Las plantas y los hongos tienen metabolismos extremadamente versátiles y es posible manipular sus rutas metabólicas. Producen cientos de miles de compuestos distintos, lo cual explica la enorme diversidad de vegetales que existen en la naturaleza y la insólita diversidad de productos que genera cada uno de ellos. Una alianza estratégica entre la química y las biotecnologías ha permitido atisbar en un nuevo e insospechado mundo de producción alimentaria y fármacos más inteligentes, y al mismo tiempo ha generado una enorme polémica sobre lo que es natural y artificial, sobre lo bueno y lo malo, sobre el concepto mismo de vida.
Sin duda, las biotecnologías siguen siendo el blanco favorito de los grupos hostiles al conocimiento científico y tecnológico. No es de extrañar, pues tocan fibras sensibles de la sociedad. Entre sus productos más recientes se encuentran los virus que se inyectan en la piel para borrar las líneas de la vejez, una variedad de alimentos más nutritivos y resistentes a insecticidas y plagas, los embarazos pret-á-porter, las milagrosas terapias génicas para jóvenes diabéticos y enfermos de Alzheimer, así como para aquellos que padecen del hígado y de los riñones. Sus propósitos parecen "diabólicos", ya que se les imputa usar el dolor humano para atraer el dinero de los inversionistas. Investigación y desarrollo, argumentos prácticos (la constante amenaza de hambruna en el mundo, por ejemplo), originalidad tecnológica, dinero, poder, fama, son características habituales en estas disciplinas que forman el núcleo de una de las hiperciencias más incomprendidas de nuestros días. La fusión de la biología celular y la molecular con las técnicas de ingeniería genética ha creado una expectativa tan fuerte y trascendental como la revolución copernicana y la teoría de la evolución de Charles Darwin en su momento.
Una serie de sucesos en lo que va del año nos muestra cuánta falta hace una verdadera cultura científica. La incomprensión pública de la ciencia tocó fondo, una vez más, cuando la UE declaró tácitamente una moratoria a la investigación de células madre, afectando los estudios muy avanzados del destacado investigador español Bernat Soria y de otros científicos en países de la comunidad europea, cuyos gobiernos se resisten cada vez más a "consentir las locuras de las biotecnologías". Algo similar sucedió en México, cuando los micólogos David Quinst e Ignacio Chapela, de la Universidad de Berkeley, denunciaron una supuesta contaminación en los campos de maíz del estado de Oaxaca.
Prohibir la investigación de estas células pluripotenciales y la cuidadosa inserción de genes en variedades comestibles, sobre todo cuando hay (y habrá más en el futuro próximo) alternativas biotecnológicas razonables, que no lastiman las creencias de los diversos grupos religiosos ni afectan al medio ambiente, no sólo es una forma de condenar a muchos enfermos a una muerte prematura y dolorosa, así como a decenas de miles de personas que viven en la frontera entre la inanición y la hambruna, sino que inutiliza el motor de la naturaleza humana, la necesidad de conocer.
Luis Herrera Estrella, biotecnólogo de la Universidad de Gante, Bélgica, y actual director de la Unidad Irapuato del Cinvestav en México, es uno de los protagonistas de esta hiperciencia y se halla en el ojo del huracán. El grupo de Gante solicitó patentar en Europa su técnica para la creación de organismos transgénicos tres días antes que el corporativo norteamericano Monsanto, mientras que éste lo hizo un día antes en los Estados Unidos que el equipo europeo. A fin de mantener la controversia legal y esperar a que expire el plazo que protege la exclusividad de los derechos para explotar una patente (treinta años), Monsanto ha gastado alrededor de cinco millones de dólares, lo cual nos da idea de lo lucrativa que ha sido para ellos la producción monopolista de alimentos transgénicos desde hace casi una década. En cambio, en México Herrera Estrella puede ser considerado un criminal, dado que la legislación vigente, confusa y temerosa, extiende toda su fuerza punitiva a un área del conocimiento que podría generar una nueva revolución tanto en la industria agroalimentaria como en la farmacéutica y la terapia médica. La misma amenaza acecha sobre la actividad de Bernat Soria en la Universidad Miguel Hernández de Alicante.
En el caso del maíz mexicano, ¿por qué se produjo la supuesta contaminación? Herrera Estrella nos responde: "Las empresas norteamericanas adoptaron la política de no separar el maíz transgénico del resto. Lo hicieron por razones prácticas y, me parece, para imponer al mundo la tecnología. México importa cada año varios millones de toneladas de maíz y se vio afectado por esta política. Dado que se trata además de nuestro principal proveedor, se tuvo que permitir la entrada de maíz transgénico, para lo cual no existía una reglamentación. Hasta donde yo entiendo, estaba reglamentada la siembra pero no el consumo. Y puesto que el maíz tiene de por sí una gran capacidad de polinización cruzada es decir, una planta poliniza a la otra, al permitirse la entrada del maíz transgénico para consumo era muy probable que algunas personas lo sembraran. Y, una vez sembrado, era inevitable también que el maíz transgénico pasara a las variedades criollas. Creo que si ocurrió esta transferencia, más que una contaminación, no debería de haber ninguna causa para alarmarse."
¿Por qué?
Creemos que las variedades criollas han sido mantenidas inalteradas por los indígenas, y son un patrimonio de tres mil años de antigüedad. Lo que no sabemos es que los agricultores pequeños experimentan todo el tiempo y, de hecho, esa intensa experimentación es la causa por la cual existe tal diversidad de maíz.
¿Guardas rencor a Monsanto?
No, en realidad existen argumentos económicos que justifican su política, pero creo que debieron de haber sacrificado costos y permitir una mayor aceptación. Otro error fue pensar que todas las sociedades son como la suya. Los estadounidenses son muy pragmáticos; cualquier cosa que ayude a la economía del país es buena, y la aceptan. En Europa no son así. Son más quisquillosos, quieren saber qué se está haciendo. Monsanto ha sufrido económicamente mucho por la controversia. De hecho, estuvo a punto de quebrar. Pero no todo el problema radica en las empresas, los activistas también tienen errores…
Y ganancias.
Sí. A GreenPeace ya no le importan las ballenas ni los lobos en extinción. Ahora les interesan los transgénicos, aunque, en realidad, no han arreglado el medio ambiente ni han visitado nunca a los agricultores de la sierra. Pero, sin duda, la campaña publicitaria contra los alimentos transgénicos es la que más dinero les ha dejado en toda su trayectoria.
Otros critican las técnicas del tipo terminator, con claras referencias apocalípticas, y el peligro de que se escapen genes. ¿Qué tan realista es esto y qué tan peligroso puede ser?
Esta tecnología es la solución perfecta para el escape de genes, ya que las plantas que toman los genes de las transgénicas no son correproducibles. Los ambientalistas empezaron a atacar al terminator no porque impidiera la reutilización de la semilla, sino porque era la solución a su principal crítica, el escape de los genes. Ahora bien, yo no creo que esto tenga un efecto espectacular, salvo en casos particulares. Y esta tecnología resuelve el problema. Así que ellos garantizan su mercado y, además, le aseguramos a la sociedad que los genes no se nos van a escapar.
¿Qué pasará cuando se resuelva la controversia con Monsanto?
El monto de lo que se ha generado en regalías es relativamente poco, debe de andar por ahí de un millón, un millón y medio de dólares. Ahora, si se destraba en algún momento, estaríamos hablando de decenas o cientos de millones de dólares. Pero no sabemos si se va a destrabar. Las patentes tienen una vida máxima de treinta años y ya vamos en el año veinte. Nosotros estamos apostando a que se destraba.
Y ellos a que no.
Sí. En realidad, a mí no me interesa mucho si se destraba o no. Lo que me preocupa es que la tecnología pudiera perderse.
¿Es fuerte, es una tecnología versátil, actual?
Es muy poderosa y se va a refinar aún más, sobre todo ahora que se están conociendo los genomas de plantas. Esto va a cambiar la manera como se producen lo vegetales y la calidad de los alimentos. Se van a utilizar plantas como biorreactores para producir compuestos de interés médico y de interés industrial, químicos finos. En fin, que todavía tiene un potencial enorme. ~
escritor y divulgador científico. Su libro más reciente es Nuevas ventanas al cosmos (loqueleo, 2020).