El amigo con quien conversaba sobre la vigencia de “La crisis de México” reservó para el final sus preguntas más incisivas y actuales. Trascribo el remate del diálogo:
Don Daniel decía que la Revolución Mexicana fracasó porque sus hombres, “sin exceptuar a ninguno”, fueron inferiores a las exigencias de ella. ¿Con la democracia ocurre algo análogo?
Así lo creo. Los hombres que han encabezado al país, digamos de 2000 a la fecha, tanto en el gobierno como en el Congreso, han estado muy por debajo de las exigencias históricas. Cosío Villegas decía que habían sido “magníficos destructores” pero que “nada de lo que crearon… ha resultado sin disputa mejor”. No creo que las generaciones actuales hayan sido más destructivas que constructivas. Después de todo, han construido la democracia que nos rige. Pero es verdad que Fox destruyó la hegemonía del PRI sin transformar las estructuras del país. Por su parte, el principal líder de la oposición, Andrés Manuel López Obrador, habló expresamente de “mandar al diablo las instituciones”, y hasta cierto punto lo cumplió. El daño que hizo a la confianza del ciudadano en las instituciones electorales fue muy profundo. En cuanto a Calderón, sobra quien piensa que con su guerra contra el narco ha destruido la paz. Yo, aunque he expresado serias dudas sobre la instrumentación de esa guerra, creo que era impostergable: hay pruebas suficientes de que el poder del narco estaba carcomiendo por dentro al Estado, desde el nivel municipal al federal.
¿Cómo se explica que Fox y Calderón hayan mantenido el “maridaje” con los sindicatos petrolero y educativo, y en general las alianzas con el PRI?
La situación poselectoral en el 2006 era incierta y llena de riesgo para un país como México, con 80 años de continuidad institucional. El candidato del PRD se negó a aceptar su derrota y sacó a la gente a las calles. La ciudad de México estaba tomada. En esa circunstancia, el Presidente, para efectos de gobernabilidad, echó mano de los viejos pilares del sistema: el ejército y el sistema corporativo. Han pasado más de tres años. Ahora esas alianzas no se justifican. Si se actuó contra el sindicato de Luz y Fuerza, no veo razón para no actuar con el mismo rigor en los casos que menciona. Es allí donde la dura crítica de Cosío Villegas al “maridaje” entre gobierno y sindicatos sigue vigente. En los sindicatos hace falta democracia, transparencia, derogación de la cláusula de exclusión. Nos urge una Reforma Laboral.
¿Qué puede ofrecer Calderón a los mexicanos en su segundo trienio, cuando el próximo año la población ganará menos y pagará más? ¿Se perfila otro sexenio perdido?
Es verdad. Llevamos 30 años de desastre económico, primero populista, luego neoliberal. Y allí seguimos, empantanados, sin imaginación económica.
Después del sexenio de un panista advenedizo -Vicente Fox- y la mitad de otro encabezado por un autodenominado “doctrinario” -Felipe Calderón-, ¿qué evaluación hace de casi una década de ejercicio del poder del PAN?
El PAN tuvo siempre la vocación de oponerse al poder, no la vocación de ejercer el poder. Por eso formó buenos cuadros en el ámbito legislativo, pero no en el ejecutivo. Y por eso buscó un líder por fuera de sus filas. Fox tuvo el mérito de catalizar la oposición nacional al PRI y abrir paso a la alternancia. No obstante, como gobernante, fue una gran decepción: no deslindó la esfera política de la esfera privada, empresarial y religiosa, y tuvo actitudes de marcada irresponsabilidad y frivolidad. Para mí lo más triste es que desperdició su capital político inicial: perdimos una oportunidad de oro para empujar las reformas estructurales que el país necesita con tanta urgencia. Pero también hubo aciertos: abrió las puertas de la capital a los neozapatistas, introdujo la Ley de Transparencia, el Seguro Popular y un buen programa de vivienda.
Calderón pertenece a una nueva generación panista, mucho más fogueada. El contexto nacional e internacional en que ha gobernado ha sido inusualmente difícil. Su gobierno ha sido de claroscuros. Creo que en su gestión ha habido inconsistencia e improvisación. Sus gabinetes han sido mediocres y endogámicos. En su manejo de la crisis económica ha vuelto a cometer el grave error de los sexenios anteriores, es decir, ceñirse a una ortodoxia ineficaz en vez de ensayar ideas alternativas. Como es costumbre en el PAN, ha sido indiferente a la cultura. Su política exterior en América Latina, en particular con respecto a Cuba y Venezuela, me parece totalmente errada. Pero le acredito, entre otras cosas, la reforma de las pensiones en el ISSSTE, el manejo técnico de las inundaciones en Tabasco y la respuesta en la crisis de la influenza. Creo también que la liquidación de Luz y Fuerza fue un paso necesario y que la Reforma Política que ha propuesto abre una oportunidad para que el Congreso inaugure una etapa de equilibrio entre los poderes y amplíe la participación ciudadana en los asuntos públicos.
¿De dónde puede venir el cambio que el país requiere?
Lo he dicho en muchos foros y artículos. El cambio que el país requiere debería venir de la izquierda. Al igual que en España, Brasil o hasta hace poco Chile, creo que una izquierda reformada -subrayo el adjetivo- sería la mejor opción histórica para transformar de raíz el rumbo de México. Pero este deseo es seguramente utópico porque en su mayoría la izquierda mexicana del siglo XXI actúa y piensa como la Iglesia del siglo XIX: es intolerante y es conservadora porque vive fija en el pasado. Su paradigma sigue siendo el “nacionalismo revolucionario”. No veo en el horizonte ningún Felipe González, Fernando Henrique Cardoso, Lula o Bachelet mexicanos.
¿Cuál sería la postura de don Daniel frente al 2012?
Creo que el mayor liberal de nuestro siglo XX no se vería representado ahora por ninguna fuerza política. Y de paso le digo: yo tampoco. Los liberales no tenemos representación en el espectro político nacional.
– Enrique Krauze
Historiador, ensayista y editor mexicano, director de Letras Libres y de Editorial Clío.