Ramen: cosas que es mejor hacer solo

La verdadera globalización alimentaria es instantánea. El ramen ha ganado espacio en los mercados más cotizados del mundo, México, Brasil, Estados Unidos, Sudáfrica, y en Japón se lanzan 600 nuevos sabores cada año.
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Lo primero que hizo al mudarse fue botar el microondas. Teníamos dos días viviendo juntos y me advirtió que ese aparato causaba cáncer, fiebre amarilla, malaria, insuficiencia cardíaca, impotencia. El microondas o yo, amenazó, y desde entonces mi feliz relación con el ramen instantáneo se convirtió en un romance tórrido en la oficina, o en casa de amigos, o en hoteles con cocinita. El año pasado se sirvieron cien mil millones raciones de ramen en todo el mundo, según mi nuevo libro favorito, y ahora que el amor pasó y tengo años con libre albedrío para comprar y usar microondas, entiendo que no somos nosotros los que estamos equivocados. El problema era ella.

 

Ramen es un nombre genérico para fideos chinos de harina de trigo, normalmente en caldo de res o pescado. Se supone que los primeros son de 1910, cuando cocineros de ese país trabajan en Japón y buscaban rendir mejor el soba –fideos japoneses–. Así que ya desde entonces el ramen tiene un carácter proletario y refinarlo es casi traicionar su origen, aunque lo hagan tan bien en Ippudo, en el East Village neoyorquino. Decenas de personas se amontonan en la sala de espera del restaurante durante cuarenta y cinco minutos hasta conseguir espacio en largas mesas compartidas, tiempo suficiente para sacar quince raciones de ramen instantáneo del microondas. Qué tarados, pienso, y entonces recuerdo que yo podría haber sido uno de ellos en el pasado, buscando amor de tres minutos lejos de mi hogar.

 

Fue en 1957 cuando un señor de posguerra deprimido, Momofuku Ando, ideó la forma industrial de procesar el ramen para empacarlo y luego rehidratarlo en pocos minutos. ¿La clave? Sodio para alimentar a tres ejércitos y freír los fideos en aceite de palma, que es 49% grasa saturada. Para que se hagan una idea, la manteca de cerdo "más mantecosa" es 40% grasa saturada.

 

La lucha de nutricionistas contra el ramen instantáneo es intensa y no hace sino alimentar el placer culposo de comprarse uno de esos vasitos de poliuretano y meterlos en el microondas. No recomendaría comerse dos de esos al día, pero la sensación de pararse frente al anaquel de la tienda y fingir que hay mucha diferencia entre los de pollo, carne y camarón es una linda mentira, como creer que el amor dura cuando empieza con una amenaza. 

 

Más que Coca-Cola y McDonald’s, la verdadera globalización alimentaria es instantánea. El ramen ha ganado espacio en los mercados más cotizados del mundo, México, Brasil, Estados Unidos, Sudáfrica, y en Japón se lanzan 600 nuevos sabores cada año. Precisamente leí que 45% de las japonesas entre 16 y 24 años no están interesadas en ningún tipo de contacto sexual. El ramen, hay que decirlo, es una experiencia solitaria.

 

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Les cuento que recibí 65 invitaciones para comer en México y que la próxima semana viajo conmovido con tanta generosidad. Ya empecé a contactar a quienes me propusieron platillos y mesas más interesantes, pero lo que más quisiera es tener cuatro estómagos y un mes para dedicarme a comer con todos ustedes. Muchas gracias.

 

 

 

 
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Periodista. Coordinador Editorial de la revista El Librero Colombia y colaborador de medios como El País, El Malpensante y El Nacional.


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