Cuando Mark Twain decidió eliminar lo que llamó "the middle man" en alusión al trabajo de editor comercial como intermediario y publicar por su cuenta Huckleberry Finn, se estaba convirtiendo en un pequeño editor. La obra fue publicada tal y como Twain la había concebido, es decir, bajo la única regla de escribir un libro fiel a lo que de su cabeza iba saliendo, sin orden cronológico y sin enmiendas.
No sólo el fastidio con sus editores previos sino también la ilusión, sirvieron de impulso creativo para que Twain llevara a cabo aquella empresa de autoedición. Más que de rebeldía, la acción del novelista estadounidense era de libertad editorial, principio fundamental de quien publica lo que quiere y quiere lo que publica.
Acciones de semejante voluntad no son hoy comunes en un sector, el del libro, que como tantos otros tiende a la concentración económica. No obstante, hay quienes, como Twain, contra viento y marea, siguen creyendo en ese carácter artesanal del libro y que como artesanos trabajan, muy a pesar de que tengan estos proyectos, siempre, un reservado en el limbo.
Desde tres diferentes frentes, pequeñas editoriales como Numa, Metáfora y Ópera Prima contribuyen a enriquecer el panorama editorial español y en castellano, más preocupados por la calidad tanto literaria como estética que por la cuenta de resultados; en otras palabras, más interesados en una concepción del libro como artículo artesanal que como producto de consumo masivo.
"Evidentemente no somos una ONG", dice Susana Palomares, coordinadora editorial de Metáfora, con la ironía necesaria para dejar claro que todos vivimos de un sueldo. ¿Pero qué hace diferente la manera en que cada una de estas tres editoriales se gana el suyo?
Arturo Pastor, editor de Ópera Prima, lo tiene muy claro. A él la ilusión de ofrecer "una aportación sincera, honesta y valiente dentro de un sector marcado por el exceso, en el que la obra ha dejado de ser importante por la presión empresarial", es lo que lo mantiene animado desde hace año y medio.
Su objetivo como pequeño editor, dice, es el de "recuperar un espacio de libertad creativo". Para Pastor no sólo los editores, sino también los escritores han perdido criterio literario. "Si no hubiera editoriales independientes todas las propuestas del mercado tendrían el mismo corte literario, estético, económico", afirma.
Con una estética minimalista, libros puramente blancos en los que lo que menos importa es el nombre mismo de la editorial, sin textos explicativos o decodificadores, Pastor ha "querido ofrecer al lector una obra lo menos contaminada posible con otros mensajes". Por eso resalta la estrecha relación que mantiene con los autores, independientemente del agente literario, y compara la edición de un libro con un enamoramiento, en el que siempre se agradece no ser enturbiado por factores externos e incluso ajenos a él.
"Hay en las primeras novelas un impulso que no hay tan genuinamente en futuras obras", dice Pastor. De ese impulso primogénito se alimenta Ópera Prima.
Con esa visión del "primer golpe literario" Pastor ha rescatado, entre otros libros, El Otro de Thomas Tryon, una obra de culto del género horror fiction de un autor tan enigmático como olvidado.
Desde otro extremo, y con apenas un año de vida, la editorial Metáfora se ha convertido ya en un referente de la literatura del Este. Nadie que piensa en español se había fijado con tal determinación y atrevimiento en escritores de Europa del Este como Metáfora. Autores que habían sido traducidos al francés, al alemán y al inglés, pero nunca antes al castellano.
En una afinada combinación de autores de culto como Kadaré o Manea a quien Octavio Paz calificó en su día de artista, de verdadero escritor y autores inéditos en España, no en Europa, como Viewegh, Jergovic o Pekárková, listado al que se añadirán pronto el yugoslavo por excelencia Danilo Kis y la autora griega Rhea Galanaki, entre otros.
Además de ofrecer una literatura de vanguardia en la posguerra fría, Metáfora trabaja con traducciones directas del idioma original al español, lo que junto al innovador diseño hace que la editorial se presente como colección, dice su coordinadora.
"Europa se va abrir y lo que estos autores están escribiendo forma parte de nuestro patrimonio cultural como europeos", dice Palomares como explicación de su oferta.
¿Se puede sobrevivir con esa línea sin depender de ningún grupo, sin la presión de las ventas? Desde luego, afirma. "Se trata de hacer una editorial de fondo, no de best seller". El nicho de lectores está ahí, y cuando se hace un trabajo de calidad los libreros terminan por exigirlo, añade.
Si quedase alguna duda, Metáfora ofrece el dato: La casa del silencio, del autor turco Orhan Pamuk, ha sido finalista del premio que el Gremio de Libreros de Barcelona otorga cada año al mejor libro editado en España, tanto por consideraciones literarias como de diseño.
¿Se puede ser optimista, entonces, respecto al futuro de las pequeñas editoriales independientes de calidad? No. Es la respuesta tajante de Arturo Castelló, editor de Numa, cuyo catálogo es envidiable: Jack London, Paul Bowles, Flann O'Brien, Alexander Trocchi. Un recorrido por la tradición literaria del siglo xx en ediciones cuidadas, exigentes pero no solemnes, "para un público que le interese la literatura".
Castelló, no obstante, se lamenta de lo "irrelevante" que se ha vuelto el acto de publicar. Hoy, dice, no importa quién publica, sino qué editorial publica. "Resulta escandaloso que en la gran mayoría de los suplementos culturales sólo tengan cabida los libros publicados por las editoriales de alguno de los grandes grupos ¡como si el lector leyera sellos editoriales en lugar de novelas!", afirma.
Este joven valenciano tiene motivos para estar molesto. Numa ha traducido por primera vez al castellano la célebre novela Locus Solus del francés Raymond Roussel, y nadie se ha hecho eco.
A lo que asistimos, dice, es "a un proceso de concentración empresarial sin precedentes en España", que se trasluce en la industria editorial "con la desaparición de las pequeñas editoriales y librerías".
Lo que determina la escasa esperanza de vida de las pequeñas editoriales, añade, no es otra cosa sino el afán monopolizador de las grandes empresas, objetivo respaldado por "la hipocresía de escritores y periodistas que miran hacia otro lado o que incluso echan mano de la doble moral para justificar la falta de escrúpulos de sus padrinos", observa Castelló.
Desde su perspectiva, precisamente la libertad editorial esa por la que un siglo atrás Twain combatió está siendo vulnerada condenando los libros de las pequeñas editoriales a las estanterías más remotas, marginados como un esquirol al que se le quiere apartar con un grito decimonónico: ¡intrusos! –
Periodista y escritor, autor de la novela "La vida frágil de Annette Blanche", y del libro de relatos "Alguien se lo tiene que decir".