Me preguntaba sobre esta idea (o, más bien, sobre este ideal) que genera la UNAM en el sentido de que en ella se privilegia la concientización mientras que en las instituciones de educación superior privadas domina el afán de lucro, el amor al capital y a los bienes materiales.
Esto se cruza con un par de aspectos de las respuestas del Sr. Arnaldo Córdova a mis comentarios, que se reprodujeron, ambos, en la primera entrega de esta serie y con los que habré de terminar mi repaso final.
El comentario del Sr. Córdova fue en el sentido de que soy un “mal universitario” porque ignoro “la precariedad en que vivimos los académicos universitarios”.
Propuse que hay algún error administrativo, pues a mi parecer el Sr. Córdova recibe, por lo menos, un millón y medio de pesos anuales de la UNAM y del Sistema Nacional de Investigadores.
El Sr. Córdova respondió:
Sobre mi sueldo, no le voy a decir cuánto gano, pero es mucho menos de lo que supone. Yo hablé por la situación de más de 35 mil colegas (entre ellos, él mismo). Yo sólo soy un pobre emérito.
Para empezar, debo pedirle al Sr. Córdova que por mí no se preocupe. Como todos los académicos de tiempo completo que han hecho una carrera larga en la UNAM y que en uso de su libertad han optado por competir para merecer sus ascensos y ganar más dinero -para poder combatir por la igualdad social en condiciones ventajosas-, considero que la UNAM ha sido más que eficiente para ingresarme a la “justa medianía”. Una medianía que, desde luego, está muy por debajo de lo que gana una gran cantidad de académicos y funcionarios que la han rebasado por mucho, y que ganan lo mismo o más que el presidente de la república o que un diputado federal. (Esto no está bien, pues denota un reprobable afán de lucro, un vergonzoso deleite en acumular capital y una censurable adicción a los bienes materiales que, como hemos visto, va contra el espíritu universitario.)
Sin embargo, tiene razón el Sr. Córdova: el “sueldo” que recibe de la UNAM es muy inferior al millón y medio de pesos anuales que yo propuse.
De acuerdo con el tabulador de la UNAM en su página de transparencia un “pobre emérito” como el Sr. Córdova recibe un sueldo neto de apenas 16 mil 433 pesos y 47 centavos mensuales.
Ahora que, por otro lado, yo me referí a lo que recibe de la UNAM y del SNI, que no a su “sueldo”.
Porque al sueldo del Sr. Córdova habría que agregar lo que recibe un “pobre emérito” que tiene el nivel “D” en el Programa de Estímulos (PRIDE) y que equivale a un pago mensual equivalente al 105% de su “salario tabular”.
Habría que agregar también el aguinaldo, las primas vacacionales, el sobresueldo y, sobre todo, las primas por antigüedad que recibe un académico que, como él, tiene 43 años de servicio.
Y quizás, si el Dr. Córdova es de los que firman el papelito diario que confirma que se presentó a laborar a su adscripción, habría que agregar el estímulo de asistencia que equivale a una quincena de salario (porque en la UNAM se “estimula” a quienes se presentan a trabajar en su dependencia).
Y habría que agregar también lo que el Sr. Córdova recibe del Programa de Estímulos y Reconocimientos al Personal Académico Emérito (PERPAE): un “apoyo económico” mensual cuya cuantía –lamentablemente– no está especificada en la página web de la UNAM que trata el asunto, ni tampoco en su página de “transparencia”. ¿A cuánto ascenderá?
Y habría que agregar también el pago de los seguros de vida y de gastos médicos que incluye ese mismo PERPAE, y que cuentan necesariamente como un ingreso extra, en tanto que se exenta al beneficiario de su pago.
Y habría que agregar, por último, la cantidad (14 salarios mínimos diarios) que le otorga el Sistema Nacional de Investigadores (SNI) por ser investigador nacional emérito, gracias a la UNAM, y que suman otros 22 mil pesos mensuales.
Así las cosas, tiene razón el Sr. Córdova: no es lo mismo un “pobre emérito” que un emérito pobre.
En lo que ya no creo que tenga tanta razón es en referirse a sí mismo como un cruzado de la “igualdad” ni, mucho menos, como una víctima de la precariedad…
Posdata
En algún momento de su respuesta, el Sr. Córdova dice otra cosa que no resisto comentar:
Y no lo califiqué de derechista porque escribe en Letras Libres; podrá escribir donde sea, incluso en La Jornada, y no dejará de ser un derechista. Una opinión que comparten incluso muchos colegas suyos en el instituto donde trabaja.
Más allá de que advierto la inutilidad de discutir si soy o no un “derechista” (que hasta donde percibo se resume en criticar a la UNAM y no apoyar la “idea” de que en las elecciones del 2006 se hizo víctima de un fraude electoral al Lic. López Obrador –de cuyo “gobierno legítimo” es asesor el Sr. Córdoba–), me intriga que el Sr. Córdova se haya puesto a levantar una encuesta (supongo que científica y dialéctica, laica, popular, automática y gratuita) entre mis colegas del Instituto de Investigaciones Filológicas para evaluar si soy “derechista” o no.
Puedo imaginar la metodología:
Se establece contacto con “muchos colegas” del académico sospechoso de ser derechista por teléfono o por e-mail o en persona o durante un encuentro académico o en el ámbito de alguna reunión de comisiones.Se les hace el siguiente planteamiento:
“En opinión de usted, su colega Guillermo Sheridan (favor de subrayar la respuesta correcta):
a) es derechista
b) no es derechista”
Se cuentan las opiniones emitidas. En caso de ser “muchas” las respuestas que dicen “es derechista”, se llega a la conclusión siguiente:
Guillermo Sheridan es derechista.
Me pregunto si no estamos en el umbral de una Comisión Evaluadora de si los Académicos de la UNAM son Derechistas (CEAUNAMD) que tendría como objeto detectar a los derechistas perniciosos que no califican como raza por medio de la cual habla el espíritu y, de inmediato, proceder a tomar las providencias necesarias del caso (por ejemplo, ordenarle que use en el pecho una estrella azul que diga “Derechista”).
Otra posdata
De último minuto me entero por la prensa de hoy viernes de que, durante la ceremonia solemne de entrega de doctorados honoris causa que se llevó a cabo ayer en la UNAM, la universitaria Linda Manzanilla Naím pronunció un discurso bastante enérgico. Habrá que esperar su publicación en la Gaceta UNAM para estudiarlo con detalle y comentarlo aquí. Mientras eso sucede –como tendrá que suceder–, sospecho que la CEAUNAMD ya estará evaluando si se trata de un discurso pronunciado por una “mala universitaria”…