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Solo ausencia: performance y feminicidio

La interpretación más manida sugiere que el performance es una manera de resistir al capitalismo –un arte que no crea objetos, no produce mercancías. Rape Scene, de Ana Mendieta, es un performance que también decidió borrarse por otras razones
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Esta es solo una reconstrucción de los hechos:

En la primavera de 1973, un grupo de estudiantes recibió una invitación de parte de una compañera que, como ellos, asistía al taller artístico de Hans Breder en la universidad de Iowa. Debían estar en Moffitt Street, en el departamento de Ana Mendieta, a media tarde. Era una buena oportunidad para alejarse del campus que, por entonces, estaba asediado por el miedo, la policía, los reporteros y los rumores.

Debió haberles parecido extraño el silencio que los rodeaba mientras subían las escaleras y andaban por el corredor. No se oían los ruidos habituales de una reunión, de una fiesta. En cambio, se encontraron con la puerta entreabierta del departamento que se presentía a oscuras. Uno de ellos se quedó helado. Pensaron lo peor hasta que alguien se atrevió a empujar la puerta y fueron entrando tímidamente a la habitación.

Dentro había una lámpara que, dispuesta como reflector, iluminaba con su luz blanca las nalgas desnudas de Ana y la sangre que chorreaba por sus piernas hasta sus tobillos, donde estaban sus calzones que cada vez se empapaban más y que muy pronto quedarían completamente rojos. Junto a sus pies estaban las piezas de un plato de cerámica. Ana estaba doblada sobre una mesa blanca de madera –las dos manos atadas a una de sus patas. No querían creerlo. Apenas un mes antes, un par de alumnos habían encontrado el cuerpo brutalizado, violado y asfixiado de otra compañera de la universidad. Y ahora, esto. Poco a poco, los invitados se sentaron en el piso y alguien empezó a fotografiar la escena: Ana permaneció una hora en esa posición.

*

Lo anterior no es más que un ensayo. Una recreación hecha de oídas, libros y testimonios de un performance que hizo Ana Mendieta por la violación y el asesinato de Sarah Ann Ottens, una de sus compañeras de universidad. Escribo sobre Rape Scene a sabiendas de que debo lidiar con su desaparición. No puedo apartar un día para visitar la obra en un museo porque no existe como objeto artístico: después de una hora, Ana Mendieta se levantó de la mesa, se lavó las piernas, volvió a vestirse y quizás tiró los pedazos del plato roto a la basura mientras sus compañeros regresaban a casa. Es seguro que todos discutieron la escena en la siguiente clase de Hans Berder, como también lo es que no quedaron rastros materiales del acontecimiento –apenas unas fotografías que no alcanzan a decir gran cosa.

La interpretación más manida sugiere que el performance es una manera de resistir al capitalismo –un arte que no crea objetos, no produce mercancías. Quiero pensar que Rape Scene es un performance que también decidió borrarse por otras razones.[1] Precisamente porque el performance no es una representación pensada para permanecer es que puede ser la manera más elocuente y radical de lidiar con el feminicidio.

Y es que Mendieta no esculpió un monumento. No colgó una placa conmemorativa. No hizo una marca que sirviera como un reconocimiento rápido de la muerte de una mujer. Rape Scene fue un encontronazo, brutal, sí, pero que no pretendió ser un vestigio. Ocurrió y ya no está. Quiso entrar y salir del mundo, de la conciencia –y no resguardarse, reconfortante, en la memoria material de un museo. Antes que incluirse en un acervo que cumpla con los estándares de la diversidad y perspectiva de género, prefirió autoeliminarse. Si esto es cierto, entonces el feminicidio no corre, por medio del performance, el riesgo de institucionalizarse. Porque no se repite, porque desaparece definitivamente, no hay nada que contemplar –ni fetichizar.

Visto así, el performance no es el arte del alivio, sino uno que existe mientras dura la experiencia violenta y que termina en la intransigente ausencia –justo como la violación y la muerte de Sarah Ann Ottens.

 

[1] La lectura del trabajo de Ana Mendieta como pérdida y desaparición es de Jane Blocker. La historiadora usa estos y otros conceptos (como el de la desmaterialización y la impermanencia) para acercarse a las esculturas de Mendieta. Yo quisiera aplicar estas ideas al performance Rape Scene de 1972. Ver Jane Blocker, Where Is Ana Mendieta? Identity, Performativity, and Exile, Duke University Press, Durham y Londres, 1999.

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(Ciudad de México, 1986) estudió la licenciatura en ciencia política en el ITAM. Es editora.


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