a Margarita
1. Pájaro de doble agüero
Pájaro venido aquí, a la zona
del fuego y los cacharros,
las alianzas, los frutos,
las cenas que enamoran.
Proclive a lo pequeño,
en la mesa desierta
escombra unas migajas.
De pronto
irrumpes tú,
bajo el aura
sombría del adiós, arrancada
del pecho en que anidaste,
del hueco
y patria suave
a la medida de tu cráneo.
Algo corta
sonoro
el umbral donde pactan
el muro y el jardín:
racha de plumas
que se adhiere al viento,
fuga y flecha
sin pájaro.
¿Adónde fue
sin agua
ni hermosura,
sin la humedad
o lengua
para aliviar la grima
por el abrazo eterno
que pasó?
¿A moler y cernir y botar
en la huesa
los dos cuerpos de un alma,
las dudas, los alcoholes, la sal
sobre la herida,
los sainetes?
O adónde irá
de vuelta,
con savia, con raíces
y vértice de hondura.
¿A rescatar las pérdidas,
a encender las ciudades
que tendríamos?;
¿a escarbar lo interior,
lo que en la noche nueva
se agita
y no se apaga?
Pájaro que un día estuvo,
que más tarde llegó,
que volviera hace poco;
que otras veces cantara
el tacto y las delicias
que ya después quisiéramos:
se aleja,
nos libera de insomnios
y discordias; o hace nido
en el aire, nos rejunta
como a dos aguas mismas
apartadas
que ya saben de un mar
y desembocan. ~
2. Una patria
La muerte de este amor
ha nacido un amor.
Su patria es esta casa.
Ahora que no estás,
la casa que inventamos,
la patria
de un amor
parido entre los huesos
de este amor,
se ha llenado de ti,
del simulacro
de tu cuerpo
en el lado vacante del colchón,
del sol que entra en el cuarto
y no te toca,
de tu fantasma voluptuoso.
Cada día me asomo
a lo posible,
al fondo ambiguo
en el que habitas,
al día no fechado
en que,
me acuerdo,
por fin sabes volver.
La patria de este amor
es un desierto,
un cosmos
que se extiende
hasta morder la orilla
del principio. ~