La primavera es piel bajo la piel
y encima de la piel también es piel.
Y cuando al aire te le ofreces
con breves movimientos de campana,
suda en serio mi piel ya sin tensiones
ante las piernas blancas
de tu piel enjoyada.
Así mi corazón de pobre no agoniza
y un perfume con luz
me nombra gobernante
de la Isla de las Breves Ausencias.
En cambio, si te cubres o alejas,
si te pierdes,
mi corazón sin prisa
se deshace, como grano de arena
en la demolición de un templo.
Ven, te lo suplico.
Ven a confiarme el pulso de tu impulso,
tus bellos cabellos recortados,
tus besos juveniles
en mis labios prensiles.
Aunque muera muy pronto, bien lo sabes,
me quedaré a vivir en tus rodillas
sin olvidar jamás
la precisión de tus razones
golpeándome la espalda.
Ven, ven a darme el más húmedo
de tus disparos
en la plaza central de tanta frente.
Ven, ven a tatuarme en el cuello primavera
y a dejarme, en las orillas de la lluvia,
los rezos de Fuensanta
y tu perfume de Carolina Herrera. –
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