Dianna Frid, tejedora de libros

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No se puede decir propiamente que Johannes Gutenberg haya sido el Steve Jobs del siglo XV, ya que su vida fue larga y murió en la ruina, pero sí fue a su manera el trendsetter y padre de la revolución informática de su época, tiempos aquellos, por cierto, en los que el mundo era amplísimo y el tiempo, dilatado. Su tecnología de punta, llamada también prensa de tipos móviles o imprenta, permitió la reproducción masiva de la información por medios tecnológicos, y con ello la circulación de ideas de un modo inédito para la humanidad. A la ciudad de México la trajo muy pronto el señor Juan Pablos: para 1539 ya se imprimían libros en Nueva España.

La supervivencia de un libro varias veces centenario hasta nuestros días, sin importar cuál sea su materia, es un acontecimiento milagroso. El rescate llevado a cabo para restituir lo que sobrevivió de las bibliotecas oaxaqueñas desde el siglo XVI en la Biblioteca Francisco de Burgoa es un acto heroico superlativo de rescate de un tesoro histórico que es patrimonio de nuestra memoria cultural. Gracias al esfuerzo de filántropos oaxaqueños, el acervo de más de treinta mil títulos de la biblioteca, instalada en el maravilloso exconvento de Santo Domingo en la ciudad de Oaxaca, tiene ahora una catalogación, un orden y un sentido, está en restauración permanente, puede ser visitado y está abierto para su estudio. Es como si se hubiera recuperado una especie de arcaico “disco duro” con invaluable información acerca del pensamiento y el conocimiento de antaño en los planos más eruditos tal y como se fueron acumulando desde la llegada de los europeos a estas tierras hace medio milenio.

La Biblioteca Francisco de Burgoa ha sido recientemente el motivo de inspiración de la artista mexicana-canadiense Dianna Frid. Nacida en la ciudad de México pero emigrada a Canadá a los quince años de edad con sus padres, Dianna Frid estudió en el prestigioso Art Institute de Chicago, ciudad donde radica en la actualidad. Con esta trayectoria, bien se le podría calificar como artista paradigmática del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, aunque esto solo sea una nota anecdótica.

Dianna Frid ha desarrollado obra en escultura, instalación, arte textil y dibujo, pero ha destacado sobre todo en la elaboración de libros-objeto, todos los cuales componen una ya extensa serie única que inició desde 1993 a partir de distintos proyectos particulares que ella ha integrado con el título global The artery archives, los archivos de la arteria. El eje conceptual de este trabajo es la relación etimológica que existe entre texto y tejido, que provienen de la misma raíz latina que significa tejer: de similar manera, entonces, en que un texto viene a ser un tejido de palabras, Dianna teje sus libros a través de palabras visuales, recurriendo a menudo, aunque no de manera exclusiva, al arte textil, para componer textos de imágenes y texturas eminentemente plásticas.

En piezas como La estructura del texto este concepto se desarrolla de manera evidente, pues, a partir de una frase con un juego de palabras entre texto y textil bordado con hilo en las primeras páginas del libro, la escritura se va deconstruyendo, por así decir, en una transformación en que termina como una simple serie de composiciones rítmicas geométricas. En otros momentos, como en Genealogías, la carga poética se acentúa en una metáfora visual a través de un larguísimo puente que se extiende a través de las páginas del libro, dibujado con un enmarañado hilo rojo de estambre que simboliza la continuidad vital a través de las generaciones.

Consciente, con certeza, del valor del tesoro contenido en la biblioteca Burgoa, y acaso algo sorprendida de que el acervo contenga tan pocos títulos escritos por mujeres, Dianna Frid se tomó dos años para concluir el proyecto al que tituló Materias / Matter and Subject Matter, durante los cuales estudió, entre muchas otras, joyas como el Mundus subterraneus (1678) de Athanasius Kircher, o los Comentarios a Aristóteles (1484) de Johannes Versor, uno de los volúmenes más antiguos de la biblioteca. Así, por ejemplo, en El prisma en tus manos Frid intervino el compendio de minerales de Aldrovandi, del siglo XVII, dando lugar a una composición híbrida que es muestra del tipo de diálogos que ella fue capaz de entablar entre el acervo y su propia obra.

Para este proyecto, la artista se enfocó no tanto en lo que informa los libros de la biblioteca, sino más bien en sus cualidades formales. En este análisis exhaustivo que precedió al trabajo matérico concreto ella prefirió dejar de lado los ejemplares cuya materia fuera la religión para concentrarse en los más propiamente “científicos”, o lo que hoy llamaríamos “de tema académico”; así, su observación se enfoca en las alteraciones sufridas por los libros, en su manifiesto deterioro, en los rastros de polillas que horadaron caprichosamente las páginas, en los juegos visuales producto de la decadencia obrada por el tiempo y materializada en concreto en las desastradas páginas incunables. De este modo surgió la notable pieza Esta mina, compuesta con base en patrones rítmicos irregulares perforados a través de todas sus páginas, como una emulación estética de ese centenario daño provocado por la acción de los insectos.

A través de sus sofisticados y por demás interesantes libros-objeto, los cuales integran ya una significativa biblioteca personal, Dianna Frid se ha propuesto enfatizar las cualidades contemplativas y plásticas de ese contenedor de información inserto en nuestra cultura con el nombre de libro, llevándolo a un extremo de asimilación puramente visual para despertar reflexiones de orden sensorial y filosófico. ~

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