Históricamente, la literatura venezolana difícilmente se ha conocido fuera de sus fronteras. Durante el siglo XX, las editoriales locales se volcaron casi exclusivamente al público venezolano. Solo unos pocos nombres de escritores venezolanos se reconocían fuera del país y no hubo ningún venezolano en el boom. Fuera de Teresa de la Parra, ningún nombre femenino tenía resonancias más allá de las fronteras.
Eso ha cambiado mucho a raíz de la masiva migración venezolana de los años más recientes. Ahora, las escritoras publican dentro y fuera del país, construyen redes gracias al internet, los académicos migrantes buscan dar a conocer la literatura venezolana y los estudiosos de diversas universidades del mundo se interesan por trabajar sobre autores venezolanos, cuya calidad está siendo reconocida por premios literarios y editoriales que apuestan por ellos y ellas, como Lumen, Tusquets, Seix Barral, Candaya, Sudaquia, Pre-textos, entre otras. Además, hay editoriales venezolanas fuera del país, como Kalathos en España o El taller blanco y Frontera viva, en Colombia. No hay que dejar de lado que dentro de Venezuela hay un gran esfuerzo por continuar publicando a pesar de la crisis económica, y de esos esfuerzos se destacan los de las editoras independientes como Carmen Verde Arocha, con su editorial Eclepsidra; Les Quintero con su editorial Lector cómplice, y Gisela Capellin, con su Gisela Capellin Ediciones.
En 2016, Keila Vall de la Ville recibió el International Latino Book Award por su novela Los días animales. En 2019, la novela La hija de la española, de Karina Sainz Borgo, fue un fenómeno editorial. Ganó el Grand Prix de l’héroïne Madame Figaro du roman étranger (2020) y ha sido traducida a muchos idiomas. En 2019, la revista colombiana Arcadia eligió la novela de Victoria De Stefano Historias de la marcha a pie como uno de los 100 mejores libros en español escritos por mujeres en los últimos 100 años. Entre los 91 jurados estaban prestigiosas figuras como Leila Guerriero, Jorge Volpi, Jorge Carrión y María Negroni. El 22 de octubre de 2021, la poeta venezolana Yolanda Pantin recibió el Premio Internacional de Poesía Ciudad de Granada Federico García Lorca. Según el jurado, es “una autora fundamental de la literatura latinoamericana y en español de nuestro tiempo”. No era la primera distinción internacional de Pantin, pues ya había obtenido el Premio Casa de América de Poesía Americana en 2017, por su poemario Lo que hace el tiempo. Estos premios nos muestran la vitalidad de la literatura venezolana actual de autoría femenina.
No siempre fue así. Las escritoras y críticas literarias recorrieron un largo camino por el reconocimiento y la visibilización de sus obras, generalmente excluidas de las historiografías literarias u ocupando posiciones marginales. La propia Yolanda Pantin y la escritora Ana Teresa Torres, también reconocida internacionalmente con el Premio Anna Seghers, publicaron El hilo de la voz, antología crítica de escritoras venezolanas del siglo XX (2003), donde expresan que “Las mujeres, en Venezuela, salvo contadas excepciones, han escrito al margen de las agrupaciones literarias y vanguardias establecidas por la crítica”. Esta vasta obra es una muestra de la necesidad de aunar la creación literaria con la crítica y da cuenta de un amplísimo mapa de mujeres escritoras.
Ahora bien, ¿quiénes escriben en el siglo XXI? Podemos hablar de dos grandes grupos: las veteranas, que comenzaron a escribir en el siglo XX y hoy en día siguen muy activas, excepto aquellas que han fallecido recientemente, pero publicaron hasta hace pocos años obras importantes, y las que han comenzado a publicar en el nuevo milenio. De ellas destacaremos algunas obras muy recomendables.
Hacia los años sesenta y setenta aparece ya una generación de escritoras profesionalizadas. Laura Antillano, con su novela Perfume de gardenia y Antonieta Madrid, con Ojo de pez, hacen gala de una escritura fragmentada y experimental, que indaga en personajes femeninos conflictivos, en el tránsito hacia la modernidad. Una escritora de largo aliento es la narradora Elisa Lerner, que se destaca por la agudeza y la ironía de sus crónicas, como las Crónicas ginecológicas. En el siglo XXI ha publicado cuentos y novelas, como Homenaje a la estrella y De muerte lenta, con una prosa que se regodea en el lenguaje.Por su parte, Victoria de Stéfano elabora una fina narrativa, de corte filosófico y metaficcional. Recientemente fallecida, publicó en el nuevo milenio las novelas Lluvia, Pedir demasiado, Paleografías, Vamos, venimos.
En las últimas décadas del siglo XX y en el tránsito hacia el siglo XXI comienzan a escribir narrativa, entre otras, Ana Teresa Torres, Milagros Mata Gil, Carmen Vincenti, Michaelle Ascencio, Silda Cordoliani, Stefania Mosca, Cristina Policastro, Sonia Chocrón, Marisol Marrero, María Luisa Lazzaro, Gisela Capellin, Krina Ber, Gisela Kozak. Sus narrativas son urbanas, cosmopolitas y de indagación histórica. Entre ellas, hay obras de gran calidad. Hay que detenerse en la amplia obra de Ana Teresa Torres, de doce novelas, que experimentan con múltiples géneros, un libro de cuentos, ensayos importantes sobre Venezuela y la venezolanidad, y su labor de gestora cultural para difundir la literatura venezolana. Su novela histórica Doña Inés contra el olvido ganó el Premio Pegasus de Literatura y fue traducida al inglés. De sus obras más recientes destacan las novelas distópicas Nocturama y Diorama, así como la novela histórica La escribana del viento, todas ellas claves para comprender el país actual. De Gisela Kozak, vale la pena anotar los diversos registros de su interesante narrativa, su preocupación por Venezuela y su activismo en pro de los derechos de las mujeres y de los grupos LGBTIQ+, que encuentran un cauce de expresión en sus obras, de las que destacamos las novelas Todas las lunas, Casa de ciudad y los cuentos de En rojo.
En el siglo XXI ha surgido la novela negra cultivada por Mónica Montañés, Adriana Villanueva, Inés Muñoz Aguirre, Valentina Saa Carbonell, Raquel Rivas Rojas, autora de una trilogía de novela negra, y Les Quintero, autora de Tu muerte es mi vida, y editora con Graciela Bonnet de la antología Hacedoras, mil voces femeninas por la literatura venezolana. Igualmente hay una activa producción de la literatura venezolana de la diáspora, de las escritoras migrantes. Varios de sus relatos están recogidos en Escribir afuera. Cuentos de intemperies y querencias, antología compilada por Katie Brown, Liliana Lara y Raquel Rivas Rojas, otro esfuerzo de escritoras aliadas. Liliana Lara y Raquel Rivas Rojas son excelentes cuentistas y en su antología incluyen a Lena Yau, reconocida narradora en España por su novela Hormigas en la lengua; a Carolina Lozada y Silda Cordoliani (que escriben en Venezuela); a Mariana Libertad Suárez (que escribe en Perú), a Kira Kariakin, poeta, narradora y editora de El puente es la palabra, antología de poetas de la diáspora, junto con Eleonora Requena, y a Keila Vall de la Ville, que ha publicado además de la novela Los días animales, los cuentos de Ana no duerme y tiene obra poética. Finalmente, tenemos a jóvenes promesas: en Brasil, a María Elena Morán con su novela Volver a cuándo, Premio de Novela Café Guijón 2022, y en Colombia, a Vaitière Alejandra Rojas con Algo habla con mi voz, Premio de Novela Universidad Central 2019, en Bogotá. Evidentemente, Karina Sainz Borgo es una importante figura de la diáspora, no solo por su primera novela, sino por El tercer país, que elabora los conflictos de la frontera colombo-venezolana en clave de mito.
En este mapa, no exhaustivo, puede apreciarse que Venezuela tiene muchas escritoras que vale la pena conocer. Cabe anotar que un gran número de ellas son también críticas literarias y profesoras universitarias. La calidad de sus obras, la incansable gestión editorial y cultural, el reconocimiento de la crítica académica y los premios alcanzados merecen toda la atención de los lectores. ~
Es profesora e investigadora del Instituto Caro y Cuervo.