En la página web oficial de Van Morrison, quien a finales de mes saca nuevo disco, se enumeran cinco temas suyos influidos por William Blake (1757-1827). La primera referencia al poeta inglés aparece en una de las canciones incluidas en el álbum Veedon Fleece (1974): “And we was contemplating Baba, William Blake and the Eternals / Goin’ down to the Sisters of Mercy / Looking for the Veedon Fleece”.
Van Morrison no es el único que ha reconocido su admiración o su deuda con Blake: ahí está el disco Songs of innocence and experience de Allen Ginsberg; el tema “My blakean year” de Patti Smith; o el “Taming the tiger” de Joni Mitchell, en el que aparece repetidamente el famoso verso “Tiger, tiger burning bright”. También podrían citarse escritores, como James Joyce, Aldous Huxley o Salman Rushdie. O casos cinematográficos: el protagonista de Dead man, de Jim Jarmusch, se llama igual que el autor de El matrimonio del cielo y el infierno; se citan varios versos de la obra en el filme.
Si bien en su propio tiempo tuvo poca repercusión, las resonancias de William Blake han sido muchas. Ahora, y hasta febrero de 2020, la Tate Britain alberga una impresionante exposición dedicada al poeta, pintor y grabador británico. Se trata de la mayor muestra sobre él en los últimos veinte años, y recoge más de trescientas obras, entre grabados, pinturas y acuarelas, algunas de ellas apenas mostradas al público con anterioridad. Si la intención del museo era reclamar el valor de Blake como artista visual además de poeta, la afluencia le ha dado la razón: con la entrada ya en la mano, había que hacer cola para entrar; y las salas estaban abarrotadas hasta rozar lo insoportable.
La exposición sigue un orden cronológico. Así, la primera sala se centra en los años de estudio en la Royal Academy, donde los alumnos aprendían a imitar más que a crear, algo frente a lo que Blake, quien defendió toda su vida la imaginación y la percepción creativas, pronto se resistió para poder desarrollar su estilo tan personal. Los espíritus y los fantasmas no tardaron en aparecer en sus creaciones.
En esa primera parte puede verse el único autorretrato del artista que se conoce, en el que este dirige sus enormes ojos al frente. ¿Son los ojos de un visionario? Eso sugiere el folleto del museo. Al parecer, Blake tuvo la primera visión a los nueve años. Y esa “capacidad” no le abandonó: hacia el final de la muestra se exhiben algunas de las piezas que componen la serie “Cabezas visionarias”, bocetos de los espíritus con los que Blake decía comunicarse por la noche.
La siguiente sala, que es doble, se llama “Making prints, making a living” y es quizá la más espectacular. En ella se explica y ejemplifica, por un lado, cómo Blake se ganaba la vida ilustrando para diferentes editores, sobre todo para Joseph Johnson. Johnson fue partidario de la Revolución francesa y era conocido por sus ideas radicales; sacó un periódico en el que escribían diversos reformistas británicos. También publicó, entre otros, a Mary Wollstonecraft (en la exposición puede verse una de las ilustraciones que hizo Blake para sus Original stories from real life) y a William Godwin.
Por otro lado, esta parte de la exposición se centra también en los “libros iluminados”, es decir, los textos del propio Blake, por él mismo ilustrados e impresos. Así los llamó, recordando a los manuscritos medievales, y para ellos inventó una técnica de grabado (relief etching) que le permitía combinar letra e imagen, lo cual suponía una enorme ventaja: “Milton y Shakespeare no pudieron publicar sus propias obras”, dijo. Se incluyen aquí sus Canciones de inocencia y de experiencia, el libro del que más ejemplares vendió, aunque no debió imprimir más de treinta –“The tyger” tiene una vitrina para el solo–. Y también América, una profecía.
En las siguientes salas se exhiben trabajos por encargo, fundamentales para la parca economía de Blake: ilustraciones de la Biblia, del Paraíso perdido de Milton, de los Cuentos de Canterbury de Chaucer… hasta llegar a las espectaculares acuarelas para la Divina comedia de Dante, que le encomendó el pintor y patrono John Linnell y que desgraciadamente quedó inconcluso por la muerte del artista.
Hay también una metaexposición: se ha recreado la muestra que en 1809 William Blake hizo de su propia obra, en el primer piso de la casa donde tenían su negocio los padres del artista. Fue la one-man exhibition, para cuyo anuncio Blake escribió: “In this Exhibition will be seen real Art, as it was left us by Raphael and Albert Durer, Michael Angelo, and Julio Romano; stripped from the ignorances of Rubens and Rembrandt, Titian and Correggio”. El experimento fue un fracaso.
Considerado actualmente como el creador de algunas de las imágenes más icónicas del arte británico, resulta curioso (si no irónico, en estos tiempos de un brexit que no acaba de llegar) que la muestra abra con la colorida “Albion rose” y prácticamente cierre con la ilustración para el frontispicio de Europa: una profecía (coloreada, por cierto, por la esposa del poeta). La Tate Britain logra su objetivo: mostrar a Blake al completo.
Es editora y miembro de la redacción de Letras Libres.