Clara Luz Flores, candidata de Morena a la gubernatura de Nuevo León, enfrenta un caso de libro de texto de crisis de campaña: ha sido sorprendida mintiendo flagrantemente sobre sus vínculos con la secta de explotación sexual NXIVM. El pasado 10 de marzo, en una ruda entrevista realizada por el periodista Julio Astillero, la candidata negó repetidamente haber pertenecido a ese grupo, o haber conocido al falso gurú Keith Rainere, cuyas actividades criminales han sido ampliamente difundidas. “Yo no sé qué sea NXIVM”, dijo una y otra vez la candidata en la entrevista, visiblemente molesta y nerviosa.
El 24 de marzo, el candidato del PRI a la misma gubernatura, Adrián de la Garza, dio a conocer un fragmento de un video en el que Flores aparece en una conversación con Keith Rainere. La actitud que ella demuestra es la de una seguidora deslumbrada ante la presencia y sabiduría de un líder iluminado. Cuesta trabajo entender por qué, sabiendo de la existencia de ese video, y luego de la desastrosa entrevista con Astillero, Clara Luz Flores y su equipo dejaron pasar los días sin tener una estrategia de control de daños bien preparada por si las imágenes con Rainere se daban a conocer. Pero muchos políticos de nuestro país no suelen distinguirse por su capacidad de planear, y esta candidata no resulto ser una excepción.
Como respuesta a la crisis, la campaña morenista subió a redes sociales un mensaje en video en el que Flores se dedica a atacar agresivamente al candidato del PRI, acusándolo de corrupción durante su tiempo al frente de la alcaldía de Monterrey. El discurso no cumple con los pasos necesarios para un buen control de daños, que incluyen como mínimo:
- Reconocer la falta cometida, en este caso mentir al público sobre su pertenencia al grupo NXIVM.
- Ofrecer una descripción detallada de lo que realmente ocurrió, es decir, cuál fue su participación en el grupo, por qué habló con Rainere y por qué decidió ocultarlo.
- Asumir su responsabilidad y reconocer los valores que se vieron comprometidos, que en esta circunstancia son decir la verdad y fallar a la confianza del público.
- Una petición sincera de perdón a los afectados –sus potenciales votantes–, así como a las personas dañadas por la secta NXIVM.
- Una promesa de reparación del daño y de no repetir la falta en el futuro.
Lejos de esa actitud contrita, en el video Flores se mostró desafiante. Parece que decidió seguir las estrategias de manejo de crisis que usa el presidente López Obrador para eludir la rendición de cuentas por sus yerros y abusos: negar los hechos, minimizar sus consecuencias, eludir su responsabilidad y atacar a sus críticos y adversarios, acusándolos de ser corruptos y, por ello, no tener “autoridad moral” para criticar a los demás. Flores, como lo hace constantemente el presidente, usa la falacia argumentativa conocida como tu quoque, o apelación a la hipocresía, diciéndole a sus potenciales votantes que ella podrá mentir abiertamente sobre sus vínculos con una secta dedicada al abuso sexual, pero su contrincante “es peor” porque ha incurrido en actos de corrupción, y por eso no puede criticarla.
¿Funcionará esta estrategia? En circunstancias normales, pensaría que no, debido a que el estigma asociado a la secta NXIVM es demasiado elevado, más si consideramos que, al no repudiar públicamente a Rainere, la candidata ha condonado de manera tácita el abuso sexual contra otras mujeres. Sin embargo, en México vivimos en una era de polarización y posverdad, en la que los hechos son sustituidos por emociones y narrativas. Por ello, y dado el antecedente del caso Salgado Macedonio, es muy probable que el presidente siga apoyando a Flores, enviando a los potenciales votantes la señal ominosa de que deben ignorar y justificar la falta de integridad de la candidata en aras del avance de su movimiento político.
Parece que, para el populismo, no hay paja en el ojo ajeno demasiado pequeña, ni viga en el ojo propio demasiado grande.
Especialista en discurso político y manejo de crisis.