El ministro de interior de Italia ha prometido hacer un censo de gitanos. Quiere tener “una fotografía de la situación”. Dice que a los ilegales los echaría (aunque muchos de ellos son ciudadanos comunitarios y no puede). A los legales, “desgraciadamente”, tiene que quedárselos. Ese “desgraciadamente” es muy elocuente. En original dijo: “i rom italiani purtroppo te li devi tenere a casa”. A los gitanos italianos desgraciadamente nos los tenemos que quedar en casa.
A menudo la argumentación del racista para expulsar inmigrantes es que han entrado ilegalmente al país. Salvini dijo en campaña: “Queremos echar a los inmigrantes ilegales. Punto.” En sus mítines, la gente gritaba y saltaba: “Ilegal el que no bote”. Salvini se unía a ellos.
El racista oculta el desprecio étnico con una cuestión administrativa. A menudo el racista es, a pesar de que dice luchar contra la “corrección política”, muy políticamente correcto. No dice lo que piensa claramente, porque sabe que no es aceptado. Filtra sus palabras con eufemismos, ironía, códigos especiales. Estar en contra de los “ilegales” es, a menudo, una manera de estar en contra de los inmigrantes en general.
El discurso contra los “ilegales” considera que lo importante es la ciudadanía, pero a menudo acusa al inmigrante de aprovecharse del Estado de bienestar. Si el problema es que son ilegales, al legalizarlos recibirán más del Estado de bienestar que ahora, que reciben migajas. El problema no es que sean ilegales sino gitanos.
Al decir “purtroppo” Salvini demuestra que la verdadera molestia no es el estatus administrativo sino la raza. Salvini es un racista. Es un racista de manual. Habla de una “limpieza en masa” (“pulizia di massa”), etiqueta a los inmigrantes como “carne humana”, a las ONGs de mafiosas, su campaña electoral tenía como eslogan “Stop Invasione. Prima la nostra gente”. No hay eufemismos ni “silbatos de perro”. Ni políticamente incorrecto ni estupideces así: racista.
Es cierto que la palabra racista está devaluada. La aplicamos con mucha ligereza. Como escribe Robert Hughes en La cultura de la queja,
En situaciones de tensión, la gente airada que no tiene suficiente lenguaje (o cuyo lenguaje es solo el sirviente de una ideología) busca la palabra más emotiva que puede encontrar: ‘racista’ es la quintaesencia del ejemplo actual, una palabra que, como ‘fascista’, implica tantos niveles de denuncia indiscriminada que ha perdido cualquier significado estable que hubiera tenido alguna vez.
Pero el concepto no ha perdido del todo su sentido. Un censo basado en la etnia, sin tener en cuenta otros factores, con el único objetivo de marcar a individuos por su “raza”, es lo que los anglosajones llaman racial profiling: es un esencialismo, es utilizar la raza como explicación única de una comunidad, y es institucionalizar ese esencialismo, usar la raza como justificación para la expulsión de un país. Salvini dice que él va de cara, primero los italianos: pero un 43% de los gitanos de Italia tienen la nacionalidad italiana, según la Asociación 21 de julio, que defiende a la comunidad gitana en Italia. Racismo significa que la etnia justifica la nacionalidad. Tras las críticas, dijo que lo que buscaba era mejorar la escolarización o el pago de impuestos en las comunidades gitanas. Pero ¿para qué necesita saber su etnia? En 2008 el gobierno de Berlusconi intentó hacer un censo similar. Como explica Ismael Monzón en El Diario,
Funcionarios italianos fueron a los diferentes asentamientos a tomar la huella digital, hacer fotografías de familia e incluso realizar un control de los tatuajes a la población gitana. Si pasaba por allí un ciudadano de otra etnia, quedaba exento del registro. La medida fue impugnada por un tribunal administrativo de la región del Lazio, cuya capital es Roma; censurada por el Parlamento Europeo y, en 2013, el Gobierno tuvo que indemnizar con 8.000 euros a una mujer que había sido sometida a estos registros. La Justicia terminó frenando la iniciativa al considerarla discriminatoria, pero el Ejecutivo la aplicó durante año y medio.
Hay gente en redes que, en una mezcla de ingenuidad y cinismo, defiende un censo solo por motivos informativos, para tenerlos controlados, o para ver cuánto reciben de subvenciones. Resulta siniestro. ¿Estaría justificado anunciar un censo de homosexuales para ver cuánto dinero recibe el Orgullo Gay? Otros dicen que quien critica esta medida como racista no ha convivido nunca con gitanos. Este argumento recuerda a un tropo antisemita muy común: si tanto les han perseguido, represaliado, echado de todos los sitios, criticado e insultado, será por algo.
En Italia se estima que hay entre 120.000 y 180.000 gitanos. Casi la mitad son ciudadanos italianos. Es una población muy inferior a la española. Según el estudio “Exclusión en la comunidad gitana. Una brecha social que persiste y se agrava”, de la Universidad de Navarra, la población gitana en España está entre los 800.000 y los 1,5 millones. Es una población poco integrada, con altos niveles de desempleo y pobreza severa, que además sufre de una discriminación más o menos normalizada, cuando no están simplemente olvidados.
Ricardo Dudda (Madrid, 1992) es periodista y miembro de la redacción de Letras Libres. Es autor de 'Mi padre alemán' (Libros del Asteroide, 2023).