El cuerpo como campo de batalla

Brasil es un país de claroscuros en términos de derechos trans. Un documental de la joven cineasta Alicia Riff retrata esta realidad compleja.
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Brasil es un país de claroscuros en términos de derechos trans. Por un lado, tienen lugar manifestaciones públicas como la marcha del orgullo gay en São Paulo, que en 2017 reunió a más de tres millones de personas, confirmándose como el más grande del mundo; por el otro, en ese mismo año casi 500 brasileños murieron por casusas relacionadas a la homofobia (asesinatos y suicidios), según cifras de la ONG Grupo Gay da Bahia, incluyendo a Dandara dos Santos, la mujer transexual a la que al menos cuatro jóvenes torturaron y asesinaron, frente a una cámara de video, el 15 de febrero en las calles de Fortaleza, al noreste del país. 


La violencia contra la comunidad LGTBIII en Brasil se debe en gran medida, dicen algunos expertos, al aumento de la popularidad de políticos de derecha vinculados a la iglesia evangélica. Ante un movimiento trans fuerte, se ha generado un reacción ultraconservadora igual de intensa que ha encontrado eco político en algunos personajes infames como Jair Bolsonaro, que le dijo a una legisladora desde el podio del Congreso que no se merecía el privilegio de ser violada por él y ha expresado que preferiría que uno de sus hijos se muriera en un accidente a que resultara ser homosexual.

Fue en este contexto que la joven cineasta Alice Riff hizo Mi cuerpo es político (2017), un documental que tiene por protagonistas a cuatro personas –una mujer transexual, un hombre transexual, una non-binaria y una travesti– que viven en las afueras de São Paulo. Al tiempo que sus vidas son abordadas en el terreno de lo privado (son retratados mientras se maquillan, desayunan, trabajan, salen a divertirse o simplemente caminan por sus barrios: todas ellas actividades íntimas con significados políticos), se toca también su experiencia en un contexto social más amplio que involucra su dimensión como activistas y abre interrogantes sobre la comunidad trans brasileña y las disputas que enfrentan. 


Lo que vemos en pantalla confirma algo que sabíamos, pero que vale la pena reafirmar: hay muchas maneras de habitar el cuerpo propio y crear una narrativa personal en torno al género, y la división binaria a la que estamos acostumbrados excluye muchas experiencias que son completamente válidas y refuerza estereotipos que impiden a muchos hacerse de un lugar de libertad en la sociedad. No sólo para las personas trans, pero acaso sí especialmente para ellas, el cuerpo es un espacio de lucha, de tensión: un cuerpo político.


Aunque la directora dice que las escenas fueron más controladas que una simple observación, ya que muchas de ellas fueron planeadas con los protagonistas, Mi cuerpo es político tiene un estilo que permite a los principales actores de esta lucha social representarse a sí mismos sin necesidad de intermediación de otras voces. En palabras de Riff: “Para mí era importante tener claro en la película la distancia que representa el respeto por el lugar de cada uno. … Yo no soy trans, yo no soy negra. A mí no me interesa hacer un cine sobre una existencia que yo no vivo, yo no sufro, explorando la violencia, las historias trágicas o explotando la debilidad de esos personajes.” 


Si el cineasta es, como dice Walter Benjamin, una especie de cirujano que corta cuerpos en el espacio para manipular anatomías de lo visible, entonces resulta esencial que el cine documental latinoamericano apueste a retratar un escenario que ha sido invisibilizado de tantas maneras. En este sentido, hacer una película sobre la temática trans es más que construir puentes de diálogo hacia una comunidad marginada: es también pensar en cómo se producen imágenes a partir del privilegio propio y de qué manera puede esto contribuir a una de las luchas sociales más urgentes y relevantes de nuestros tiempos.

Este año, Mi cuerpo es político forma parte de Ambulante, Gira de Documentales. Para revisar las proyecciones que habrá esta semana, algunas de ellas con presencia de la directora, visita su página web.

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(Ciudad de México, 1984). Estudió Ciencia Política en el ITAM y Filosofía en la New School for Social Research, en Nueva York. Es cofundadora de Ediciones Antílope y autora de los libros Las noches son así (Broken English, 2018), Alberca vacía (Argonáutica, 2019) y Una ballena es un país (Almadía, 2019).


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