Foto: Gage Skidmore from Surprise, AZ, United States of America, CC BY-SA 2.0, via Wikimedia Commons

Contrafactuales innecesarios

La práctica política no moderará a Trump y su proyecto no busca establecer ni siquiera una democracia iliberal, sino un reinado que concentre el poder absoluto. Pensar lo contrario es un espejismo mental.
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El necesario hubiera sido el que respondiera a la pregunta: “¿Y qué hubiera sucedido si hubiese ganado Kamala Harris?”. Pero en los siguientes cuatro años ese escenario contrafactual se contestará solo: lo contrario de lo que ha pasado.

Y es fácil vislumbrar lo que va a pasar porque Trump y sus asesores más cercanos han anunciado sus políticas –domésticas y exteriores– con bombo y platillo y porque el contexto en el que arrancará la Presidencia de Trump no podría serle más favorable. Tiene el control de los tres poderes y el apoyo de una mayoría de los votantes. En el balance irracional y desinformado que los llevó a las urnas, no pesaron factores fundamentales que ahora determinarán la política de su gobierno.

En 2016, cuando Trump asumió el poder por primera vez, su ignorancia y negligencia mitigaron su brutalidad y autoritarismo. Asesores inteligentes y preparados evitaron que llevara a cabo algunas de sus propuestas más destructivas: abandonar la OTAN, por ejemplo. En 2024, Trump tiene un conocimiento más profundo y detallado de los puntos vulnerables del sistema político –y cómo usarlos– y de la fragilidad de los puntales que sostienen la democracia norteamericana.

Hay quienes han tratado de matizar y hacer más aceptable el proyecto trumpista: sus propuestas, sus ataques arteros a sus oponentes, el racismo antiinmigrante y la misoginia, arguyen, fueron tan sólo tácticas de campaña, eficaces en un clima de polarización. El solo hecho de gobernar le impondrá la necesidad de ser pragmático. Otros han descubierto que sus odios subjetivos coinciden con los muchos que alberga Trump: deportará los inmigrantes a los que odian los supremacistas blancos, por ejemplo, pero más allá, todo será miel sobre hojuelas.

Wishful thinking, le llaman en inglés a estos espejismos mentales.

La práctica política no moderará a Trump y su proyecto no busca establecer ni siquiera una democracia iliberal, sino un reinado que concentre el poder absoluto. Se parece más a Calígula –dice Edward Luce–1 que al líder húngaro Orban. Con la desventaja de que no nombrará senador a su caballo, sino a una serie de funcionarios destinados a destruir, no sólo el área que supuestamente gobernarán, sino todo el Estado –democracia liberal incluida–. Educación y salud retrocederán a los tiempos donde la búsqueda de verdad y la ciencia eran sueños de opio; Pete Hegseth llevará a cabo en el Pentágono una purga de militares “desleales”; Tulsi Gabbard, que de ser aprobada, supervisaría todas las agencias de inteligencia, tiene lazos estrechos con Putin. Otros preparan ya una guerra comercial arancelaria –y el arranque de deportaciones masivas de indocumentados. Iniciativas que son desastrosas para México.

Trump pretende también usar el Poder Judicial para detener las acusaciones federales y estatales en su contra, y en la de sus seguidores; usar al Departamento de Justicia para perseguir a sus opositores, destruir la independencia del servicio civil y, aunque usted no lo crea, mandar al Ejército a reprimir a sus opositores si osan salir a la calle. El fin de la libertad y de la defensa consensual de los derechos humanos.

Y del derecho: si un presidente puede perdonarse a sí mismo por delitos federales –como Trump intenta hacerlo–, entonces, advierte David Frum2, podría escribir y firmar su perdón a priori y matar a un opositor impunemente. La obstrucción de la justicia se convertiría en una prerrogativa presidencial “normal”.

Y lo que concluye Frum es cierto, allá, aquí y en China. Y está en la base de la atmósfera de pérdida irreparable que ha cundido entre los liberales demócratas en todas las latitudes. Desde Brexit y, de un Trump al otro, pasando por López Obrador y la destrucción de la democracia mexicana: ha habido cambios tan radicales y negativos que son irreversibles. La historia se ha vuelto un “antes” y un “después”. El daño puede contenerse pero llegó para quedarse. Frum habla de la violencia de los manifestantes trumpianos del 6 de enero de 2021. Fracasaron en su intento de impedir que se reconociera la victoria de Biden, pero rompieron la tradición de la transición pacífica del poder, y la violencia quedó ahí. Los norteamericanos podrán también contener el daño ahora, pero en el futuro, cada aspirante a dictador en Estados Unidos sabrá que puede intentar dar un golpe de Estado y, aunque fracase, regresar de nuevo a la Casa Blanca y tratar de hacerlo otra vez. ~

Publicado en Reforma el 1/XII/24.


  1. FT, E. Luce, Trump’s demolition… ↩︎
  2. The Atlantic, D. Frum, The Revenge… ↩︎
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Estudió Historia del Arte en la UIA y Relaciones Internacionales y Ciencia Política en El Colegio de México y la Universidad de Oxford, Inglaterra.


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