Los últimos registros de vuelo 370 de Malaysia Airlines con ruta Kuala Lumpur – Beijing apuntan a que, posiblemente, el avión se impactó en algún lugar del Océano Índico. Los esfuerzos internacionales han intensificado la búsqueda analizando imágenes satelitales y poniendo a prueba modelos de circulación oceánica y equipos geofísicos que emiten señales acústicas para escanear el fondo marino y detectar pulsaciones de objetos sumergidos.
En un accidente de tal magnitud, se asume que el avión sufrió daños estructurales al momento de acuatizar y se espera que, debido al choque, los materiales ligeros del avión se encuentren flotando a la deriva. En este escenario, el viento, el oleaje, las corrientes marinas, los giros y remolinos oceánicos alejarían esos restos del punto de impacto y los materiales más pesados, por acción de la gravedad, se habrían depositado en el fondo del océano a una profundidad aproximada de 4000 metros. A tales profundidades, las corrientes marinas son muy débiles, lo que significa que los restos del avión se encontrarían en un radio cercano a las coordenadas donde ocurrió el impacto. Si el avión hubiera acuatizado suavemente sobre la superficie del mar sin sufrir daños considerables –como ocurrió en 2009 cuando un avión de US Airways acuatizó en el Río Hudson–el avión se habría sumergido totalmente.
Si efectivamente el avión se impactó en el Océano Índico encontrarlo, como ya se ha visto, no es una empresa fácil. Las condiciones ambientales al sur de este océano son muy hostiles. Existen fuertes tormentas que generan uno de los oleajes con mayor energía de las aguas oceánicas y las corrientes marinas destacan por su intensidad y desplazamiento hacia el este. El océano tiene sus propios sistemas de tormenta que se intensifican en latitudes tropicales y producen remolinos que son afectados por la rotación de la tierra y el viento. Estos remolinos pueden crecer cientos de kilómetros, desprenderse de la corriente y transportar materiales que flotan en la superficie. Los remolinos se mueven de maneras erráticas y es casi imposible predecir con exactitud sus trayectorias a largo plazo. Por lo tanto, si hubo restos del avión flotando en la superficie, estos habrían sido desplazados por la acción combinada de las corrientes y los remolinos, y es muy complicado trazar su recorrido con precisión.
En la siguiente liga se puede apreciar una animación realizada por un grupo de investigadores australianos que utilizó un modelo desarrollado por el Instituto Tecnológico de Massachusetts para simular la presencia de remolinos y las complejas corrientes en la región. La simulación ejemplifica cómo partículas que están en una superficie contigua del océano se pueden alejar más de un kilómetro en un solo día.
Para rastrear objetos a la deriva en la superficie del océano y predecir su ubicación geográfica, se utilizan simulaciones hechas con modelos de circulación oceánica que utilizan, principalmente, datos climatológicos: temperatura, viento, presión atmosférica y oleaje. También se emplean los datos que arrojan boyas a la deriva, rastreadas en tiempo real por vía satélite, que ayudan a calibrar y validar los modelos de predicción. Estas simulaciones predicen las potenciales trayectorias de partículas u objetos flotantes con la intención de reducir el área de búsqueda.
Para encontrar los restos sumergidos del avión se están utilizando barcos con tecnología de rastreo (sonares). Estos funcionan con señales acústicas (de entre 100 a 500kHz) que rebotan en el fondo marino o en los objetos que están depositados sobre este produciendo imágenes que pueden describir desde tipos de sedimento hasta objetos arqueológicos. Estos barcos también cuentan con equipos que pueden detectar pulsaciones con frecuencias similares a las emitidas por las cajas negras de los aviones (el fin de semana pasado los buques Haixun 01 y Ocean Shield captaron una de estas frecuencias). La desventaja de estas técnicas es que si no se conoce la ubicación de los restos del avión, su búsqueda podría llevar muchísimo tiempo ya que el barrido de las imágenes y la detección de pulsaciones se limitan a la posición y trayectoria del barco. Para poder detectar las pulsaciones que emiten las cajas negras, los detectores de los barcos tienen que sumergirse a una distancia no mayor a 3.7 Km de las cajas.
Los métodos empleados en la búsqueda del vuelo MH370 son equiparables a los utilizados para rastrear el avión de Air France AF447 que impactó en el Océano Atlántico en 2009. El análisis de datos e imágenes satelitales y las simulaciones de circulación oceánica, seguidas por técnicas de rastreo en aguas profundas, fueron piezas claves para determinar su paradero, en las profundidades oceánicas, después de dos años de búsqueda. Sin embargo, a diferencia del caso del vuelo AF447, que arrojó evidencias físicas a 5 días de su desaparición, del MH370 aún no hay evidencias materiales y se desconocen los motivos por los cuales desvió su ruta. La búsqueda de nueva cuenta vuelve a estar a contrarreloj, las baterías que permiten a la caja negra emitir señales tienen una vida promedio de un mes y precisamente hoy se cumplen 30 días de la desaparición del vuelo.
Oceanógrafo. Trabaja en consultoría de ingeniería costera en Seattle, Washington.