Toc, toc. / ¿Quién es? / La vieja Inés. / ¿Qué quería? / Un listón. / ¿De qué color? / Rojo. / ¡Sí hay! / En el juego de los listones, la vieja Inés es la persona encargada de –¡vaya alusión poética!– atrapar todos los colores. Antes de iniciar, cada uno de los niños que participa elige un color y, cuando la vieja pregunta por él, corre para evitar que lo alcance. Recuerdo que yo siempre elegía ser verde cuando jugábamos todos los niños del andador Olivo de San Cristóbal Ecatepec, Estado de México, a finales de los años ochenta.
Como si fueran lenguas en peligro de extinción, los juegos infantiles cada vez se juegan menos; ahora el entretenimiento que ofrecen internet y los dispositivos como teléfonos y tabletas sustituyen la diversión y la amplitud del patio y la calle. Con afán documental, la muestra Juegos de niñxs, 1999-2022, que se presenta en el MUAC, agrupa una veintena de filmes en los que Francis Alÿs capta a qué juegan y cómo juegan los niños de múltiples países.
Quién es ese jicotillo
Alÿs es arquitecto de formación y llegó a México en 1986, país donde se estableció. Más que artista de performance, pintor o videoasta, el belga trabaja a partir de proyectos en los que combina diversos medios. En 1999 grabó el primer video de lo que ahora es la serie Children’s games. La obra titulada Caracoles da luces sobre su práctica y procedimiento filosófico: un niño patea un envase de plástico pendiente arriba, el juego consiste en desafiar el desnivel del terreno de la calle, subir arriba con la botella, que una y otra vez se regresa; luego de que un perro rapta el envase, su dueño lo recupera para perderlo en la cuesta. Ya en este video, Alÿs lee la realidad a contracorriente, apoyando la actitud del protagonista, y amplía la visión simbólica del espacio: lejos de las colonias típicamente aburguesadas del centro de la Ciudad de México y de las funestas noticias de la periferia, las imágenes muestran el paisaje y la cotidianidad, ociosa y divertida. Alÿs encontró en los juegos una manera de narrar el presente y la historia a partir de gestos, de imágenes que capturan la potencia política del juego y sus reglas, que varían de un lugar a otro.
Con los años, el creador afinó su lectura a contracorriente. En su periplo artístico comprobó que, a pesar de las circunstancias, los niños siempre juegan con lo que tienen a la mano. La ruta (2021), por ejemplo, capta el vertiginoso y divertido juego de un niño de Lubumbashi, en la República Democrática del Congo, que sube una pendiente con una llanta y, cuando llega al punto deseado, se mete en la rueda y se desliza camino abajo. La cuesta, que llama la atención porque es muy oscura y contrasta con la ropa del niño, es parte de una mina de cobalto; el país africano alimenta como ningún otro el mercado mundial de baterías de litio.
Ciudad abierta
La forma de los filmes de Juegos de niñxs arroba, transporta y trastorna. Se debe quizás a su cercanía con la sensibilidad neorrealista de filmes como El limpiabotas (1946) y El ladrón de bicicletas (1948) de Vittorio De Sica, Alemania, año cero (1948) de Rossellini e incluso Bellísima (1951) de Visconti. Estas películas siguen los trotes por las calles, arrasadas por la Segunda Guerra Mundial y captadas con ánimo documental por los directores, de niños entrañables. La comparación con las obras de Alÿs es posible. Su manera de filmar tanto el espacio, casi siempre austero y carente en apariencia –que le plantea al espectador su desconocimiento de otras latitudes–, como a los niños que lo habitan es documental, pero sin perder la fuerza emotiva. Rubi (2021) capta un apasionante torneo de futbolito,también en Lubumbashi. Alrededor de una arena en miniatura, improvisada en un patio de tierra en el que se alcanza a ver la ropa que se seca al viento, se arremolina una bola de niños: los dedos de los participantes se baten en un duelo deportivo por meter gol. ¿Lo más impresionante de la partida? Los rostros de los aficionados: ojos tan grandes como platos, aplausos, porras, risas. Alegría sincera.
Los videos de Alÿs también se relacionan con las primeras obras de Kiarostami, otro heredero del neorrealismo italiano, que sigue a los niños en sus recorridos por callejas y carreteras. En El pan y la calle (1970), su primerísima película, un niño que lleva el pan a su casa se encuentra en el camino a un perro que le impide el paso. Los caminos, que a saltos se convierten en espacios de juego, también son materia para Alÿs. Ahí está, por ejemplo, Pisar una grieta (2020), donde una niña hongkonesa brinca las líneas de cruce de la calle, como lo hacen todos los niños felices, y atraviesa su barrio, afectado por la pandemia, saltando. También los participantes de Contagio (2021), una versión pavorosa del juego de los encantados en la que niños de Malinalco, con sus respectivas mascarillas, corren para evitar ser contagiados; árboles y animales como vacas y perros son testigos del juego en un campo abierto; la misión del ganador es gritar ¡sobreviviente!
Sueños destellos
Curiosamente muchos juegos se repiten en el mundo, aunque con ligeras variantes. En Nepal los jugadores de matatena lanzan al aire, con ayuda de sus nudillos, piedrecillas y no huesitos de chabacano. Los videos de Juegos de niñxs dan cuenta de que el burro castigado o las manitas calientes son juegos universales. Jugar un juego es representar algo, hacerlo presente a través de la imaginación, ya sea construir castillos de arena en la playa o echar a volar saltamontes como si fueran aviones.
Algunas piezas se desmarcan de lo estrictamente documental y problematizan la exposición. La primera es Espejos (2013), que sigue a un grupo de niños que juegan a aniquilarse con pedazos de espejos, usando su reflejo como rayo, como si fueran vaqueros e indios. El video, filmado en viviendas de la unidad Infonavit Villas de Allende de Ciudad Juárez, retrata las ruinas urbanas de una ciudad violenta; a una década de haberse hecho la pieza, todavía hay noticias que dan cuenta de las masacres producto del narcotráfico y del crimen organizado en Chihuahua. En esta obra prevalece el punto de vista de Alÿs sobre el de los niños participantes, que en la vida cotidiana no juegan a matarse con espejos; se trata de un filme con un montaje más intrincado que sugiere que los niños aprenden a exterminarse. Futbol Haram (2017) es una conmovedora pieza que reflexiona sobre la representación misma. A la luz de la tarde, en una carretera de la ciudad iraquí de Mosul, un grupo de muchachos se reúne para jugar futbol. El juego comienza, los minutos pasan, en los extremos del camino se ven carros abandonados, construcciones derribadas. El ánimo no decae, pero sí la tarde. Pronto se advierte que en la improvisada cancha, que de vez en vez es invadida por vehículos militares, no hay ningún balón. Ni siquiera un bote o algo que lo sustituya. Los chicos realmente juegan a representar los pases y los goles. ¿Cómo es posible que sigan el juego a cabalidad sin la pelota? Se oye un disparo. Los niños se esconden. Fundido en negro. El video explica que en 2015 un pelotón de fusilamiento del grupo yihadista Estado Islámico ejecutó públicamente en las calles de Mosul a trece adolescentes que veían por televisión un partido de futbol entre Irak y Jordania. La representación acaba y el día muere. Los muchachos dicen frente a la cámara su nombre y el de su equipo favorito, el que más se repite es Real Madrid. Una pieza descorazonadora sobre los sueños, que aunque rotos se alimentan con el juego.
Inventario juguetón
Con esta exposición Francis Alÿs presenta su repertorio en video de juegos infantiles. La serie está lejos de agotarse. Durante la presentación de la muestra –vigente hasta el 17 de septiembre en el MUAC y que posteriormente estará en el Museo de Arte de Zapopan–, el artista comentó que aún le falta documentar muchos juegos más. Su idea es seguir alimentando el catálogo, casi de aliento etnográfico, memoria que registra estas actividades infantiles amenazadas por el olvido en un mundo en plena transformación donde la diversión se ha convertido en entretenimiento de consumo que no es lo mismo que el juego, cuya única condición es aprovechar y ocupar, solos o acompañados, el espacio, la calle, el campo, el patio, el pasillo, la zotehuela. ~
es periodista cultural, crítico de cine y traductor literario.