Antes de Serge Gainsbourg, fue Lucien Ginsburg, hijo de judíos rusos exiliados en Francia desde la revolución rusa. Nació en París en 1928, quería ser pintor y durante la ocupación nazi llevó una estrella judía en el brazo. Se gana la vida tocando en cabarets parisinos y en casinos de Normandía, cuenta Stéphane Deschamps en un número de Les inrocks dedicado a Gainsbourg, con motivo de los treinta años de su muerte, que se cumplen ahora. Desde sus primeras canciones, firmadas bajo el pseudónimo de Julien Grix y depositadas en la Sociedad de autores, compositores y editores de música en 1954, hasta su muerte en 1991, transcurre su trayectoria que no es solo musical, va mucho más allá, se abona con el escándalo y la provocación, pasa por el cine, como músico, como actor y como director. Le da la vuelta a la música, pone patas arriba la industria y revela la hipocresía de sus reglas.
Pasa de formar una de las parejas más icónicas del pop junto a Jane Birkin a ser considerado persona non grata por su versión reggae de La Marsellesa; su alcoholismo se hace evidente, sale en televisión quemando un billete de 500 francos, etc. Su hija, Charlotte Gainsbourg, recordaba que se había enterado de la muerte de su padre por la tele. Y en realidad todo empezó gracias a otro tímido, un escritor-cantante que murió a los 39 años, un mes después que Serge Gainsbourg, Boris Vian. (“Intoxicated man” de Gainsbourg es un homenaje al “Je bois” de Boris Vian.) Animado por el ejemplo de Vian, que decidió cantar él mismo sus temas, Gainsbourg publica Du chant à la une…!, con arreglos de Vian y un texto de otro tímido patológico, el escritor Marcel Aymé: “Le deseo a Gainsbourg que la suerte le sonría tanto como merece y que ponga algunos rayos de sol en sus canciones”.
Primero fue Michèle Arnaud que cantó “Le poinçonneur des Lilas” con Gainsbourg a la guitarra, después fue Juliette Gréco la que retomó el repertorio de Gainsbourg. La facilidad con que hace canciones pop perfectas, como “Poupée de cire”, parece aburrirle: France Gall, chica yeyé belga pero adorada en Francia, pone voz a algunos de esos temas, hasta que el provocador Gainsbourg le escribe una letra con doble sentido evidente para todos excepto para la inocente Gall, “Les sucettes”. Pero también hicieron juntos “Baby pop”, cuyo estribillo dice: “canta, baila, Baby pop / como si mañana, Baby pop / al amanecer, Baby pop / tuvieras que morir”.
El yeyé se le quedaba corto a Gainsbourg, que estaba atento a todas las músicas pero también leía poesía y tenía una vocación literaria: en su cuarto disco le dedicó un rock a Nerval y hay referencias a Baudelaire, Hugo o Prévert en “La chanson de Prévert”. En sus canciones hay una preocupación poética, no solo hay metáforas e imágenes, también historias de personajes, como la del revisor de metro de la estación de Lilas que para entretenerse lee extractos del Reader digest y que sueña con dejar ese túnel y salir a la naturaleza. Y juega con la musicalidad de las palabras, por ejemplo en “La Javanaise” (J’avoue j’en ai bavé pas vous / Mon amour / Avant d’avoir eu vent de vous / Mon amour / Ne vous déplaise / En dansant la Javanaise / Nous nous aimions / Le temps d’une chanson) o en “Elaeudanla téitéia”. Pasa lo mismo en “Comic strip”, donde las onomatopeyas que Brigitte Bardot canta funcionan como un elemento más de la canción. Y en parte, más allá de lo explícito de “Je t’aime moi non plus”, una de las gracias de la canción es que juega con los jadeos como elemento musical. Aunque eso no convenció al Vaticano, que prohibió la canción. También en España se prohibió el disco. Ya se sabe: antes de grabarla con Jane Birkin, la grabó con Brigitte Bardot, que luego le pidió que no la publicara.
Con Bardot había ensayado algo que luego lleva más lejos con Birkin en Histoire de Melody Nelson, del que se cumple medio siglo y que muchos señalan como el mejor de Gainsbourg. En la canción “Bonnie and Clyde” Gainsbourg jugaba a las películas en una canción, él hacía de Clyde y Bardot de Bonnie. Histoire de Molody Nelson es una historia de amor y obsesión con final trágico, hay algo de Pigmalión y del hombre maduro obsesionado con una adolescente. Es un disco redondo cuyo sonido debe mucho a Jean-Claude Vannier. Cuatro años después replica el modelo de disco narrativo pero con mucha más dosis de provocación: Rock around the bunker tiene como protagonista a un nazi.
Diez años antes de morir, Gainsbourg, ya separado de Jane Birkin, participó en una propuesta fuera de lo común: una entrevista a cargo de Bayon que se publicaría de manera póstuma y en la que debe imaginar cómo ha sido su muerte y qué ha sucedido después. Entre otras cosas, dice: “Nunca pensaba en la música. Pensaba palabras. La música no es natural. No cantaba jamás. Salvo cuando me pagaban muy muy bien. Y en mi baño… ”
Joan Sfar hizo una película sobre Gainsbourg, Gainsbourg, vie héroïque, que explicaba muchas de las obsesiones del personaje, como sus complejos con su cara: nunca le abandonó la sensación de fealdad. Su influencia en otros músicos y artistas es enorme. La casa en la que murió el 2 de marzo de 1991 en la calle Verneuil abrirá pronto como museo.
(Zaragoza, 1983) es escritora, miembro de la redacción de Letras Libres y colaboradora de Radio 3. En 2023 publicó 'Puro Glamour' (La Navaja Suiza).