Tras la fallida La cabina sangrienta, un filme de humor involuntario, el director Eli Roth ganó cierta notoriedad con el éxito mediático de Hostal, producción apadrinada por su amigo Tarantino, y que se estrenó en pleno revival del cine gore. El taquillazo garantizó la secuela, que ahora coincide con el decreciente interés por la exhibición de tripas (Grindhouse, del propio Tarantino, fue un fracaso). Menos sexual que su predecesora, esta continuación apuesta por mostrar el lado del torturador. Su protagonista, Lauren German, consigue preocuparnos, cosa que no logró Jay Hernández, la insípida estrella de la primera parte (sinceramente, no importaba si lo mataban). De cualquier modo, el mundo no se detendrá si se deja pasar de largo este intrascendente filme. ~
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