Señor director:
Publiqué en Letras Libres [septiembre 2006] una reseña en la que ponía de manifiesto las cualidades cordiales e intelectuales de Ligero de equipaje, la biografía de Antonio Machado escrita por Ian Gibson. Ahora leo en el número de octubre un texto de Juan Malpartida sobre este mismo libro en que menciona mi reseña con el gesto listo y desdeñoso del primer alumno de la clase: rápido en levantar la mano, ansioso por corregir al otro, venga a cuento o no, con tal de demostrar sus superiores calificaciones, como si no fuera ancha Castilla. Se refiere, en las líneas que tengo el honor de merecer, a la famosa frase de Octavio Paz (que no modificó su innegable curiosidad por la vida de los poetas que admiraba, incluida Sor Juana) que cito en mi reseña: “Los poetas no tienen biografía. Su obra es su biografía”. Por eso, creo, dicho sea de paso, la renuencia de Paz a escribir sus memorias. Malpartida llega al extremo de decir, basado en mi reconocimiento de mi poca afición a las biografías de poetas: “Caramba. Deltoro ha contraído una deuda impagable con Gibson, pero el mismo Gibson podrá señalarle un buen número de biógrafos que entretendrán a Deltoro durante bastante tiempo y que debemos deducir que no ha leído”. Me condena, de este modo, a leer todas las biografías de Machado que el profesor Gibson me recomiende por años, antes de tocar sus temas.
En efecto no he leído ninguna otra biografía de Antonio Machado, pero sí, en cambio, muchos testimonios de contemporáneos y estudios sobre su poesía, y he contraído una deuda con Gibson, como confieso de manera entusiasta en mi reseña. Quizás es este entusiasmo lo que le molestó a Malpartida. Creo, a diferencia de él, que en una reseña hay que ponerse en segundo término, tratar de identificarse con el futuro lector y, si el libro nos ha entusiasmado, contagiar esta pasión para favorecer su difusión y su lectura.
Entre las cosas que admiré de Ligero de equipaje se encuentra su naturaleza de biografía, su adhesión a la vida de Antonio Machado, su capacidad para no dejarse distraer por senderos quizás sugestivos e intelectualmente prestigiosos, pero que lo alejaban de su tema. Dice Juan Malpartida, antes de desparramar más de veinte nombres clave de la literatura del siglo XX que, según él, Gibson debía haber considerado: “Al prescindir del comparatismo, Gibson evita entrar en asuntos y aspectos que podrían habernos mostrado a un Antonio Machado más complejo. Quizá no tan grande pero en cambio más interesante”. Creo que el adjetivo “interesante” no va ni con la obra ni con la vida de Machado; esto es, entre otras cosas, lo que aleja a Machado de las vanguardias: él no quiere pasar por interesante. En cambio, el adjetivo de “grande” le va a ambas muy bien, por eso su predilección por los novelistas rusos y su admiración por Unamuno.
El comentario dedicado por Juan Malpartida a Ligero de equipaje empacha por su “comparatismo”, por su chisporroteo y por su devoción a lo consagrado por una modernidad hoy ya un poco pasada, sobre todo si tenemos en cuenta que se refiere a Machado, a cuya obra y a cuya vida la caracterizan la sobriedad, la lentitud y la fidelidad a un tiempo muy ancho y rural.
Digo en mi reseña: “Ligero de equipaje es, para mí, terreno fértil para la imaginación: se nota que Gibson en aras del rigor biográfico refrena la especulación; pero nada obliga al amante de la poesía de Machado a hacer lo mismo”. Pero Juan Malpartida le pide otro libro a Gibson: un estudio escrito por alguien con las inquietudes de Malpartida y no una biografía escrita por un hispanista como Gibson. ~