La leche de mi madre en mi panza
y un poquito de su caca también,
para que yo pudiera comer
de las ácidas estepas verdes
que se abrían infinitamente
ante mí, pero no acababa
de resbalar en el sol y en
la pradera del mundo cuando otra vez
resbalé en este barrizal,
y grité, y gritando
sorbí arcilla por mi trompa
hasta yacer aquí en el fondo,
mis colmillos de leche aún sin
asomar, lista ya una suave pelusa
de grasa para mi primer invierno,
y sólo tengo un mes de vida, y
cuarenta mil años sin mi madre. ~
– Versión de Pedro Serrano