Luis Buñuel. Prohibido asomarse al interior

En 1986, José de la Colina y Tomás Pérez Turrent publicaron, bajo el sello de Joaquín Mortiz y Planeta, "Luis Buñuel. Prohibido asomarse al interior", una serie de charlas que sostuvieron con el cineasta aragonés, cuyo cincuentenario luctuoso se conmemora este mes. Para el número 121 de Vuelta, de diciembre de 1986, Antonio Deltoro escribió una reseña del libro, de la que reproducimos unos fragmentos.
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Prohibido asomarse al interior empieza con una taza de café con piquete y termina con la invitación a beber unas copas; entre ambos sucesos se adivinan muchas copas y tazas de café, algunas comidas: amistad.

Lejos de la solemnidad que caracteriza a muchos libros de entrevistas, en los que las preguntas sirven para elevar a un pedestal al entrevistado, este es un libro divertido en el que asistimos a una conversación que nos sorprende. Buñuel, reacio a la explicación y amigo declarado de la arbitrariedad, de la primera corazonada y del misterio, resiste a los embates de los entrevistadores y nos da una lección de libertad, de sentido del humor y de poesía.

La explicación –y más que la explicación, lo explicable– es para Buñuel lo falso, lo banal, lo limitado; para él, como para el surrealismo en su conjunto, el verdadero hacedor de nuestras vidas es el azar, y la actividad humana correspondiente a este es la imaginación. Para Buñuel el inconsciente tiene sus propias leyes y, si se lo quiere conducir racionalmente, se rebela. “A mí me atrae la oscuridad en un personaje. Si ustedes intentan construir un personaje muy racionalmente, ese personaje no tendrá vida. Debe haber una zona de sombra.” Estas palabras se aplican al personaje de este libro: tiene una zona de sombra que lo mantiene vivo.

La casualidad, y no la causalidad, es la protagonista de este libro. Buñuel va contando, provocado por las preguntas agudas que tocan, una a una, todas sus películas, los vericuetos que tramaron su cine y su existencia: “Cuando era pequeño, mi hermana Margarita ponía sobre la mesa dos migas de pan y sin venir a cuento me preguntaba: ‘Luis, ¿cuál te gusta más?’ Yo le decía: ‘Ninguna, las dos son iguales.’ Ella: ‘Pues la derecha es la mejor.’ Parece una tontería, ¿verdad? Yo encuentro en esto cierto misterio. Entre dos cosas idénticas, ¿por qué escogemos una y no otra? No lo diré como dogma, pero creo que en la vida todo es azar.”

Buñuel, siempre fiel a esta visión que resalta el misterio, deja en su cine que “el relato vaya haciendo aparecer sus propias imágenes”, para que ante los ojos del espectador hipnotizado se desplieguen las huellas sutiles e impactantes de ese fantasma de niebla que es para él la libertad.

La imaginación de Buñuel está formada por humor y poesía. Desde un principio, mucho antes de pensar en dedicarse a hacer películas, admiraba en el cine cómico norteamericano estas dos cualidades: “No nos importaba si el cine era arte o no. Eso sí, nos gustaba el humor y la poesía que encontrábamos en él.” Un poco después, respondiendo a si leía a los surrealistas antes de conocerlos, nos dice: “Empecé a leerlos. Sobre todo a Benjamin Péret, que me entusiasmaba por su humor poético. Lo leíamos Dalí y yo, y nos caíamos al suelo de risa. Había algo allí dentro, un motorcito extraño y perverso, un humor delicioso, de tipo convulsivo. Algo parecido quise hacer con El fantasma de la libertad, pero no me resultó.” Creo que muy pocos estarán de acuerdo con esta última afirmación: El fantasma de la libertad, como casi todas sus películas, sobre todo las primeras y las últimas, posee en grado extremo esa mezcla de poesía y humor que, según Buñuel, caracteriza la obra de Péret.

Buñuel, para quien el cine es una fábrica de hacer milagros, lamenta que a estos milagros se antepongan la reflexión y la cultura: “En lugar de tratar de explicarse las imágenes, deberían ser aceptadas como son. ¿Me repugnan, me conmueven, me atraen? Con eso debería bastar.” Parece que no es así: a partir de las sensaciones y sentimientos que provoca su cine se desencadena “el delirio de la interpretación” (la frase es de José de la Colina, al que debemos el sabroso interés de este libro).

Guion e improvisación, no correspondencia del sonido con la imagen, cámara lenta, voz en off, movimientos de cámara, decorados, fotografía son para Buñuel medios únicamente válidos si llegan a expresar una manera de ser en la vida. Pocos directores han estado tan pendientes como él de la técnica para que esta no se note demasiado.

Prohibido asomarse al interior tiene como centro el cine; para el aficionado el libro es un banquete; abundan en él las referencias técnicas y pone de manifiesto el tipo de interés de Buñuel por el oficio. Prohibido asomarse al interior es un libro que rara vez abandona la imagen; de sus preguntas y respuestas brotan enteras las películas. Gracias a la leve tensión que se siente en su diálogo, nos brinda la sensación de estar observando por el ojo de una cerradura. ~

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