Margarita Landi: un caso

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Margarita Landi (Madrid, 1918- Albandi, Asturias, 2004) nos enseñó a los periodistas de sucesos que llegamos cuando ella llevaba tres décadas persiguiendo a los malos que una información debe contener testimonios de todas las partes y fotografías de las víctimas, aunque haya que arrancarlas del álbum familiar. Empezó en el oficio en los años cincuenta del siglo pasado, cuando las mujeres no podían sacar dinero del banco sin permiso de sus maridos. A finales de los años ochenta ella seguía fumando en pipa, protagonizaba programas en Televisión Española sobre crímenes y distaba mucho de ser el icono en que se ha convertido. En aquel tiempo, los muertos, como se conoce al género en el argot, tenían fama de haber sido usados por el franquismo para entretener al pueblo.

Margarita Landi, la rubia del velo y la pistola (Alianza editorial) es la primera biografía de la periodista. Narrada en primera persona, se articula como una conversación entre la reportera y el fotógrafo que viaja con ella en busca de la noticia por las carreteras de España. En el coche, que ella conduce, Landi va desgranando su apasionante historia, casi tan jugosa como su trabajo. Huérfana desde niña, conoció la dictadura de Primo de Rivera, la República y vivió en el Madrid asediado por los sublevados durante la Guerra Civil. El colegio de monjas francesas donde estudiaba fue incautado por los milicianos, sufrió los bombardeos de la Lutwaffe y fue interrogada junto a su familia por su vinculación a la prensa en una checa comunista. Pero ella era una superviviente. En plena guerra se alistó en una ambulancia de Urgencias, la misma que trasladó al líder cenetista Durruti, herido de muerte, hasta el hospital instalado en el madrileño Hotel Ritz. A los dieciocho años se casa con un ingeniero obligado a combatir en el ejército equivocado. Juntos lograron pasarse al bando nacional pero una tuberculosis la dejó viuda y con un hijo.

En 1952, tras tres meses de trámites burocráticos y de asumir los requisitos políticos que impuso el régimen (la defensa de España y hablar siempre bien de la policía, entre otros), el periódico El Caso salió a la calle. Ella brillaba entonces como reportera en La moda de España, revista vinculada a Falange, pero pasó sin transición a narrar los bajos fondos. Escribía con “frialdad y humor”, tenía “olfato e intuición” y era “terca y orgullosa”, recuerdan los biógrafos Javier Velasco Oliaga y Maudy Ventosa. Como guinda del pastel, lucía un aire hollywoodense: melena rubia ondulada, cejas perfiladas, traje de chaqueta ceñido y tacones. En el bolso guardaba un velo, como atrezzo para infiltrarse en los funerales y una pistola por si acaso.

El libro se lee como una historia criminal de la época, a través de los sucesos que investigó para El Caso, la primera publicación del género tras la contienda. Oficialmente en España no se mataba y, si se hacía, no se podía escribir sobre ello. Landi se convirtió en la periodista elegida para informar sobre los casos de la Brigada de Investigación Criminal (BIC), con la que presenció y participó en interrogatorios. Su primer contacto con los maleantes fue una banda de descuideros que lo mismo se apropiaban de un coche que de una olla de una portera con un cocido de garbanzos dentro.

Con el tiempo El Caso cambió su línea editorial y acabaría siendo uno de los periódicos más censurados por el régimen. Y con Landi a la cabeza. A la lista de crímenes de amantes despechados, sádicos, envenenadoras y violadores –muchos de ellos sin resolver– se suman acontecimientos históricos como el proceso de Burgos contra militantes de ETA, el secuestro de una nieta del dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo, el caso del Arropiero (nuestro primer asesino en serie), las fugas de El Lute, el crimen de los Galindos, el atentado de la calle del Correo en Madrid o la matanza de Puerto Urraco. Landi estuvo allí y, como cuenta la leyenda, a veces llegaba antes que la policía.

Ahora que tan de moda se ha puesto el true crime, la biografía de la pionera del género suena con aroma de folletín. Hay tanta documentación y son tantos los crímenes que cubrió por toda la geografía española –llegó a viajar en burro para acceder al lugar de los hechos– que acaban por apabullar al lector con tanta sangre vertida. Conviene leerlo en pequeñas dosis para asimilar tanta maldad. El libro se lee también como una breve historia de la investigación policial y los cambios experimentados en los últimos años, tanto en materia forense como en la preparación del personal. Hoy ningún cabo dispararía contra un cerrojo para abrir la puerta de una alcoba y cargarse, de paso, todas las huellas, como sucedió en el crimen de Los Galindos, donde murieron cinco personas en julio de 1975.

La biografía ilustrada con fotografías incluye también algunas portadas de El Caso: “Paquito (9 años), muerto de 47 puñaladas por un sacerdote en un rapto de locura” o la penúltima detención de El Lute, famoso por sus fugas: “Contra todo pronóstico lo cogieron vivo.”

Muchos de los asesinatos que investigó quedaron sin resolver, pero Landi no creía en el crimen perfecto. ~

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es periodista cultural y escritora. Entre sus libros recientes
se encuentra Mis entierros de gente importante (Demipage, 2022).


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