y ver a Spinoza únicamente como metafísico y filósofo moral. Pero para entender la perspectiva intelectual de Spinoza es imposible disociar su pensamiento político del moral.
En el siglo XVII, Holanda era el país de Europa con mayor libertad de expresión, así que se podían publicar muchos libros. Sin embargo, no se podían publicar las obras de Spinoza. Para el Tratado teológico-político no hubo una prohibición general hasta 1674, cuatro años después de su publicación, pero se ha demostrado que hubo prohibiciones locales desde 1670. Después de que su obra completa, su Opera posthuma, se publicara en 1677, fue inmediatamente prohibida por un decreto general y más tarde por un decreto suplementario que decía que cualquier obra escrita por Spinoza estaba absolutamente prohibida en la República holandesa. Sin embargo, se hizo una excepción con su primer libro, de 1663, en el que explicaba la filosofía de Descartes. Ese libro no fue prohibido porque se consideraba filosofía cartesiana. Pero había objeciones contra todo lo que publicó después y las opiniones expresadas en los libros de Spinoza no se podían replicar, repetir o glosar en otros libros. Los libreros y los impresores que transgredieran esta prohibición se verían sometidos a castigos muy severos. Algunas personas estuvieron en la cárcel durante años, otras recibieron grandes multas por vender sus libros. Tampoco estaba permitido tener ejemplares de sus obras y había que entregárselos a las autoridades para que los quemaran. En la República holandesa hubo mayores esfuerzos por suprimir los libros de o sobre Spinoza que por libros de cualquier otro autor. Si alguien poseía libros sobre el islam, libros católicos, universitarios o socinianos, aunque algunos no los vieran con aprobación, no corría el mismo peligro que si tenía libros de Spinoza.
Spinoza estaba totalmente prohibido en la república más libre de Europa. Tuvo que ir bastante lejos para que eso sucediera. Al leer los decretos holandeses dos cosas resultan claras. La primera es que los predicadores se quejaron mucho de él. El tema número uno no era la supuesta negación del Dios de la Providencia, aunque sin duda eso tuvo mucho que ver en la prohibición, sino el rechazo total a la autoridad religiosa como tal. Según Spinoza, no existe la autoridad religiosa, no puede haber una base institucional, legal o política para que una opinión religiosa tenga un papel rector en la sociedad. La autoridad religiosa como algo separado del Estado no está bajo ninguna circunstancia justificada. Esa es una de las razones por las que se prohibió todo lo que tuviera que ver con Spinoza. La segunda razón era la crítica a la forma de gobierno. Spinoza era sin duda un republicano, pero no era el tipo de republicano que estaba a favor del republicanismo oficial establecido, que se sustentaba en una oligarquía bastante reducida y podría identificarse como una forma de republicanismo aristocrático.
Además de su contenido político y filosófico, el Tratado teológico-político representa un momento de inflexión en la historia de la crítica bíblica. Nadie antes había analizado con tanto cuidado el uso de frases y palabras y las características del texto, y nadie había demostrado sistemáticamente que hay inconsistencias, contradicciones y diferencias de significado en el uso de las mismas frases en relación a distintos periodos históricos. Spinoza es muy discreto en sus comentarios sobre el Nuevo Testamento. Pero usa su conocimiento del hebreo para introducir un nivel de análisis bíblico que produjo un efecto sensacional en toda Europa. El libro resultó tan desconcertante y provocó malestar en tantas personas que no es difícil entender por qué fue prohibido con semejante vigor. En la portada no aparece su nombre: en su lugar pusieron Benedict de Spinoza. Ahora es más frecuente llamarlo Baruch Spinoza. Pero ese era su nombre en la sinagoga, y cuando fue expulsado en 1656 las autoridades de la sinagoga expulsaron a Baruch Spinoza. En realidad le pusieron el nombre de su abuelo materno Baruch Osorio. Pero el propio Spinoza, en sus cartas fechadas después de la expulsión y en las portadas de los libros, no pone su nombre. En la controvertida Opera posthuma de 1677 sus editores colocaron sus tres iniciales –BDS–, unas letras que se volvieron absolutamente infames al inicio del siglo XVIII.
El Tratado teológico-político no es solo una crítica bíblica ni un ataque a la autoridad religiosa. Hay mucha política en él. Y la ideología política que contiene es un republicanismo democrático. En los pasajes clave de la obra, Spinoza deja claro que su objetivo principal no era fomentar las actitudes irreligiosas, sino promover la libertad tanto individual como colectiva, lo que lo convierte en un innovador. Su objetivo era combatir la tiranía política, es decir, la coerción apoyada y complementada por la autoridad religiosa y la injusta distribución de las oportunidades y los recursos en la sociedad. Esto es un reflejo del mundo en el que vivía. Si pensamos en los tiranos de su tiempo, encontramos a Luis XIV, famoso por su intolerancia, su patrocinio a la Iglesia católica y por ser la principal amenaza a la República holandesa en aquel momento. Pero, en realidad, Spinoza no se refiere a él. En el Tratado teológico-político y en sus otros tratados políticos, así como en sus cartas, hay varias referencias a Felipe II, el más poderoso de los reyes españoles, partidario de la Inquisición y gran enemigo de los criptojudíos. Felipe II, en ese sentido, fue una especie de predecesor de Luis XIV: pretendía desprenderse de las limitaciones al poder real echando mano del poder religioso. Spinoza rechaza la conjunción del absolutismo real con la intolerancia religiosa, la alianza de la tiranía con la autoridad religiosa. No se puede entender el despotismo de Felipe II ni el despotismo de Luis XIV sin tener en cuenta que eran extremadamente conscientes de que no podían imponerse en la sociedad como querían hacerlo sin la fuerza de la religión. Eso fue lo que les permitió lograr el absolutismo real.
Así que, desde ese punto de vista, el análisis de Spinoza fue sin duda certero. Hay que rebelarse contra la tiranía y los reyes absolutistas. Pero no sirve de nada hacerlo de cualquier manera. Spinoza no era un revolucionario en el sentido de que buscara azuzar a cualquier persona que se sintiera insatisfecha con el estado de las cosas y que estuviera dispuesta a organizar una rebelión en contra de los reyes. Pensaba que eso era una total pérdida de tiempo. Si la gente emprende una revolución sin entender bien lo que está sucediendo, lo único que se logra es tener un rey con un nombre distinto. Para él, la multitud estaba conformada por personas que piensan de manera convencional y no entienden el tipo de filosofía que él enseñaba. La multitud incluye al clero, a los aristócratas y a los reyes. Todos son multitud, excepto quienes comprenden la realidad de las cosas. Y estas últimas pueden surgir en cualquier clase social. Para Spinoza, la mayoría de la sociedad vive oprimida y tiranizada por esa alianza entre la monarquía, una forma de gobierno que está en contra de sus intereses, y la autoridad religiosa. No tiene por qué ser así, podría cambiarse. Derrocarla implica un cambio revolucionario. Pero lograr un cambio revolucionario no significa simplemente iniciar una insurrección general, porque eso no lleva a ningún lado si te mueven las ideas equivocadas. Para Spinoza, la Revolución inglesa es un ejemplo de cómo las revoluciones pueden descarrilarse. Ocurrió cuando era joven y es muy cáustico en sus apreciaciones sobre Oliver Cromwell.
Spinoza distingue dos tipos de gobierno, algo característico de la Ilustración radical, que en realidad comienza en esta época. Con eso no quiero decir que Spinoza sea el creador de la Ilustración radical, porque hay todo un grupo de personas a su alrededor, a quienes los historiadores suelen llamar Círculo Spinoziano, que también expresaron este tipo de ideas políticas en la década de 1660, en particular Johan de la Court, Pieter de la Court y Franciscus van den Enden. Lo que todos ellos tienen en común, y esto es enormemente importante porque no aparece en Inglaterra ni en Estados Unidos hasta finales del siglo XVIII, es la noción de que los reyes no son útiles y hay que deshacerse de ellos. Pero la aristocracia tampoco sirve; no tiene sentido sustituir la monarquía con un republicanismo aristocrático. La forma de gobierno que les parece deseable es lo que llaman republicanismo democrático. Son los primeros que introducen el republicanismo democrático en oposición al republicanismo aristocrático.
En el capítulo 18 del Tratado teológico-político Spinoza escribe que “tampoco es menos peligroso quitar de en medio al monarca aunque conste por todos los medios que es un tirano. Efectivamente, el pueblo acostumbrado a la autoridad regia, y solo por ella cohibido, despreciará a una autoridad menor y se burlará de ella”.
Spinoza cree que la revolución holandesa fue positiva. De hecho, todas las revueltas contra Felipe II, su gran enemigo, eran positivas. Discute dos ejemplos en el Tratado teológico-político y en el Tratado político, que dejó inacabada al morir: la revolución holandesa contra Felipe II y la revuelta de Aragón en 1590. No dice nada acerca de la revuelta de Portugal, que comenzó en 1580, pese a que su familia había tenido conexión con ella. Hasta 1580 Portugal era completamente independiente de España. El rey portugués Sebastián I murió en Marruecos en 1578, lo que desató una lucha por determinar quién iba a ser el nuevo rey de Portugal. Felipe II dijo que tenía el derecho directo, y una gran parte de la aristocracia y la Inquisición estuvieron de acuerdo. Pero había otra persona que disputaba el trono; su problema era su ilegitimidad. Don Antonio, prior de Crato, era nieto de un antiguo rey de Portugal, un personaje muy singular. En junio de 1580 Felipe II envió a Portugal al ejército español bajo las órdenes del duque de Alba, quien suprimió esta rebelión de manera brutal. Pero, por desgracia para Felipe II, don Antonio escapó a Francia e instaló su base de operaciones cerca de Nantes, aunque tenía que mantenerse en movimiento porque Francia se encontraba en guerra civil. Felipe II era el gran aliado de la Liga Católica Francesa, que tenía bajo su control grandes zonas de Francia y que estaba decidida a impedir el ascenso de Enrique IV. Sin embargo, una de las áreas protestantes de Francia era Nantes. Don Antonio, con la ayuda de algunos cristianos recién convertidos en Nantes, logró organizar una flota que conquistó las Azores en 1582. Así, don Antonio tuvo el privilegio de ser proclamado rey de Portugal dos veces y gobernó las Azores durante poco más de un año. Felipe II mandó una armada para conquistar el archipiélago, que finalmente ganó en 1583. Don Antonio se volvió a escapar y regresó a Francia. El abuelo y el tío abuelo de Spinoza no estaban todavía en Nantes en ese momento, pero parecen haberse establecido ahí en la década de 1590. Una vez establecidos participaron en las labores de ayuda que los nuevos mercaderes cristianos portugueses de Nantes realizaban para don Antonio. Algunos documentos de la década de 1590 demuestran que Abraham de Spinoza, tío abuelo de Spinoza, estuvo implicado en la actividad política antiespañola en Nantes. Eso es importante tenerlo en cuenta, en especial a la luz de las cartas de algunos embajadores de Felipe II en distintas zonas de Europa en las que comentan que don Antonio libró todos los intentos por capturarlo. Se convirtió en un gran problema. Don Antonio tenía un acuerdo con los judíos y con los cristianos nuevos portugueses, pues les prometió que si llegaba a convertirse en rey de Portugal limitaría considerablemente la Inquisición. Los judíos impulsaron el criptojudaísmo en la península y participaron activamente en una subversión religiosa.
En el Tratado político, así como en textos de otros escritores del Círculo Spinoziano, queda claro que las repúblicas democráticas son mejores que las repúblicas aristocráticas porque en estas últimas los intereses creados operan siempre de tal modo que sirven para que un grupo limitado de personas se aprovechen de la mayoría. Algo similar había sucedido en Venecia, Génova y en los cantones suizos, donde pequeños grupos de oligarcas, por lo general los más ricos, habían logrado hacerse cada vez con más poder y ponerlo en manos de un consejo que marginaba al resto de la población. Eso era exactamente lo opuesto de lo que debería suceder, según Spinoza y estos pensadores.
El elemento más importante de la teoría política de Spinoza es la idea de que la república democrática es la mejor forma de gobierno porque es la que de manera más natural refleja cómo surgieron en un principio el Estado y la sociedad civil. A Spinoza le interesa mucho enfatizar que los seres humanos tienen una libertad y una independencia individual natural, que ceden un poco para formar la sociedad civil o al Estado, en aras de seguridad, estabilidad y protección. Nadie quiere vivir en una jungla absoluta en la que su vida esté en riesgo a cada momento y en que la inseguridad haga imposible disfrutar de la vida. La existencia es mucho mejor en una sociedad estable en la que el individuo está protegido. Pero para formar una sociedad así se tienen que ceder algunas de las libertades en estado natural, algo que todos hacen de manera equitativa para lograr un bien común. Ese bien común es la base de la teoría de Spinoza del republicanismo democrático y tuvo un gran futuro en Francia y en el pensamiento revolucionario de finales del siglo XVIII. Rousseau introduce más adelante una variante de este bien común, que no es la tradición real que hallamos en Diderot, el barón de Holbach, Condorcet y otros. Pero lo importante en Spinoza, que se refiere a eso como el bien general, es la idea de que todos han creado a la sociedad civil de manera equitativa y todos tienen igual derecho a las libertades y las ventajas que un Estado debe proveer.
Para Spinoza y para el grupo de pensadores que lo rodeaban, hay dos tipos de gobierno. Están aquellos en los que las ventajas y los poderes se han concentrado en un grupo pequeño de personas cuyos intereses funcionan como la fuerza que mueve al Estado mientras todos los demás sufren engaños, abusos y explotación para beneficio de esos pocos. Esto funciona en la mayoría de los casos, y gran parte de la humanidad se ve oprimida de este modo. Pero solo por supersticiones, dice Spinoza, porque la gente cree que la religión es la vía para la salvación y la autoridad religiosa apoya esos intereses creados. Por eso la opresión es el tipo de gobierno más frecuente. Sin embargo, la forma de gobierno más natural y más justa, si se pretende que las ventajas de la sociedad sean equitativas para todos, es una república democrática. Hubo democracias en la antigüedad, pero eran democracias directas, no democracias representativas, y, en cualquier caso, ninguno de los filósofos griegos antiguos estaba a favor de la democracia. Así que Spinoza es el primer filósofo democrático en la historia de la filosofía, y ese es un hecho revolucionario. Expresar opiniones democráticas en la Europa moderna es extremadamente subversivo. En otras palabras, los individuos deben ser libres de expresar sus sentimientos religiosos de la manera en que consideren más adecuada, pero la forma que tiene un individuo de hacerlo no es más correcta que la de otro: depende de cada uno. En cuanto a la ley, el orden moral, las instituciones, el Estado y la educación, no existe la autoridad religiosa. Se trata de una postura muy subversiva y revolucionaria y es absolutamente inseparable de la teoría de republicanismo democrático.
Spinoza no es el primero en expresar el concepto de “voluntad general”. En 1665, varios años antes que Spinoza, Franciscus van den Ende publicó un libro titulado Vrye politijke stellingen. En ese texto se refiere al “consenso de interés general”, la participación equitativa de todos los individuos en bien del Estado. Solo si representas los intereses de todos equitativamente en las políticas, en las actitudes y en las operaciones estatales se puede decir que se mantiene el interés general. Normalmente eso no sucede y es un pequeño grupo de poder el que se beneficia del modo de organizar la política. Estos intelectuales subversivos le echan la culpa a la superstición y a todas las creencias religiosas equivocadas que transforman el mundo en un lugar miserable.
Si observamos las historias tradicionales del pensamiento político, el énfasis siempre está puesto en Hobbes y en Locke. Y eso refleja el hecho de que se cree que la modernidad y la democracia surgieron en el mundo anglosajón, pero se trata de un terrible error. En la Inglaterra del siglo XVII, aunque hay dos revoluciones –la de la década de 1640 y la de 1688–, la segunda representa la victoria del republicanismo aristocrático. Y, a pesar de que las teorías republicanas son muy importantes en el siglo XVII con Algernon Sidney, se refieren a un republicanismo que predica el gobierno mixto y ofrece una oportunidad para que el sistema aristocrático se haga con el control, que fue exactamente lo que sucedió en Inglaterra en 1688. En cambio en la Revolución estadounidense una facción defendió un gobierno independiente, pero basado en la idea inglesa: la aristocracia es la que mueve a la sociedad. Si observamos el contexto europeo, no es en Inglaterra sino en Holanda donde se encuentra el republicanismo democrático. Y ahí está la objeción que muchos académicos presentarían a lo que digo. Para ellos, no tiene sentido que la noción de democracia pueda venir de la época de oro en Holanda. Hay toda una guerra cultural al respecto. Cualquier persona que lea la obra política de Spinoza quedará desconcertada por una cuestión que parece rarísima. Spinoza es ecuánime, sensato y persuasivo durante la mayor parte del tiempo. Pero tiene sus excepciones. Hay un pasaje de su obra en el que dice que todos los teóricos políticos hasta el momento han producido sistemas imaginarios que habrían sido buenos para una poética edad dorada, pero que no van a tener ningún tipo de relevancia porque son completamente irreales. Lo que necesitamos es una teoría política que sea útil y que libere a la humanidad de la tiranía y la opresión y las guerras frecuentes. Insiste sobre este punto. La razón de que tengamos tantas guerras son los reyes y las repúblicas aristocráticas. Si tuviéramos repúblicas democráticas tal como las entiende Spinoza, no tendríamos todas esas guerras. De esta manera las cosas podrían mejorar. Es una idea rara para un pensador judío que parece un poco ermitaño y con un estado de salud muy delicado. En este alarde parece decir que la mayoría de los pensadores políticos tienen una visión totalmente irreal. Hay unos cuantos, menciona a Maquiavelo y a Hobbes en ocasiones, pero para él no son tan realistas cuando se los analiza con detenimiento. Y él, de alguna manera, tiene una comprensión más realista de la política. ¿De dónde viene eso? Considero que de su historia familiar y la implicación de esta en las revueltas que he mencionado. Los historiadores del pensamiento político rara vez han discutido su relato de la revuelta de Aragón. Y es interesante porque en su biblioteca personal tenemos una lista breve de libros que tenía en su poder cuando murió. Hay ahí un libro en español: las Relaciones, el relato de la revuelta de Aragón escrito por Antonio Pérez. Spinoza menciona a Pérez varias veces para decir que lo que sabemos de la realidad de la política no viene de los teóricos sino de aquellos que la viven. Pérez es un personaje interesante que tuvo una carrera increíble. Fue secretario de Felipe II, rompió con él y escapó de Madrid después de ser encarcelado durante un tiempo, y fue uno de los elementos centrales de la revuelta de Aragón en 1590, que hizo que Felipe II mandase un ejército y cambiara algunas de las leyes que restringían la autoridad real en Aragón. Es interesante que Spinoza lo presente como un hombre que entiende la realidad de la política y parafrasee varias de sus máximas y reglas sobre su funcionamiento. A finales del siglo XVI, el libro de Pérez era uno de los más subversivos en circulación y claramente uno de los favoritos de Spinoza.~
Conferencia dictada el 21 de mayo de 2017 como parte de la serie de conferencias organizadas por el Stroum Center for Jewish Studies de la Universidad de Washington. Reproducido y editado con autorización del investigador y de la universidad.
Transcripción y traducción del inglés de Pablo Duarte.
es escritor y académico especializado en la
Ilustración y pensadores judíos. Es autor, entre otros libros, de La
Ilustración radical. La filosofía y la construcción de la modernidad, 1650-1750 (FCE, 200T)