Señor director:
La pregunta no es ociosa ni intrascendente: ¿En qué medida puede enriquecerse la cultura y la sensibilidad estética de un ciudadano que ha visto las cintas del cine mexicano “noveau” Esclavo del rock & roll, Y tu mamá también, Amores perros, El crimen del Padre Amaro, Sexo pudor y lágrimas, Asesino en serio, La habitación azul, La hija del caníbal, etc.? ¿De cuál manera “la clase gobernante” puede superar su “desinterés por la importancia del arte y la apatía con que […] mira el negocio de la industria cultural” si apoya en detrimento de otros programas de interés social a la industria que produce esas películas. A mayor abundamiento: que nos explique el Sr. Tarifeño (“Las luchas del cine mexicano”) cómo concilia la contradicción: “si no hay ninguna razón para que el cine no sea rentable” ¿por qué entonces requiere de “incentivos fiscales y apoyos indirectos” para asegurar no sólo la recuperación de las inversiones sino una ganancia? Parece claro que la rentabilidad en que está pensando es subsidio puro de papá gobierno. Y una pregunta final: ¿Merece tan elevada creatividad y experimentación que el pueblo las pague dos veces, en impuestos y en la taquilla? Cabe recordar al respecto la frase de Nietzsche que viene al caso: “La cultura y el Estado son conceptos antitéticos”. ~
Marcelo Bonilla García