Berenice Abbott (Springfield, Ohio, 1898 – Monson, 1991) se quedó deslumbrada por dos ciudades: primero Nueva York, a donde se mudó en 1918 y donde entró a formar parte del círculo de artistas e intelectuales del Greenwich Village (Mina Loy, Marcel Duchamp, Djuna Barnes…), solo que ella tenía que trabajar de cualquier cosa para costearse la bohemia –de modelo para artistas o de cobradora del frac, entre otros–.
La segunda ciudad que deslumbró a Berenice Abbott fue París. En un momento de Berenice Abbott: a view of the 20th century, de Kay Weaver y Martha Wheelock, se dice que casi todos los artistas (pintores o escritores) importantes del siglo XX estuvieron en la capital de Francia. Durante el periodo de entreguerras la ciudad era el centro del mundo, y casi todo –música, literatura, pintura, fotografía– parecía empezar ahí; era el lugar de peregrinaje de cualquiera que tuviera aspiraciones artísticas, el lugar de la bohemia, donde vivían Hemingway, Scott Fitzgerald o los Joyce, por ejemplo; pero también Man Ray, Picasso o Matisse. Y uno no volvía de París siendo el mismo.
Más que la ciudad, lo que descubrió Abbott en París fue una manera de mirar y fotografiar la ciudad: la que vio en las fotografías de Eugène Atget (1857 – 1927), un saltador de oficios: de actor de provincias a pintor sin demasiado éxito, a los cuarenta años decidió probar con la fotografía. Vendía las fotos a los pintores, eran documentos para artistas. Pero mientras hacía esas estampas pintorescas estaba capturando la vida parisina de principios de siglo. Abbott se convirtió en una gran admiradora de su trabajo: “siempre colocaba la cámara en el lugar exacto”, dice en el documental. Berenice Abbott –que había abandonado la carrera de periodismo después de un año– estaba en París trabajando de ayudante de Man Ray, pero en 1926 montó su propio estudio.
Para entonces ya era una gran retratista de artistas, escritores y de cualquier representante de una nueva modernidad a la que ella quería pertenecer: Janet Flanner, Peggy Guggenheim, Edward Hopper, James Joyce, Jean Cocteau. Tal vez sus estudios de escultura le influyeron a la hora de componer los retratos. Un día consiguió retratar al retratado: dos tomas de Atget, de perfil y de frente. “Estaba muy triste por la muerte de su mujer”, cuenta Abbott. Cuando volvió para enseñarle las copias, el fotógrafo había muerto. Abbott recorrió los portales de una calle parisina hasta dar con el archivo de Atget, que compró y a cuya reivindicación dedicó un gran esfuerzo y gran parte de su vida reflejado en artículos y libros, el primero, Atget, fotógrafo de París, de 1931.
Cuando Abbott volvió a Nueva York notó la ciudad cambiada, más dinámica. Pero también su mirada había cambiado. Capturó escaparates, edificios, rascacielos en tomas que recuerdan a algunas de Metrópolis, de Fritz Lang, y todo el movimiento de la ciudad y sus barrios. Documentó la transición acelerada de la ciudad en Changing New York (1930), con textos de la crítica de arte Elizabeth McClausand, su pareja. Experimentó fotografiando el hierro y los juegos de luces y sombras que provoca, las imágenes se van estilizando y, a veces, cuesta ver qué está fotografiando. Por eso, el paso a la fotografía científica resulta casi natural: Abbott, que era una auténtica cabezota, convenció a científicos del MIT para que le dejaran documentar algunos fenómenos físicos.
La exposición de Berenice Abbott que acoge la Fundación Mapfre en la sede de Recoletos en Madrid, después de haber pasado por la de Barcelona, se organiza en torno a esos ejes: retratos, donde están incluidos dos autorretratos de la fotógrafa, ciudades y ciencia. Además, se puede ver el documental sobre Abbott y se incluyen once fotografías de Atget que Estrella de Diego, comisaria de la muestra, decidió exponer porque en parte es fundamental para entender el trabajo de “documentalismo artístico” de Abbott: no solo lo hacía fotografiando, también salvando y haciendo conocer el trabajo de Atget.
(Zaragoza, 1983) es escritora, miembro de la redacción de Letras Libres y colaboradora de Radio 3. En 2023 publicó 'Puro Glamour' (La Navaja Suiza).