El lanzamiento del programa del Partido Liberal Mexicano, en 1906, firmado en Saint Louis, Missouri, por Ricardo y Enrique Flores Magón, Juan y Manuel Sarabia, Antonio I. Villarreal y Librado Rivera, ha propiciado la asociación fácil del magonismo con un movimiento precursor de la Revolución mexicana de 1910. Estudios recientes como los de Claudio Lomnitz y Gabriel Trujillo Muñoz han corregido el equívoco, recordando que los anarquistas mexicanos, exiliados en Estados Unidos, emprendieron a partir de 1911 su propia revolución contra el régimen porfirista.
Al equívoco de la precedencia se sumó una lectura sectaria de aquellos anarquistas, autodenominados “liberales” o “libertarios”, que celebraba su oposición al “reformismo” de Francisco I. Madero y Venustiano Carranza. Un libro de Kelly Lytle Hernández, profesora de la Universidad de California en Los Ángeles, viene a reforzar una nueva historiografía, que intenta devolverles a los magonistas su centralidad en todo el proceso revolucionario y su marcada dimensión transnacional y fronteriza.
En Bad Mexicans recuerda Lytle Hernández que la causa magonista se movilizó contra muchas injusticias, a la vez, a ambos lados de California, Arizona, Nuevo México y Texas. La lucha contra la dictadura porfirista era un objetivo básico, como se desprende de la lectura de Regeneración, el órgano del Partido Liberal Mexicano, pero otras demandas como las de la clase obrera, el campesinado, los migrantes, las mujeres y los afroamericanos tenían un peso propio, que respondía a una base social no siempre volcada prioritariamente al curso de la hegemonía revolucionaria.
En la ruta abierta por el estudio de Lomnitz, El regreso del camarada Ricardo Flores Magón (2016), este libro da especial relevancia a la reacción de los magonistas contra los linchamientos de mexicanos en Texas, como el de Antonio Rodríguez en Rocksprings, en noviembre de 1910. Esos brotes de xenofobia y racismo, que reproducían las mismas pautas de la violencia racial contra los negros en Estados Unidos y contra los chinos en México, formaban parte del mundo que querían cambiar aquellos seguidores de Bakunin y Kropotkin.
Destaca la historiadora que en el contingente que participó en la rebelión de Mexicali, en 1911, organizada por Ricardo Flores Magón y la Junta de Los Ángeles, fueron reclutados afroamericanos. No solo estuvieron involucrados wobblies o activistas blancos de la Industrial Workers of the World (IWW), como Stanley Williams, sino soldados negros a caballo, que la autora imagina como luchadores contra las leyes Jim Crow y seguidores de las ideas del pensador antirracista W. E. B. Du Bois.
Este ángulo de alianzas antirracistas en la lucha social en la frontera se plasma, también, según Lytle Hernández, en el llamado Plan de San Diego, lanzado en febrero de 1915 por Luis de la Rosa y Aniceto Pizaña. Este proyecto, que ha sido sometido a múltiples mitos y distorsiones en la historiografía, habría sido parcialmente respaldado por magonistas y carrancistas, a la vez. Además de recuperar la soberanía de la alta California, Arizona, Nuevo México y Texas, el proyecto buscaba confrontar el racismo antimexicano con un bloque de acción conjunta entre hispanos, afroamericanos y comunidades indígenas.
La académica dedica las últimas páginas de su libro a reconstruir la despiadada reacción, al Plan San Diego, de los rangers texanos, que perpetraron masacres con un saldo de más de trescientos muertos. Cuenta Lytle Hernández, siguiendo una vez más a Lomnitz, que, a pesar de no estar al tanto personalmente del Plan de San Diego, Ricardo Flores Magón denunció las matanzas de Texas, en Regeneración, a principios de 1916. Él y su hermano Enrique serían procesados y encarcelados, una vez más, a principios de aquel año por instigar a la rebelión y la sedición contra el gobierno federal estadounidense.
Bad Mexicans se detiene también en el papel de las mujeres en el movimiento magonista. Juana Belén Gutiérrez de Mendoza, Conchita Rivera, María Talavera Broussé, Ethel Duffy, Ellen White y Josefa Fierro fueron algunas de las mujeres que compartieron su activismo sufragista y revolucionario con la causa anarquista. Enrique Flores Magón, que logró sobrevivir a su hermano, fallecido en la cárcel federal de Fort Leavenworth, Kansas, llegó a escribir en Regeneración algunos textos sobre el matrimonio, la familia y el movimiento feminista, que se inscriben en el avance de las ideas emancipatorias dentro de la tradición anarquista.
Kelly Lytle Hernández, que antes de este libro había trazado una historia de la “migra” o policía fronteriza de Estados Unidos, entiende el magonismo, ya no como un movimiento precursor de la Revolución mexicana, sino de la lucha por los derechos civiles de las comunidades hispanas del otro lado de la frontera. Relectura tan pertinente para rebasar el marco interpretativo de la historiografía nacionalista mexicana como para aquilatar la fuerza del activismo hispano en la larga duración. ~
(Santa Clara, Cuba, 1965) es historiador y crítico literario.