El placer de pensar

Solo integral. Una vuelta de tuerca a sus mejores ideas

Fernando Savater

Ariel

Madrid,, 2021, 272 pp.

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Llegó, hace siete años llegó la muerte al entorno cercano de Fernando Savater. Murió Sara Torres, esposa y cómplice. El filósofo quedó devastado. En La peor parte describió el duelo. El vitalista Savater, apático; el entusiasta, apagado; el apasionado, sin ganas de vivir.

Anunció que ya no quería escribir más libros. Solitario en San Sebastián. En su momento demostró enorme valentía al firmar, marchar y escribir contra ETA, banda asesina. Daba sus clases con guardaespaldas. Pero frente a la muerte de un ser querido no hay nada que hacer sino resistir el dolor apretando los dientes.

Le quedaba el turf, las carreras de caballos, fuente de placer inagotable. Le quedaba también la inacabable manía de escribir. Para sacar del pecho las indignaciones cotidianas y los “fulgores placenteros que halagaban los sentidos”, aceptó publicar una brevísima columna semanal en El País. Trescientas palabras. Aquellos que se quejan del espacio insuficiente, “es que no saben escribir”.

En sus orígenes mecánicos la máquina de escribir copió al piano. El dedo activa el teclado que produce, en un caso, notas musicales y en el otro letras, números y signos. La muerte había tocado a Savater, la vida se había vaciado de sentido. El mundo sin embargo lo irritaba y le seguía causando placer. Se sentó al teclado una vez a la semana. No interpretó un concierto, compuso un brevísimo artículo. Una pieza animada, ingeniosa, irónica, bien escrita. Lenta y gradualmente el entusiasmo fue ganando el cuerpo y alma del autor. “Pensando, componiendo y afinando mis columnas lo he pasado mejor que nunca.” Regresó la vida. La bitácora de ese regreso sin gloria ha quedado registrada en Solo integral, libro que reúne un bien calibrado conjunto de esos artículos, los que mejor han resistido el paso del tiempo.

En alpinismo se conoce como solo integral cuando se asciende sin ayuda de cuerdas y arneses, la modalidad más extrema. Así se siente Fernando Savater escribiendo sus artículos. No como el virtuoso que interpreta un soberbio concierto de tres minutos sino como el escalador que se aferra a la roca jugándose la vida, sin red de protección, pisando firme; así Savater asciende las dificultades de su artículo breve, con gracia, ironía y buen humor, adhiriéndose con el cuerpo a la pared de su tema, sin mirar abajo, resoplando, concentrado. Trescientas palabras, una cima para dejar el duelo.

Ha cambiado Savater, cómo no iba a cambiar luego de cincuenta años o más de estar cargando la roca del pensamiento hasta lo alto para dejarla luego caer y recomenzar todo de nuevo. Lo acusan (hoy todo el mundo acusa) de haberse derechizado, él tan de izquierdas que era. La pregunta no es cuándo Savater ha dejado de ser de izquierda sino “cómo ha cambiado tanto la izquierda que yo conocí”. La izquierda española que pacta con los separatistas (a saber, los más reaccionarios) y hace gobierno a Podemos, aliados del “populismo político corruptor”. Savater el ácrata encendido hace ahora el elogio de la familia (“los que desprecian o trivializan la familia son auténticos enemigos de la felicidad urbana”). Savater el anarquista razona ahora su apoyo a la monarquía (“preferimos conservar nuestro país democrático en su forma monárquica que verlo deshacerse en diversos retazos republicanos enfrentados”). Todos cambian, salvo los necios, que creen en principios eternos sin darse cuenta de que tales principios se establecieron como el mejor acuerdo de un momento específico.

En algunas cosas no se cambia. Savater sigue siendo el humanista impenitente, el inoportuno que continúa denunciando las trampas del poder, el artífice del lenguaje que hace todo lo posible por entregarle al lector una buena pieza argumentativa. “Una idea, dos ejemplos y tres cuartillas”, decía Camus.

No un estilo, dice Savater: un estilete. Nada como una buena esgrima intelectual para comenzar los sábados.

Se puede estar de acuerdo o en desacuerdo con los temas que plantea Savater. En lo personal yo estoy en profundo desacuerdo con un par de ellos, lo que no puedo es regatearle el temple liberal que se respira en su libro, en el que ha alcanzado el tono de alguien feliz que se pasea por el mundo soltando opiniones a diestra y siniestra, que por eso le pagan, de eso vive, y gracias a eso nosotros leemos, recibimos las ideas, las negaciones, las explicaciones, los buenos y malos humores de este pensador que sigue pensando España, los dilemas de la ética, el letal prohibicionismo, el amor y el desamor, pero sobre todo que nos sigue hablando de libros, de ideas, que sigue criticando lo que ve.

Solo integral, un libro sobre vivir. ~

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