En La invención de Morel de Adolfo Bioy Casares, un fugitivo arriba a una isla a la que juzga deshabitada. A los pocos días atisba en lontananza unos extraños veraneantes que ignoran su cercanía. Entre las presencias hay una que lo intriga: una mujer de aspecto bohemio que cada tarde acude a contemplar el crepúsculo. Seducido por su indiferencia, para provocar su interés pergeña diversas tácticas: el homenaje, la interpelación, la grosería… Finalmente, una vez descubierto el fantasmático origen de su pasión, se someterá al artificio para satisfacer su idilio y unir su destino al de la amada eternamente distante.
En 1981, a las pocas semanas de la muerte de John Lennon, McCartney invitó a Carl Perkins a la isla de Montserrat, donde se encontraba grabando su álbum Tug of War. Tras una estancia de ocho días durante la cual colaboró en “Get it”, Perkins, para expresar su gratitud, compuso “My old friend”. En una entrevista posterior, declararía que al escucharla Paul lloró inconteniblemente, pues sintió que John le trasmitía un mensaje. ¿No acaso esa canción proclamaba que se encontrarían nuevamente, en otro mundo? Un verso, particularmente, resonó en su memoria:
My old friend,
Won’t you think about me every now and then
En el momento de despedirse por última vez, en el vestíbulo del edificio Dakota, John, poniéndole la mano sobre el hombro, lo animó a “pensar en mí de vez en cuando, viejo amigo”.
{{ La historia la contó en una entrevista con la revista Goldmine, en 1996. }}
Por supuesto, la frase es más significativa en inglés: “think of me every now and then, my old friend”. ¿No es sorprendente que la última canción de The Beatles, el corolario de una carrera discográfica que comenzó el 5 de octubre de 1962, llegue 61 años y casi un mes después, el 2 de noviembre de 2023, y se denomine “Now and then”, como celebrando ese vínculo quevediano del “amor constante más allá de la muerte”?
Quizás a George esta coincidencia no le habría parecido insólita. Pese a que en la década posterior a la separación del cuarteto apenas si se vieran, se consideraba unido a John. Convencido de que la muerte no es el fin, lo sentía próximo y confiaba en el reencuentro en otro plano. “Si no puedes sentir la presencia de un amigo del que has sido tan cercano, ¿cómo quieres sentir la presencia de Cristo o de lo que sea en lo que crees?”, dijo.
((Richard White, Come Together: Lennon and McCartney in the Seventies, Omnibus Press, 2016. p. 302.))
En 1994, poco después del ingreso de John Lennon al Salón de la Fama del Rock and Roll, Paul recibió de Yoko las cintas con las canciones que John había dejado inconclusas, y que anteriormente le habían solicitado George Harrison y Neil Aspinall para incluirlas dentro del proyecto Anthology, en que los sobrevivientes del cuarteto se encontraban trabajando desde 1992. De esa velada en el departamento de los Ono Lennon salió no con tres sino con seis canciones: “Free as a bird”, “Real love”. “Now and then”, “Grows old with me”, “Girls and boys” y “I don’t want to lose you”.
{{ Paul McCartney, la biografía, Peter Ames Carlin, Barcelona: Editorial Viceversa, 2009, p. 356. }}
Algunas eran en realidad versiones de la misma pieza, pero las otras ameritaban consideración.
“Free as a bird” le gustó de inmediato a McCartney. El estado embrionario, con el puente apenas esbozado, le recordó la manera en que él y John solían trabajar, cuando el compositor complementario aportaba ideas para resolver los escollos que el compositor original no había librado. A diferencia de aquellas tardes en que componían sentados con sendas guitaras, enfrentándose mutuamente, como si fueran unos gemelos especulares, esta vez Macca debía lidiar con George, Ringo y Jeff Lynne,
{{ De acuerdo con una entrevista publicada en Sound and Sound, Lynne tocó y participó en los coros. }}
ex Electric Light Orchestra y compañero de Harrison en The Travelling Wilburys, además de productor de las sesiones, pues George Martin declinó serlo por la incipiente sordera que había comenzado a aquejarlo. Para aliviar el agobio sentimental que les embargaba al escuchar la voz de John, Paul sugirió que imaginaran que John se había ido de vacaciones y les había encomendado que terminaran la canción.
Tras concluir “Free as bird” y “Real love” pasaron a “Now and then”. Pese a la melancólica belleza de la melodía, había en su trama demasiados agujeros para repararla, así que se resignaron a no seguir. McCartney confesaría que “lo mejor de todo era trabajar ‘con’ John otra vez. Oyéndolo en los auriculares, era como si él estuviese al lado – ‘Rayos, estoy cantando en armonía con John’. Parece un sueño imposible”. ¿No es esa la promesa de todo arte espectral, incorporarnos en un plano ficticio –o virtual, que es otro nombre del simulacro– al ser ausente?
Para Max Milner la fantasmagoría, el arte de convertir en visible el reino de lo invisible, es una forma inherente a los medios:
La creación imaginaria está condicionada en parte, no solo en sus contenidos sino en su funcionamiento mismo, por la evolución de las teorías y de las técnicas que modifican las relaciones del hombre con su medio y la representación que se forma de su situación en el mundo.
Max Milner, La fantasmagoría, México, FCE, 1990 [1982], p. 18.
Debieron pasar 17 años para que las condiciones permitieran retomar “Now and then”. Para elaborar el documental Get Back, el equipo de producción de Peter Jackson desarrolló una técnica que, además de mejorar las imágenes analógicas, depuraba los audios, eliminando el ruido, recuperando palabras y separando los instrumentos de las voces que en las antiguas cintas monofónicas, como en la que John había grabado, parecían inextricables. Paul, quien anhelaba concluir esa canción, conjeturó que finalmente resolverían los problemas del demo original: el persistente zumbido eléctrico del fondo, aislar la voz del piano, que, para colmo, en algunas partes ahogaba el canto, y extraer las palabras inaudibles o ininteligibles. En otro guiño a los fantasmas, esa tecnología apoyada en la inteligencia artificial se llama MAL (siglas de Machine Assisted Learning, pero también referencia a Mal Evans, asistente y amigo de The Beatles, cuya presencia permea Get Back).
La versión final de “Now and then” es un caso de fantasmagoría. Además de ser obra de los progresos tecnológicos, asistimos a un espectáculo donde las sombras se acercan a los vivos y en el que los vivos expresan sus deseos y consiguen satisfacer su imaginario. Si el enamorado de la invención de Bioy se las ingenió para unirse en el limbo de las copias con su amada, McCartney ha convertido una melodía de amor para Yoko en una suerte de coloquio entre él y John. Al comparar la letra original con la actual, notaremos que faltan los versos que indicaban el destinatario amoroso (“I don’t wanna lose you/, oh no, no/Abuse you or confuse you/Oh no, no, sweet darlin’”). Y sospecho que no solo porque estuvieran inconclusos o la interpretación fuera deficiente, sino porque con la contribución de Paul, la letra ahora sugiere un diálogo:
Now and then
I miss you
Oh, now and then
I want you to be there for me
Always to return to me
¿Cómo no ver en esa frase, “I want you to be there for me”, un mensaje directo para John, la ratificación de un lamento que durante años Paul no ha dejado de reiterar: “extraño a John, lo extraño todos los días”? ¿Cómo no entenderla como la representación de un impulso inconsciente, la definición aristotélica de la fantasía?
Esa ambigüedad liminal sucede igualmente en otros momentos. Aunque se incluyan las pistas grabadas por George Harrison en aquellas sesiones en su estudio casero, en la mansión gótica que poseía en Henley-on-Thames, se trata únicamente del acompañamiento, pues el solo de guitarra no es suyo, sino un pastiche de McCartney, quien emula el fraseo con slide de “Free as a bird”, que, paradójicamente, en un principio había rechazado. Pastiches son también algunos acordes de piano y los coros que se añaden en el último segmento, construidos a partir de las pistas de “Here, there and everywhere”, “Eleonor Rigby” y “Because”, una argucia que ya se había usado en algunas mezclas de Revolver, relanzado hace un año. Difuminado por la tecnología, el umbral entre la originalidad y el simulacro es apenas perceptible y, sospechosamente, McCartney enfatizará en el video que es una genuina canción de The Beatles porque todos participaron en la grabación. Sí, pero el sonido es en gran medida un pastiche, ya no solo la “imitación de estilos muertos” (Jameson), sino del sonido de los muertos.
El documental homónimo, dirigido por Oliver Murray, ratifica la fantasmagoría. Historia de “Now and then” y de las vicisitudes para grabarla, una parte del cortometraje se ocupa de la tecnología y su metonimia: la reproducción de la cinta magnetofónica, los controles de la consola, la pantalla indicando el nivel del audio, grandes computadoras como en Yellow Submarine, las gráficas que representan las herramientas para separar los elementos…. No casualmente McCartney, el artífice de todo, declara: “Realmente nos involucramos con la tecnología más avanzada, algo que a The Beatles les habría interesado mucho”.
El video oficial de la canción, dirigido por Jackson, enfatiza la condición artificial del espíritu de John: los primeros segundos registran los preparativos del cuarteto: la afinación de las guitarras, del bajo, las baquetas predispuestas y la colocación del casete TDK en la reproductora del estudio… Incluso, cuando se oyen las primeras palabras de John, aparece la pantalla que indica el nivel del audio, recordándonos que Lennon se conserva vigente gracias a los medios de reproducción, como el profeta de los media, Brian O’Blivion, de Cuerpos invadidos (1983) de David Cronenberg. Ya en la dimensión espectral de las imágenes, la primera vez que escuchamos a McCartney, en el segundo 51, este mira hacia la izquierda, donde se encuentra una figura que sugiere a John. Ese “of you” con que Macca parece completar el verso “It’s all because of you”, no es gratuito, asienta un reconocimiento: “todo se debe a ti”, eres tú quien nos ha convocado nuevamente. Asimismo, con el estribillo: “Quiero que estés para mí/Retorna siempre a mí” (“I want you to be there for me/ Always to return to me”), los espectros de este y George aparecen simultáneamente, con lo cual advertimos que la añoranza no es únicamente por John sino también por Harrison.
Tras el puente musical, que plasma a los músicos interpretando el arreglo de cuerdas compuesto por Paul con ayuda de Giles Martin y Ben Foster, un desplazamiento de la cámara se concentra en un Lennon situado en el atril, gesticulando como si dirigiera a la orquesta, primero elevando las manos y después haciendo monerías. De inmediato, una verdadera invasión de copias asalta las escenas. Junto a McCartney sentado frente a la consola de grabación (¿indicación de quién es el verdadero demiurgo de la edición?), surgen los espectros de los noviembres pasados: George y el Paul del filme promocional de “Hello, Goodbye” de 1967 –del que asimismo proceden las animaciones de John–, dirigido por el propio Macca. Casi indiferente, McCartney voltea hacia su izquierda y su derecha donde ellos bailan juguetonamente. ¿Por qué habría de sorprenderse, si desde la filmación del video de “Dance Tonight” se ha familiarizado con los fantasmas convocados por la música?
Para no atosigar la paciencia del lector, baste decir que en la secuencia donde un Paul toca eufórico y guiñando sus líneas de bajo, esta procesión fantasmal se sitúa detrás suyo, y como auténticos espíritus chocarreros comienzan a desmontar los instrumentos, retirando amplificadores y platillos –nótese que el parche de la batería que interpreta el Ringo actual no tiene el característico logo.
Testimonio espectral, recuperación de la esencia de John a través de la tecnología –Bioy dijo que no hemos logrado la inmortalidad porque buscamos conservar el cuerpo cuando deberíamos mantener únicamente lo que interesa a la conciencia–, diálogo con la otredad de repercusiones borgianas –los sobrevivientes se reencuentran con sus seres de hace décadas, desde las tomas inéditas de la grabación de 1995, hasta tomas de Sgt. Pepper’s, la despedida de los escenarios en 1966, la primera aparición en la televisión norteamericana, entre tantas otras que son un guiño a la memorabilia beatlemaniaca…–, el video es un corolario cósmico que va de la gran explosión a la gran contracción: en el último minuto, retrocedemos del apogeo de The Beatles a sus orígenes, y así emerge el registro filmado más antiguo de The Silver Beatles –una filmación cedida por Pete Best, hasta ahora desconocida–, en 1962, tras lo cual se efectúa un fundido y vemos fotografías de los integrantes del cuarteto, primero de los años de Hamburgo –y de un Ringo todavía partícipe de Rory Storm and the Hurricanes–, después de The Quarrymen y al final de ellos niños, con John de nueve años al último. Para acentuar la nostalgia, las últimas dos imágenes muestran a The Beatles en la cumbre de la beatlemanía, efectuando la clásica caravana de despedida, y en seguida, en un truco que recuerda los primeros trucos de prestidigitación de ese gran fantasmagorista que fue Georges Méliès, se desvanecen y solo quedan, en el escenario, la batería y los atriles con los micrófonos. El ensueño ha terminado. ~
(Minatitlán, Veracruz, 1965) es poeta, narrador, ensayista, editor, traductor, crítico literario y periodista cultural.