El discurso de Muamar Gadafi se resume en dos frases. Primero, una sobre otro país: “La unidad de China era más importante que la gente de Tiananmen”. Segundo, una sobre sí mismo en tercera persona: “Muamar Gadafi es historia, resistencia, libertad, gloria, revolución”.
El líder libio arrasará con la excusa de defender la unidad del país y está lo bastante ido como para creer que la violencia contra sus ciudadanos es lícita y necesaria. Los enemigos del régimen, dijo, son “ratas grasientas”, drogadictos y están en manos de extranjeros.
Gadafi no dejó dudas: es la guerra. Pero no lo va a tener fácil. El país está ya partido en dos. En el este, los civiles están al mando. Muchos soldados han desertado y se han unido a la revuelta con su equipo. Los periodistas que han podido entrar en Libia desde Egipto -la frontera quedó el lunes sin vigilancia oficial- cuentan que no se ven tropas de Gadafi, pero los hospitales están llenos. Sí hay aún facciones sueltas leales al gobierno. He visto informaciones sin confirmar de un ataque a una caravana de ayuda que venía de Egipto, con dos egipcios muertos.
El gobierno manda en la capital, Trípoli, que parece tranquila esta mañana. Ha habido combates en sus alrededores. Las tropas de Gadafi no son solo el ejército libio, que el líder no cuidó para evitar que un día fuera su rival. Así que su deserción progresiva no es clave. El abandono de diplomáticos, ministros y oficiales prueba que el apoyo a Gadafi se ha venido abajo. Pero la fuerza de Gadafi está en su seguridad, en los batallones privados que paga y controla junto a su familia. La mayoría están formados por mercenarios africanos -aunque podría haber de otros países: europeos del este, cubanos y hasta italianos- con buen sueldo y buenas armas.
Libia no será como Túnez ni como Egipto. Hay un efecto contagio en la región, pero cada país va a solucionar sus revueltas según su situación. Bahráin y Yemen, por ejemplo, son estos días otras variantes. En Libia, Gadafi ha dejado claro que solo hay una solución: o gana o será un mártir. Si hubiera sido por Gadafi, la revuelta egipcia en Tahrir hubiera acabado como en Tiananmen. Eso intentará hacer en su país.
El mundo por ahora solo condena: el Consejo de Seguridad de la ONU ha pedido al “gobierno libio que cumpla su responsabilidad de proteger a su población”. Podrían hacer más: sanciones, una zona de exclusión aérea para evitar ataques con cazas o incluso tropas internacionales de paz. Nada parece inmediato. Gadafi ha declarado la guerra a Libia. Solo queda confiar que los libios sepan defenderse.
(Barcelona, 1976) es periodista, licenciado en filología italiana. Su libro más reciente es 'Cómo escribir claro' (2011).