Hoy 20 de junio, Día Mundial del Refugiado, la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) emite un llamado urgente para atender una crisis global de desplazamiento forzado. Para finales de 2014 cerca de 59.5 millones de personas habían tenido que huir de la violencia y la persecución en sus comunidades. 20 millones son refugiados, más de la mitad son niños y los números crecen a diario. Según Antonio Gutérres, Comisionado de la ACNUR, en 2014, cada día, un promedio de 42,500 personas se convirtieron en refugiados, solicitantes de asilo o desplazados internos. Es una crisis sin precedentes frente a la cual "los poderes globales se han convertido en observadores pasivos o en actores que desde la distancia participan en los conflictos que empujan a personas inocentes a salir de sus hogares".
El andamiaje institucional y legal creado después de la Segunda Guerra Mundial, e incluso la propia definición de refugiado*, ya se han vuelto insuficientes para responder a las distintas causas del desplazamiento forzado y es claro que la distribución de la responsabilidad (el principio de burden sharing) es desigual. 86% de los refugiados viven en países en vías de desarrollo, no en los países que cuentan con más recursos y mejores condiciones para atender las necesidades de esta población. Dos terceras partes de los refugiados pasan cinco años o más en el exilio, y el promedio de duración de una situación de refugio extendido es de 20 años, la mayoría de los cuales viven en campamentos cerrados, sin alternativas para lograr ser autosuficientes (como explica aquí James Milner). Contra los estereotipos que caracterizan a los refugiados como una carga y que los mantienen aislados en campamentos, hay evidencia clara sobre el espíritu emprendedor, la creatividad y las contribuciones que hacen estas personas, aún viviendo en situaciones precarias (aquí los ejemplos que ha reportado Alex Betts).
El reporte anual de la ACNUR, titulado "Un mundo en guerra", detalla cifras alarmantes que conciernen a todas las regiones del mundo. Me detengo en el caso de México. En 2014, los mexicanos se convirtieron en el principal grupo de solicitantes de asilo en Estados Unidos con 14,000 solicitudes. En una situación inédita, rebasaron a los principales grupos que han predominado en esta categoría en los últimos años: chinos (13,700) y salvadoreños (10,100), seguidos de guatemaltecos y colombianos. Aunque hay varias causas, queda claro que la violencia en el país explica el aumento significativo que han tenido las solicitudes de asilo de mexicanos a Estados Unidos y a Canadá desde 2006. No escapa tampoco el número de desplazados internos en México que llegaron a 281,400 hasta diciembre de 2014, principalmente en los estados más afectados por la violencia (Chihuahua, Tamaulipas, Durango, Michoacán, Nuevo León, Sinaloa, Sonora y Guerrero). Pese a las cifras y los testimonios avalados por organismos internacionales, hay una falta de reconocimiento de estas condiciones por parte de México así como de los países a los que huyen los solicitantes de asilo.
El informe del Centro de Vigilancia de Desplazados Internos sostiene que las respuestas del gobierno mexicano son fragmentarias e insuficientes. Del lado de Estados Unidos, solo cerca del 1.5% de miles de solicitudes de asilo de mexicanos es aceptado, a diferencia del 37% para China o 41% para Colombia. Tanto Canadá como Estados Unidos consideran a México dentro de la categoría de "país seguro", la base para el argumento de que no hay un riesgo para la vida de esa persona o su familia que el Estado mexicano no pueda atender. Carlos Spector, fundador de Mexicanos en el Exilio –una organización creada para apoyar la defensa de estos casos en Estados Unidos–, ha declarado que las decisiones de los jueces al rechazar las peticiones de asilo responden a presiones para proteger la relación bilateral entre ambos gobiernos.
Canadá llegó a recibir hasta 20,000 solicitudes de asilo de mexicanos entre 2006 y 2009 antes de que se impusiera la restricción de visas, justamente para disuadir estas peticiones. El grupo Mexicanos Unidos por la Regularización (MUR) ha denunciado que al mantener a México dentro de su lista de países seguros Canadá está protegiendo intereses políticos y económicos (como los proyectos mineros que también han contribuido al desplazamiento forzado en lugares como Guerrero). Entre las demandas del MUR está la exigencia de que el gobierno canadiense reconozca la situación de violencia en México, que declare una moratoria a las deportaciones y regularice la situación de los cientos o miles de mexicanos (nadie sabe la cifra) que permanecieron en el país una vez que su solicitud de asilo fue rechazada. Algunas de las personas con las que platiqué en Montreal describen su situación como vivir "en un reino fantasmagórico", con miedo a acercarse al gobierno mexicano para pedir apoyo y temerosos a ser deportados. Su experiencia en Canadá es de amplio rechazo y discriminación, incluso por parte de la comunidad mexicana que lleva más años en el país y que los ve como un grupo que daña la imagen de la comunidad y de México en general.
En las declaraciones que publica la ACNUR en el Día del Refugiado, Gutérres reprueba que cada vez más se acusa a los refugiados de criminales, terroristas, o personas que abusan del sistema (los "bogus refugees", como suelen llamarles). En Canadá algunos casos de fraude han sido la excusa para caracterizar de manera general a los solicitantes de asilo mexicanos como tales. "Es tiempo de dejar de escondernos detrás de palabras engañosas. Los países ricos deben reconocer a los refugiados como las víctimas que son, huyendo de guerras que no pueden prevenir o terminar". Lo mismo aplica para México, que lleva al menos nueve años contando miles de desplazados (internos e internacionales), desaparecidos y muertos por año (once personas desaparecidas cada 24 horas en lo que va de 2015), pero sigue sin reconocerse como un país en guerra y sin ofrecer la protección necesaria a quienes tienen que huir de la violencia, y a quienes no pueden huir.
*Sobre la necesidad de redefinir la categoría de migración forzada recomiendo el trabajo de Alexander Betts, quien sugiere pensarlo desde la perspectiva de "migración de supervivencia" (Survival Migration: Failed Governance and the Crisis of Displacement, 2013).
es profesora de estudios globales en The New School en Nueva York. Su trabajo se enfoca en las políticas migratorias de México y Estados Unidos.