Dicen que mucho antes del descubrimiento
de la lluvia,
las mujeres se bañaban con el polvo
que algunos reconocen como la luz de las estrellas.
Dicha forma de bañarse fue siempre un enigma
y las mujeres bailaban y reían sin descanso
como si la fiesta no tuviera un final en este mundo.
Melancolía y asombro en aquellas noches del origen,
cuando la lluvia era otra dimensión de la utopía
y bailábamos en el polvo con los senos desnudos
como si la resurrección fuese posible.
Dirán que mucho antes del descubrimiento
de la lluvia,
las mujeres desconocían el odio
y observaban la velocidad de las estrellas
cuya luz no era todavía un fenómeno
de naturaleza metafísica.
Algo de temor en aquellas noches del origen,
cuando el amor y el odio no existían
más allá del simulacro
de algunas mujeres que bailábamos sin culpa,
después de vislumbrar que la resurrección
era un alumbramiento
cuyo misterio se originaba en la más absoluta
inocencia. –