Piedra de sol, 1957
Escapar de la fragilidad de los asuntos humanos se ha recomendado tanto, que la mayor parte de la filosofía política desde Platón, podría interpretarse fácilmente como los diversos intentos de encontrar bases teóricas y formas prácticas que permitan escapar de la política por completo.
Hannah Arendt
Fue el 28 de septiembre de 1957 cuando se publicaron los primeros 300 ejemplares de este poema de largo aliento en la colección Tezontle del Fondo de Cultura Económica, el cuidado de la edición estuvo a cargo de Alí Chumacero. Ese mismo año se estrenó Tizoc: Amor indio, dirigida por Ismael Rodríguez y protagonizada por María Félix y Pedro Infante, y en 1958 ganó el premio Globo de oro por mejor película en lengua no inglesa.
Las dos piezas culturales Piedra de Sol y Tizoc comparten preocupaciones en cuanto a los temas con los que están compuestas: el amor, la humanidad, las jerarquías, la otredad y el mestizaje. Las dos piezas están realizadas a su vez con una cuidada y extraordinaria factura en la que se sintetizan y se resuelven estéticamente las contradicciones de una nación que, a tres décadas de la institucionalización de la revolución, seguía pujando intensamente por ingresar al concierto de las naciones con un tono acorde, armónico y magnificente.
Quinientos ochenta y cuatro endecasílabos conforman Piedra de sol, este monumento lingüístico cuya temática es la fragilidad de los asuntos humanos, principalmente el enfrentamiento entre un hombre y el cuerpo de una mujer. Piedra de sol es un poema vertical, esbelto, rotundo y regular que se expande a lo largo de varias páginas; este poema, que fue incluido al final de la sección “Estación violenta” de la antología Libertad bajo palabra, es quizá uno de los poemas más sólidos y reconocidos de la lengua hispana, comparte con Primero sueño o Muerte sin fin la tarea de integrar una disertación filosófica en la que se resuelven—aunque sea momentáneamente— las cuitas ideológicas, personales, estéticas o políticas de la voz lírica a través de los versos.
Piedra de soles un monumento y su tema es la fragilidad de los asuntos humanos, fragilidad que está signada por el deseo. Los cuerpos deseantes son cuerpos políticos; el conflicto y la negociación del deseo es un asunto de poder que se actualiza y resuelve en cada momento y espacio histórico. Tizoc trata también de la fragilidad de los asuntos humanos, el cuerpo deseante, en este caso, es el cuerpo de un indio que desatará una tragedia repetida en cada una de las proyecciones que se hacen en televisión.
Amar es combatir
Durante los primeros 74 versos del poema, el cuerpo de la mujer es territorio, geografía por la que la voz lírica sube y baja; el cuerpo de la mujer deviene en la imagen de un árbol líquido. Como el agua ese cuerpo de mujer será incoloro, inodoro e insípido; como el árbol será un cuerpo con movimiento motivado por el viento pero enraizado y estático, sujeto a los cambios y movimientos del exterior. Como el árbol y el agua ese cuerpo será un fenómeno de la naturaleza.
cierras mis ojos con tu boca de agua,
sobre mis huesos llueves, en mi pecho
hunde raíces de agua un árbol líquido,
voy por tu talle como por un río,
voy por tu cuerpo como por un bosque,
como por un sendero en la montaña
que en un abismo brusco se termina
voy por tus pensamientos afilados
y a la salida de tu blanca frente
mi sombra despeñada se destroza,
recojo mis fragmentos uno a uno
vv. 64-74
Alrededor del endecasílabo 114, ese cuerpo de mujer —pura naturaleza— tendrá un nombre, será una construcción de la cultura occidental. Se llamará entonces Melusina, Laura, Isabel, Perséfona, María, nombres emblemáticos de personajes femeninos conflictivos: una sirena sobre la que pesaba una maldición, el personaje que inspiró los doloridos versos del Cancionero de Petrarca, santas, una diosa del inframundo griego y la madre de Cristo; nombres como emblemas arquetípicos de un conflicto, mujeres como fuerzas de la naturaleza que al tener un nombre devienen construcciones culturales para hacer asequible esa naturaleza y construir una narrativa controlable. Cuerpos que versos más adelante serán de piedra y se sublimarán en un par de ojos y en un instante, en el que la voz lírica simula un desvarío de recuerdos en los que rememora un par de escenas con cuerpos de mujeres que hablan:
¿por la Reforma Carmen me decía
“no pesa el aire, aquí siempre es octubre”,
o se lo dijo a otro que he perdido
o yo lo invento y nadie me lo ha dicho?,
vv. 266-269
¿desde el hotel Vernet vimos al alba
bailar con los castaños? “ya es muy tarde”
decías al peinarte y yo veía
manchas en la pared, ¿sin decir nada?,
vv. 275-278
En estos versos, el cuerpo de la mujer es un cuerpo que camina y habla, se peina y habla. Lo que dicen esos cuerpos no es poca cosa, el primero comenta muy retóricamente el clima al transitar por calle de la ciudad de México, la avenida Reforma; el otro cuerpo habla del transcurrir del tiempo en la habitación de un hotel ubicado en los Campos Elíseos de París. En ambos casos, el cuerpo de mujer —con y sin nombre— habla de dos temas recomendados por la etiqueta social para evitar conflictos que deriven en discusiones: el clima y el tiempo. Las otras mujeres que aparecen en el poema son las que podemos ubicar en el espacio y tiempo de la Guerra Civil española:
Madrid, 1937,
en la Plaza del Ángel las mujeres
cosían y cantaban con sus hijos,
después sonó la alarma y hubo gritos,
casas arrodilladas en el polvo,
vv. 288-292
Y otro cuerpo de mujer realiza una acción junto a un hombre que lee:
el cuarto con ventanas a otros cuartos
con el mismo papel descolorido
donde un hombre en camisa lee el periódico
o plancha una mujer; el cuarto claro
que visitan las ramas de un durazno;
vv. 307-314
De manera que las mujeres situadas en un espacio histórico temporal dentro del poema son cuerpos que caminan, hablan, se peinan, cantan, planchan y cosen con sus hijos. Evidentemente son cuerpos de mujeres que no disienten ni cuestionan ni profieren maldiciones, son cuerpos sin deseo, son parte de la naturaleza, por tanto son cuerpos apolíticos. Estos cuerpos identificados en espacios y tiempos históricos son cuerpos fuera del combate amoroso, político, ético o estético. Como fuerzas de la naturaleza estos cuerpos son un escenario, no un interlocutor aunque canten o hablen del clima y el tiempo, su voz no es la voz del deseo, no son una voz política. El único cuerpo femenino que profiere un deseo es la legendaria Eloísa:
amar es desnudarse de los nombres:
“déjame ser tu puta”, son palabras
de Eloísa, mas él cedió a las leyes,
la tomó por esposa y como premio
lo castraron después; mejor el crimen,
vv. 374-380
Las palabras proferidas por Eloísa en este poema parecen ser la confirmación de la regla. El cuerpo de mujer deseante produce castración según esta voz lírica; al revisar la correspondencia entre los amantes franceses del siglo XI, podemos identificar que las palabras “déjame ser tu puta” son una lectura muy personal de la voz lírica con respecto de la propuesta de Eloísa. Consta en la publicación de la correspondencia que Eloísa le propone al filósofo Abelardo arreglarse en un amasiato que le otorgue a ambos la libertad necesaria para continuar con los estudios filosóficos que cada uno desarrolla y no precisamente convertirse en una “puta” consagrada en exclusividad al placer concupiscente. Esa versión personalísima de la voz lírica de las palabras de Eloísa está mediada por una cultura en la que la mujer deseante es un cuerpo en conflicto al que hay que regular.
Apenas tres años antes de la publicación de este poema, se reconoció a las mujeres mexicanas la posibilidad de votar y ser votadas en elecciones federales y, para entonces, el español era la única lengua reconocida oficialmente por nuestra Constitución a pesar de la extraordinaria diversidad cultural de nuestro país. Sin embargo, había un ambiente cultural muy propicio a mostrar una nación sólida, de una sola pieza, como un monumento:
las paredes
invisibles, las máscaras podridas
que dividen al hombre de los hombres,
al hombre de sí mismo, se derrumban
por un instante inmenso y vislumbramos
nuestra unidad perdida, el desamparo
que es ser hombres, la gloria que es ser hombres.
vv. 356-362
Los quinientos ochenta y cuatro versos de Piedra de sol aluden al número de días en que el planeta Venus tarda en dar una vuelta alrededor del Sol. En el panteón romano, Venus ha sido considerada en sus diversas acepciones como patrona de la maternidad, aunque el culto que prevalece en la cultura occidental y con el que identificamos a la diosa, es el que la consagra a las libertades sexuales y eróticas; libertina, apasionada y victoriosa sobre el corazón de los hombres. Una Venus erotizada consagrada a las artes amatorias, divina e inalcanzable como “La niña María” de la película que le valió el premio a la mejor actuación del Festival de Berlín a Pedro Infante.
Esta Venus patrona del erotismo es el cuerpo aludido desde los primeros versos del poema. Las otras mujeres que aparecen en el poema no son Venus, no son diosas, son cuerpos que hablan, cantan, se peinan pero que no desean. Son cuerpos transparentes, “bien plantados más danzantes”. Así el conflicto se suprime. El interlocutor de Piedra de sol no es una mujer, ni la humanidad en abstracto, es el hombre de la modernidad, es el hombre urbano que pretende involucrarse en los asuntos de la polis y al que se le advierte “amar es combatir”.
La otredad que es el cuerpo de la mujer en Piedra de sol se resuelve y disuelve entonces a partir del “endiosamiento” de manera que el cuerpo de la mujer deviene cuerpo temible, inalcanzable y castrante, solo cuerpo, naturaleza. Idealizar la otredad fue la gran tarea de la modernidad nacional y permitió crear productos de importación que fueron premiados y reconocidos, lo que a su vez permitió —aunque fuera momentáneamente— escapar de la fragilidad de los asuntos humanos.
(ciudad de México, 1977) es poeta. Ha publicado Desde las ramas una guacamaya, Se llaman nebulosas, Kilimanjaro, .peceras y El tema de la escrofularia.