De los poetas de la segunda generación romántica inglesa (Keats, Shelley, Byron), Lord Byron fue el único con éxito en vida. Célebre nacional e internacionalmente, conocido por su exuberante vida amorosa, Byron cultivó una reputación de libertino. Fue, por así decir, el Mick Jagger del romanticismo. Una amante abandonada lo describió como “mad, bad, and dangerous to know” [un loco, un malvado, una amistad peligrosa]. La frase aún resuena en Inglaterra, hasta el punto de que una obra sobre Byron que se estrenará el 27 de abril en Newstead Abbey (su ancestral mansión familiar) se titula precisamente Dangerous to Know. Acosado por varios escándalos (un ruidoso divorcio, rumores de incesto y bisexualidad), Byron abandonó Inglaterra con su reputación en entredicho. Otro tanto hizo Percy Bysshe Shelley. Ambos se conocieron en Suiza en 1816, donde Mary Shelley escribió Frankenstein. Volvieron a coincidir en Venecia, cuando Shelley visitó a Byron en su palacio del Gran Canal a finales del verano de 1818. En años posteriores, también se verían en Rávena y en Pisa.
Byron y Shelley se trataron durante seis años e intercambiaron medio centenar de cartas. Su amistad nunca fue íntima, pues ambos tenían profundas diferencias en cuanto a gustos y temperamentos. La diferencia de clase social tampoco ayudaba: eran aristócratas, pero Shelley de muy inferior alcurnia y fortuna. Con todo, era mucho más lo que los unía: el entusiasmo por la literatura, las ideas, la política e Italia. Byron y Shelley se admiraban, leían y animaban mutuamente. Su amistad fue enriquecedora para ambos.
En Venecia, Byron compartió el comienzo de su Don Juan (1818-1824), que Shelley reconoció como una obra maestra. Pese a su extensión, el gran poema satírico de Byron se sigue leyendo con gusto. Lo mejor son los ingeniosos pareados con los que cierra las estrofas: “Think you, if Laura had been Petrarch’s wife, / He would have written sonnets all his life?” [¿Hubiese escrito tanta poesía / Petrarca a Laura de haberse casado?]. Es probable que Byron también le enseñara Beppo (1817), su poema veneciano sobre la casada infiel cuyo amante se hace amigo de su marido. El desenlace insinúa un posible ménage à trois. Beppo es un poema relativamente breve (760 versos, pocos frente a los 16.000 del Don Juan), divertido e irreverente, con unas descripciones espléndidas de Venecia. Si bien su talento se aprecia sobre todo en los largos poemas narrativos –ha recobrado interés Mazeppa (1819), protagonizado por un héroe nacional ucraniano arrastrado por un caballo–, si aún no han leído a Byron, comiencen por Beppo.
Acaso influido por esta obra, Shelley se propuso escribir un poema con un estilo más coloquial del que acostumbraba. El resultado fue Julián y Máddalo: una conversación, producido poco después de la visita veneciana a Byron. Los personajes del título son trasuntos literarios de Shelley y de Byron. El poema recrea sus paseos a caballo por el Lido, su amor por Venecia, y sus debates apasionados hasta altas horas de la madrugada. El diálogo poético puede leerse como un intercambio entre dos voces: una shelleyana (Julián), optimista y esperanzada; otra byroniana (Máddalo), escéptica y nihilista. También como un debate interno de una única voz poética. Sin embargo, la aparición de un tercer protagonista, un demente internado en el manicomio de Venecia a quien los dos amigos visitan, complica estas lecturas. Su quebrado y fragmentado monólogo, que presenta destellos de lucidez como fogonazos intermitentes, cuestiona toda pretensión de comunicación o elocuencia.
Al ser testigos del desamparo cósmico del demente, quien no tiene ni siquiera nombre (el poema se refiere a él como “the Maniac”), los dos amigos quedan consternados. Entonces Shelley pone los versos más célebres del poema en boca de Máddalo:
… “Most wretched men
Are cradled into poetry by wrong,
They learn in suffering what they teach in song.”
… “La poesía acuna
a los más desdichados de los hombres:
sufriendo aprenden lo que en verso enseñan”.
El cinismo expresado por Máddalo en pasajes anteriores queda suavizado por su empatía por el sufrimiento humano, entendido como intrínseco a la creatividad poética. En otro gesto de empatía, Máddalo había proporcionado libros, esculturas, instrumentos musicales y búcaros con flores al demente para humanizar su celda del manicomio. Queda clara la simpatía de Shelley por el personaje inspirado en su amigo, a quien también describe como un “eagle spirit” [espíritu de águila] por las alturas a las que se remonta su intelecto.
Es más, ya el prólogo de Julián y Máddalo ofrecía un retrato positivo del personaje. Shelley adelanta en la primera página que, al comparar su extraordinaria mente con los intelectos menudos que lo rodean, a Máddalo le invade una intensa aprensión por “the nothingness of human life” [la inanidad de la vida humana]. De ahí que su flaqueza sea el orgullo. Pero Shelley no se lo reprocha, e incluso lo entiende. El retrato termina con un elogio del carisma de Máddalo, que es un gran conversador. Al haber viajado tanto, la narración de sus aventuras en diferentes países tiene un encanto inefable. Byron y Shelley eran excelentes conversadores y jinetes. Pasaron horas hablando a caballo.
Julián y Máddalo es el poema shelleyano con más referencias a Byron, pero no es el único. En Adonais (1821), la elegía a la muerte de Keats que un joven Mick Jagger recitaría en Hyde Park en memoria de Brian Jones, Shelley describió a su amigo con un sintagma que hizo fortuna: “The Pilgrim of Eternity” [el peregrino de la eternidad], es decir, alguien en continuo movimiento: no solo en el espacio, sino también en el tiempo. El verso da título al próximo congreso internacional de la Byron Society, que se celebrará en julio en Mesolongi, donde Byron murió luchando por la independencia griega. Además de ser un clásico del romanticismo inglés, Byron es un héroe nacional de Grecia.
Que sepamos, Julián y Máddalo nunca había sido traducido al español. A modo de homenaje, reproduzco los versos 55-67 de la edición bilingüe que he preparado con Prue Shaw, y que este mes publica Pre-Textos, coincidiendo con el bicentenario tanto de la muerte de Byron como de la publicación de los Posthumous Poems [Poemas póstumos] de Shelley a cargo de su viuda Mary Shelley en 1824, donde por primera vez –encabezando el libro– apareció Julián y Máddalo. En un óleo titulado Riders on a Beach (c. 1835), J. M. W. Turner pintó a dos jinetes en una playa brumosa. La imagen podría ilustrar la siguiente escena, en la que los protagonistas detienen el galope en el Lido para admirar el cielo reflejado en la laguna de Venecia, como tantas veces hicieron Byron y Shelley:
How beautiful is sunset, when the glow
Of Heaven descends upon a land like thee,
Thou Paradise of exiles, Italy!
Thy mountains, seas and vineyards and the towers
Of cities they encircle!—it was ours
To stand on thee, beholding it; and then
Just where we had dismounted, the Count’s men
Were waiting for us with the gondola.—
As those who pause on some delightful way
Though bent on pleasant pilgrimage, we stood
Looking upon the evening and the flood
Which lay between the city and the shore
Paved with the image of the sky…
¡Qué hermosa es la caída de la tarde,
la luz del cielo en tierras como estas,
oh, Italia, paraíso de exiliados!
¡Tus cordilleras, mares y viñedos,
las torres que rodean tus ciudades!
Qué dicha disfrutar de aquella vista
bajo tu cielo. En el lugar preciso
donde descabalgamos, los criados
de Máddalo esperaban con la góndola.
Igual que un peregrino se detiene
para poder gozar de un buen paisaje,
así nos demoramos a admirar
el crepúsculo, el cielo entre Venecia
y el Lido reflejado en la laguna…
Luis Castellví Laukamp es profesor de literatura española en la Universidad de Manchester. Ha publicado el libro Hispanic Baroque Ekphrasis: Góngora, Camargo, Sor Juana (Cambridge: Legenda, 2020).