Roberto Calasso ha sido, quizá, la encarnación más ejemplar de la figura del crítico-escritor en Italia (hay otros nombres: Pietro Citati, Claudio Magris). Su trayectoria empezó con “Monólogo fatal”, epílogo a la edición de Adelphi de Ecce homo (1969) de Nietzsche, para luego firmar innumerables textos de contracubierta, prefacios y epílogos para esa misma editorial (a obras de Kraus, Walser, Céline, Benjamin, Freud, Benn, Schreber, Heidegger, Weil, Stirner…). Al mismo tiempo publicó algunos grandes libros “sapienciales” –desde La ruina de Kasch (1983) a Las bodas de Cadmo y Harmonía (1988), de Ka (1996) al reciente Libro de todos los libros, sobre la Biblia–, a la vez reflexivos y fabuladores, capaces de mezclar de manera creativa diferentes géneros literarios. Ensayos narrativos destilados en refinada prosa, modelos de pedagogía cultural y recorridos iniciáticos al alcance de cualquiera. Se trata en su conjunto de un viaje erudito y aventurado, en el que el lector es llamado a perderse dentro de una selva oscura de signos (conectados entre ellos), para reencontrar el hilo de una posible salvación, en nuestro tiempo sin dioses. Tal vez su escrito estilísticamente más significativo sea El rosa Tiepolo (2006), casi una novela-ensayo sobre la inagotable fluidez de la pintura del artista veneciano del siglo XVIII.
Calasso es un crítico-escritor sin método, antiacadémico, laberíntico y seductor, riguroso y divagador, que se encomienda a una calidad de escritura capaz de adherirse a los detalles, a los matices de una realidad densa de símbolos. Se acerca a la literatura con una actitud que podríamos definir como “taoísta”, y que veía reflejada en su maestro “chamánico”, el misterioso y excéntrico Bobi Bazlen: ¡es decir, el Oriente en el Occidente!
Probablemente su gran e insuperable obra seguirá siendo su labor de dirección durante varios decenios de una editorial como Adelphi, que nació a partir de un borrador de trabajo elaborado por el mismo Bazlen. Para explicar lo que ha sido Adelphi para mi generación recurro a un recuerdo personal: durante muchos años la critiqué –¡comprando a hurtadillas sus libros!– porque había logrado convertirse en muy poco tiempo en un logo prestigioso y exquisito, en una marca chic que hace que quien la frecuente se sienta más inteligente (expresión, por lo tanto, de un paradójico esnobismo de masas), en un símbolo de estatus (¡en un comercial de un librero de una fábrica de muebles de lujo se vislumbran los títulos de Adelphi!). Adelphi transforma, alquímicamente, en oro todo lo que publica. Recupera títulos olvidados y autores menores y los convierte en seguida en modas culturales, en lecturas indispensables para la clase media cultural. Pero, como decía antes, yo consultaba a escondidas sus volúmenes, al punto de que hoy podría decir que sin la editorial de Calasso la cultura italiana de la posguerra hubiera sido mucho más pobre, deficiente, provinciana. Entre sus extraordinarios méritos menciono tan solo la edición crítica Colli-Montinari de las obras de Nietzsche (autor, por aquel entonces, “censurado” en el catálogo de la progresista y respetable editorial Einaudi), ¡que nos envidian incluso en Alemania!
Una última consideración, a propósito del “pacto con el lector”, al que el mundo editorial –también el más “independiente”– siempre debe remitirse: Adelphi y, por lo tanto, Calasso en estos años ha “inventado” a su lector, ¡incluso antes de pactar con él! Quiero decir: un lector así no existía antes en mi país. Se trata de un lector moderadamente culto, curioso e inquieto, hambriento de cultura y elegancia, atraído por las novelas negras de Maigret y por los filósofos abismales, por los textos esotéricos y por el dandismo de los forasteros. ¡Una gran invención que siempre agradeceremos a Calasso! ~
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Traducción del italiano de Fabrizio Cossalter.
(Roma, 1952) es uno de los principales críticos literarios italianos.