Los cuatro poetas que aquí presentamos forman parte de la llamada Nueva Generación de poetas británicos, de la cual hemos hecho una extensa antología de cerca de treinta poetas y trescientos poemas que Trilce Ediciones pondrá muy pronto en circulación. Este grupo de poetas comenzó a publicar a principios de los años ochenta y en este momento forma sin duda la parte más activa e innovadora del panorama poético de las Islas. Hasta ayer, la traducción al español de los poetas británicos terminaba, con alguna excepción, con la obra de Seamus Heaney. Al mismo tiempo, la última antología crítica importante de la poesía británica reciente fue publicada por Penguin bajo el título de Contemporary British Poetry y editada por Blake Morrison y Andrew Motion en 1982. De esa antología nosotros sólo incluimos en la nuestra a otro poeta irlandés, Paul Muldoon, cuyo talento comenzaba a despuntar. No es nuestra pretensión borrar del mapa a estos poetas. Hay, entre los nacidos en la década de los cuarenta, varios poetas relevantes, como Douglas Dunn, James Fenton (publicado en español recientemente por Ediciones Sin Nombre), Craig Raine, Carol Rumens y Christopher Reid. Y aquella antología es una muestra excelente de lo que entonces se estaba haciendo. Hoy es posible ver que esa antología presenta el principio de un desplazamiento en la poesía británica hacia nuevos territorios, más ricos y diversos, que han sido explorados con mucha mayor eficacia y originalidad por los poetas más recientes, nacidos casi todos después de 1950. Su vida está marcada por el hundimiento del sueño de solidaridad de la posguerra y los años ásperos del thatcherismo, y a esto responden en mucho.
Poéticamente, se trata de una generación que ha dejado atrás las fracturas en su tradición entre modernistas y conservadores para incorporar elementos temáticos y estilísticos en la construcción de poemas de alto grado de dificultad, sin caer en ningún purismo. Traducirlos ha sido un reto considerable. No es nuestra intención mostrar a la distancia las virtudes de los poetas que elegimos. Como toda antología, ésta marca exclusiones. Un eje crucial en nuestra tarea fue cuestionar las relaciones que los poetas en español tienen con sus contemporáneos. Traer a nuestro idioma estos poetas y estos poemas es, creemos, insertar en nuestro diálogo elementos extraños que lo puedan nutrir y perturbar. Vemos esta inserción no como una tarea cumplida sino como algo en marcha. Por supuesto, nos interesan muchos otros poetas, pero lo que nos importa es marcar un territorio, allá, que nos ayude a delinear un territorio acá.
Elegimos para esta muestra en Letras Libres a cuatro poetas con los cuales nosotros dialogamos un poco más de cerca desde hace varios años, los cuatro muy distintos. Pretendemos que el lector en español discuta con ellos (y con nosotros).
No estamos ahora en tiempos de guerras literarias. Pero la discusión siempre enriquece. A alguno le gustarán los poemas, pero le incomodará nuestra posición. No pretendemos que la poesía, siempre, vaya por aguas tranquilas. Es más, sólo si su discusión logra ir más allá de las mesas personales logrará hoy tener sentido. Estos poemas tocan temas que afectan otros espacios de la vida. "Los delfines", de Carol Ann Duffy, es un sesgado alegato contra el cautiverio, hecho con una sabiduría poética, empatía e imaginación que pocas veces hemos visto en los poetas en español que entran en esos temas. "Zona desmilitarizada" de Michael Hoffman retrata como pocos la tensión escayolada de las relaciones de pareja, sin ningún melodrama, con la mayor crudeza y con una intensa intimidad. "La llamada del apóstol Mateo" de James Lasdun es una compleja y cumplida incursión psicológica en un tema bíblico, una reconversión del tema y puesta al día sorprendente y sutil. En "Marisma y alondra" se puede apreciar la ponderada y sutil sensualidad visual y lingüística de Katherine Pierpoint, quien retoma y expande un tema caro a René Char.
La variedad de temas y de tonos que la antología a la que pertenecen estos poemas presenta, perfila unas voces puestas al acecho del elemento poético dondequiera que se encuentre —y se encuentra en todos lados. Si alguien nos preguntara cuáles son los dos o tres poetas centrales de esta generación responderíamos que es una pregunta interesante, típica de una manera de entender la poesía de la cual nos sentimos alejados. Nuestra antología recoge la obra de muchos poetas. Consideramos que los poemas que tradujimos son excelentes. En el futuro algunas de estas voces se irán apagando. "La meta es el olvido; yo he llegado antes", decía un poeta menor en boca de Borges. Pero hoy estos poetas nos dicen cosas que nos importan. Hemos traído a nuestro espacio a unas personalidades poéticas que tocan o cuestionan lo que nosotros y nuestros contemporáneos en español hacemos. Para ponerlo sobre la mesa, para discutirlo y discutirnos.
Carlos López Beltrán y Pedro Serrano
Carol Ann Duffy
Los delfinesMundo es donde se nada, o baila, así de simple.
Estamos en nuestro elemento pero no somos libres.
Fuera de este mundo no puedes respirar por mucho tiempo.
El otro tiene mi forma. Sus movimientos arman
mis pensamientos. También los míos. Hay un hombre
y hay aros. Y una culpa constante que fluye. Ninguna verdad encontramos en estas aguas;
no hay explicaciones que tiemblen en nuestra carne.
Fuimos benditos y ahora ya no lo somos.
Después de viajar en este espacio por días aprendimos
a traducir. Era el mismo espacio. Es el mismo
espacio siempre y encima de él está el hombre. Y ahora ya no somos benditos, pues el mundo
no se hará más profundo para soñar en él. El otro sabe
y por amor me refleja como soy.
Miramos nuestra piel de plata centellear
como el recuerdo de otro sitio. Hay una pelota colorida
que hemos de balancear hasta que el hombre haya desaparecido. La luna ha desaparecido. Circulamos por gastados surcos
de agua con una misma nota. Música de la pérdida irremediable
en el corazón del otro que petrifica el mío.
Hay un juguete de plástico. No hay esperanza. Nos hundimos
hasta el fondo del estanque hasta que el silbato suena.
Hay un hombre y nuestra mente sabe que moriremos aquí. -— De Standing Female Nude
Michael Hoffman
Zona desmilitarizadaMi cigarro brilla y tus huesos chasquean
en la oscuridad. Ya no otra escena de tortura…
Como los hombres en las trincheras, no fumo,
no quiero delatarme al enemigo.
—Pero el tabaco está mezclado con salitre
para que se mantenga encendido… Maldigo en silencio
el risoteo nervioso de la lumbre entre mis rodillas.No tiene sentido. Tú sabes dónde estoy
—en la silla, sosteniendo cuidadoso un cenicero
con la otra mano, escuchándote…
Después de la extenuante discusión en tu coche aparcado
descansamos del suplicio que somos el uno para el otro;
calmándonos, cada uno a su modo. —Y tú,
tú sufres de doble articulación y dolor de espalda.Estoy acostumbrado a tus calistenias
y al orden en que las realizas—una serie de estiramientos y de posiciones de yoga.
Me han dicho que el líquido estalla en los cartílagos
y se convierte en gas. Sea lo que sea, te ayuda a recuperarte…
En las noches buenas, me froto las manos
y retiro la estática de tus ojos.Esta noche no, por supuesto. Pero de todos modos
te oigo desvestirte, en este pequeño cuarto
en el que casi todas tus prendas caen a mis pies, y tú
te metes en la cama. Nos habíamos dejado de hablar,
pero ahora me pides que venga yo también a acostarme
y, mientras pienso en la bendición
de poder olvidar así nuestras diferencias, acepto. -— De Nights in the Iron Hotel
Katherine Pierpoint
Marisma y alondraUn hombre se sienta en un cuenco de sol en la marisma, a todas luces solo.
Una ligera hondonada le da refugio en este descascarado y abrasivo suelo,
aplanado a golpes por un clima pesado, laborioso.La marisma está rayada por venas de un agua tan salobre
que cruje suavemente al correr; plaquetas de lentejuela bruñidas por un ácido
—tan salobre que quema como el hielo, como la piel se pega y arranca de un metal helado.El agua carda con calma sus nudosos hilos blancos
en la carne de pescado azul y marrón del lodo.
Teje y desteje lentamente los filamentos en el pasillo de las agallas.La marisma es un garabato de toscos matorrales y algarroba enmarañada;
un collage achurado de los desechos de Dios;
extrañas cáscaras que vienen del desagüe, paños raídos
y estopa de acero; todo pegado en mechones por un nervioso actor suplente.Curvas secas y marrones de pasto que se doblan bajo charcos de luz blanca;
un paisaje como de polvorón desmoronándose en leche descremada.
El hombre escudriña en lo alto el canto de la alondra y cierra los ojos. Al ladearse, inhala la canción por todo su tibio camino hacia la luz.
Los párpados apenas filtran, estampando en un naranja-sangre caliente,
luego derriten caparazones de cangrejo con incrustaciones en rosa, verdeante bronce;acumulaciones y empozamientos extraños, una disolución que se expande;
el estambre negro mate de la lengua enroscada de la alondra.
El suavemente envuelto ramo de pulsos del tallo del cerebro. -— De Truffle Beds
James Lasdun
La llamada del apóstol MateoNo a la manera congelada y abrupta
en la mirada que un pintor ha impuesto,
Cristo en el umbral al señalarlo, el rostro de Mateo
iluminado en su perplejidad, la pátina, el goteo
de toda una vida en un despacho,
resquebrajada por la descarga de su elección súbita,sino con el paso de los años, paulatino,
insinuado, una curva invisible;
un sesgo constante que favorece siempre
en retrospectiva aquello a lo que se renuncie
frente a lo que se conserve, la sortija de sello
de oro depositada en el plato de un mendigo, el ojo que no comprende totalmente a la mano,
no todavía; el damasco heredado que se arroja al pasar
a un desconocido, la montura ceremonial
(monedas dobladas, trituradas nubes de perla taraceada), el leal
obsequio en irresistible impulso a un sirviente.
Donde antes estuvo ha quedadoun vacío en forma de montura que se desborda
breve, oscuramente… Damajuanas,
cavas de vino, y luego, conforme el impulso se afianzaba
en un hábito, el hábito en una necesidad acendrada,
la necesidad en una compulsión, la totalidad de los viñedos,
la tierra misma, los huertos, los rebaños, la casa toda,obsequiados, de cada objeto
el ahuecado vacío que se iba haciendo así
cada vez más vívido que la cosa misma, y
como si la renuncia diera llanamente
densidad al poseer; como si
hubiera vislumbrado en el dejarlo todo, el secretoincólume de un paria, la posesión
inversa… Y sólo entonces, casi superflua, la figura
da un paso suavemente hacia la puerta
de la habitación; familiar casi, anticipada,
recibida con calma, relajada, como a alguien
a quien se ha esperado un largo tiempo, y que llegó. -— De The Revenant—
Versiones de Carlos López Beltrán y Pedro Serrano