El sacrificio de la neutralidad de la red

La derrota a la neutralidad del internet augura un cambio negativo en la manera en la que hacemos uso de esa red. 
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La neutralidad de la red era uno de los pocos dogmas sacrosantos que sobrevivían en la era de las comunicaciones digitales, una de las últimas certezas en un tiempo de incertidumbre, promesas incumplidas y poderosas amenazas que acechaban desde nuestros monitores. El martes 14 de enero del 2014 la corte estadounidense de apelaciones del distrito de Columbia eliminó las reglas de Internet Abierto, establecidas en 2010 por la FCC (Comisión Federal de Comunicaciones) con el fin de proteger la libertad de acceso a los servicios de internet ante el creciente poder de las corporaciones de telecomunicaciones. En esencia los puntos principales de estas reglas obligaban a los proveedores de internet de banda ancha (de líneas fijas y móviles) a ser completamente transparentes en cuanto a su administración del flujo de información, en especial en los momentos de congestión en sus sistemas. Se prohibía el bloqueo de contenido legal, aplicaciones, servicios y en el caso de las líneas fijas se prohibía toda acción censora o de preferencia injustificada en su servicio.

La acción legal fue el resultado de una demanda de la empresa Verizon, la cual cuestionaba que la FCC tuviera la autoridad del Congreso para imponer reglas semejantes a las telecomunicaciones. La decisión de la corte abre las puertas a una serie transformaciones que potencialmente cambiarán la naturaleza de internet al permitir la existencia de “carriles de alta velocidad”, nuevos sistemas de pago por privilegios y prioridades así como apabullantes actos de censura y sabotaje por parte de las empresas que controlan el acceso a la red. La desaparición de estas reglas permitirá las condiciones idóneas para dar ventajas a las grandes corporaciones y para bloquear a las pequeñas empresa nuevas o independientes. Es previsible que compañías que ofrecen contenido en streaming como Netflix y Amazon tendrán canales preferenciales por los que deberán pagar tarifas que a su vez pasarán a sus usuarios. Así mismo, existe la posibilidad de que los proveedores de acceso a internet ofrezcan diferentes niveles de servicio: plus, doble plus o platino (en una irrefrenable espiral ascendente) además de que eliminarán todos los servicios sospechosos de promover la piratería, así como los sitios de compartir archivos y todo sistema de BitTorrent. De esta manera quienes paguen más tendrán servicios más rápidos y confiables, mientras que el resto de los usuarios deberán desarrollar su paciencia al usar servicios cada día más lentos y muy probablemente congestionados de manera artificial. Basta ver el modelo de la televisión de paga, que en sus canales “básicos” ofrecen una saturación de opciones de bajo costo (viejos programas, reality shows, entretenimiento e información chatarra) entre interminables oleadas de comerciales (¿no era originalmente la pretensión de la tele de paga eliminar o reducir el número de comerciales?), en cambio ofrecen productos más atractivos en su canales premium, con costos adicionales.

La cibercultura nace en gran medida en la radicalidad, era una actitud transgresora de quienes deseaban liberar las comunicaciones, la información, y que tenían lemas como “La información quiere ser libre” y “La calle tiene sus propios usos para las cosas”. Uno de los motores de la invención en internet ha sido siempre la apertura y la posibilidad de competir con cualquiera en un terreno de equidad, en donde hasta el blog más modesto puede robarle la atención a los grandes consorcios del entretenimiento y la información. La competencia desleal y las actitudes monopólicas representan sin duda un obstáculo para la creatividad. La promesa de las corporaciones es que al eliminar estas reglas podrán ofrecer nuevos y mejores servicios. La realidad es que se trata de una estrategia ambiciosa y egoísta con miras a un control total del futuro de las comunicaciones digitales.

Internet no se inventó para hacer la mayoría de las cosas que ahora hacemos cotidianamente en línea, nuestra vida digital requiere de procesos de una complejidad asombrosa. Internet ha transformado la cultura, las relaciones humanas y la economía. Gracias a este recurso nuestra existencia se ha simplificado y enriquecido. Sin embargo, la privacía ha sido la primera víctima de la conveniencia. Ahora, tras casi un par de décadas de acostumbrarnos al asombroso poder de esta herramienta y volvernos dependientes de ella, súbitamente las reglas están a punto de cambiar. Paradójicamente esta decisión tuvo lugar tres días antes de que Obama anunciara una reestructuración de los métodos de espionaje y política de vigilancia que emplea la NSA de manera indiscriminada en las comunicaciones. El FCC ha asegurado que luchará por todos los medios para revivir las reglas de Internet Abierto. Lamentablemente es poco probable que tenga éxito.

Es tiempo de ponernos de luto por la muerte de la neutralidad de la red. 

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(ciudad de México, 1963) es escritor. Su libro más reciente es Tecnocultura. El espacio íntimo transformado en tiempos de paz y guerra (Tusquets, 2008).


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