Ghosting del siglo XX. “El 16 de noviembre de 1989 llamé por teléfono a la embajada de la URSS en París. Pedí que me pusieran con el señor S. La telefonista no contestó. Se hizo un gran silencio y una voz de mujer me dijo: ‘Es que, sabe usted, el señor S. se volvió ayer a Moscú’. Colgué inmediatamente”. El señor S por el que preguntaba Annie Ernaux al principio del diario Perderse (Cabaret Voltaire, 2021; traducción impecable de Lydia Vázquez Jiménez), había sido su amante, el destinatario de su obsesión y al que le unía “el lujo de una gran pasión”, como lo llamó en la novela que escribió años después: Pura pasión. “El hombre que acababa de retornar a Moscú era un fiel servidor de la URSS, un diplomático ruso destacado en París”. Ernaux y él se habían conocido un año antes en un viaje de escritores a Moscú. “Nunca supe nada de sus actividades que, oficialmente, eran de orden cultural. Me sorprende hoy que no le hiciera más preguntas. Nunca sabré tampoco qué fui para él. Su deseo de mí es lo único de lo que estoy segura.”
La escritura y la vida. Perderse, que apareció años después, son los diarios en los que se basó para la novela Pura pasión. Aquí registra todo: la espera, los encuentros, los viajes en coche, las cenas, las sesiones de cine en la embajada rusa, los viajes en coche… ese abandonarse y esa entrega constituyen el objeto de análisis en este libro de Annie Ernaux. En este diario Ernaux encuentra una “verdad distinta de la de Pura pasión”. En el otoño de 2000, cuando apareció el libro en Francia, escribe Ernaux: “Soy consciente de que publico este diario por una especie de prescripción interior, sin preocuparme por lo que él, S, pueda sentir. A buen derecho, podrá estimar que se trata de un abuso de poder literario, incluso de una traición. Concibo que se defienda mediante la risa o el desprecio, ‘no me veía con ella más que para echar un polvo’. Preferiría que aceptara, aunque no lo entienda, haber sido durante meses, sin que él lo supiera, ese principio, maravilloso y terrorífico, de deseo, de muerte y de escritura”.
Novela en marcha. Todos los libros de Annie Ernaux forman una especie de novela en marcha, o quizá sería mejor decir que todo los libros de Annie Ernaux forman parte del proyecto de estudio y análisis cuyo objeto no es otro que la propia vida de Ernaux. Es en realidad una manera de hallar explicaciones a lo universal partiendo de lo que uno tiene más a mano: la propia vida. En esta historia de pasión y entrega sexual aparece el divorcio –pasado pero tal vez no superado–, los hijos ya mayores cuya presencia en la casa impide a veces los encuentros sexuales, que se detallan aquí con belleza y a veces una voluntad documental. Perec hacía listas, Tentativa de agotar un lugar parisino, Ernaux hace las suyas: tentativa de agotar los modos y maneras de una pasión solo sexual. Hoy: felación, sodomía, escribe a veces.
Envejecer, morir. S. es unos quince años más joven que Ernaux, que cumple 49 en un viaje que hace sola a Italia, un viaje de desintoxicación del ruso. Esas páginas funcionan como una especie de relato inserto, como libro de viajes dentro del diario, y como una fuga también para el lector de esa pasión absorbente. Escribe Ernaux que nunca ha estado más guapa, el canto del cisne, algo así como el último resplandor –el más brillante– antes del declive, se teme. Llora y escribe: “lágrimas, ganas de morir, horror al sentir mis muslos flácidos, al saberme condenada a envejecer, es decir a la soledad”.
Escribir, amar, buscar la verdad. El tema de los libros de Ernaux, el hilo que los conecta a todos, además de la propia Ernaux, es la escritura. “Confesar: nunca he deseado otra cosa que el amor. Y la literatura. La escritura ha servido para llenar el vacío”; “¿Vivo de manera diferente porque escribo? Sí, pienso que sí, incluso en lo más profundo de mi dolor. Pero no siempre: ese es el drama”; “En este momento, dejo de querer escribir para él, quiero escribir para olvidarle, para apartarme de él”; “La escritura es justo lo inverso, la ausencia de tiempo”; “La sombra de la verdad solo puede darse en la escritura, no en la vida”.