“La pintura me ha dado la autonomía de opinar”: entrevista a Fabián Cháirez

El pintor mexicano habla sobre su polémica exposición en la Academia de San Carlos.
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“Más que provocación, me gusta decir estimulación”, dice Fabián Cháirez sobre la muestra La venida del señor, que se exhibe actualmente en la Academia de San Carlos. La polémica exposición del pintor mexicano persigue una búsqueda estética que retoma la iconografía del arte sacro para hacer comentarios puntuales sobre aspectos de la realidad.

“En 2018 me propusieron hacer una obra de corte religioso. Por respeto no había tomado el tema, pero no por respeto al dogma sino a la técnica, a la maestría con la que se ejecutan este tipo de obras. Lo tomé como un reto al que se sumaron las manifestaciones que surgieron en esa época en contra de los derechos reproductivos y de las personas LGBT+. Es mi forma de contestar”.   

El día de la apertura, el 5 de febrero, muchos se quedaron sin ver la exhibición debido a su exitosa convocatoria, sobre todo jóvenes estudiantes e integrantes de la comunidad LGBTQ+. Había que hacer una enorme cola para entrar a la pequeña sala del edificio histórico que pertenece a la UNAM. Mientras, en las redes sociales hubo expresiones en contra de la participación de la universidad en la muestra.

Lo curioso es que las obras que componen La venida del señor no son nuevas. Como si fuera un pedestal que crece su estatura, la institución amplifica la mirada sobre ellas. A veces basta que alguien las señale de forma negativa para agitar la opinión. Se trata, por supuesto, de un tema que desborda el arte.

Sobre utilizar la iconografía religiosa y no otra, Cháirez responde que “desde niños estamos recibiendo cierto adoctrinamiento sobre la obediencia y lo que está mal por parte de la institución religiosa. A corta distancia se ve la hipocresía, las acciones no son coherentes entre lo que se exige y lo que se hace, incluso en las familias. Todo eso son piedritas que se han ido juntando a lo largo de mi historia y la de muchas personas. Al jactarse de divinidad y misticismo, parece que la iglesia católica está eximida de cualquier error. Como a cualquier otra institución, se le debe cuestionar, de lo contrario termina siendo una dictadura”.

Se derrama

Dos sacerdotes lamen en conjunto un cirio pascual y la cera se derrama. Dos hermanas carmelitas estimulan con sus dedos una imagen de la virgen del Carmen. Un fraile chupa los pies de Cristo en la cruz y otro más se arrodilla y se inclina ante el cáliz. Para unos, las imágenes del pintor son sugestivas, para otros insultantes. Hay algo claro en ellas: son frontales en su provocación. De su paleta de colores, en la que predomina el rojo y el púrpura, destaca el dorado, que Cháirez pinta admirablemente y que brilla con intensidad en la sala. Han bastado siete u ocho obras para atizar la polémica. Un hombre que rezaba hincado en la sala fue retirado por los guardias de San Carlos mientras exclamaba “Viva Cristo Rey, viva la virgen de Guadalupe, viva México católico”.        

En 2017, Cháirez hizo una intervención en el Salón Marrakech, un bar en el centro de la Ciudad de México, y pintó un mural que retoma el “Zapata gay”, como se conoce a La revolución (2017), controvertida pintura del “caudillo del sur” entaconado que hace unos años encrespó a mucha gente solo cuando se expuso en el Palacio de Bellas Artes –antes, sin aspaviento, la Galería José María Velasco la había colgado en sus muros. Poco después, Elías Álvarez, el dueño de La Purísima, la cantina frente al Marra (como se conoce familiarmente al Marrakech), cuyo nombre alude a lo religioso, le comisionó una obra al creador chiapaneco. Así surgió el cuadro La venida del señor (2018).

“Me interesaba la cercanía que el espectador tiene con el arte en esos espacios. Fui cliente del Marra y me parecía genial ver la obra de Valerio Gámez (Guadalupapi, 2000) y la foto del Archivo Casasola donde los presos están posando de forma divina. Es una experiencia muy enriquecedora, de repente te disocias, volteas hacia arriba y ves algo magnífico”, cuenta Cháirez, que para la comisión tuvo carta abierta. Su idea era evocar la majestuosidad del arte sacro. “También quería jugar con la censura. El reto fue no recurrir a lugares comunes como el desnudo. Quería mantener la tensión en los personajes, las acciones y la composición”.

Cháirez y su equipo buscaron a la Academia de San Carlos para exponer ahí, luego de que el artista viera una exposición en una galería que lo deslumbró y que pocos conocen, al fondo del recinto. En un inicio, las obras que iba a exhibir en San Carlos son las que se vieron en la muestra La inocencia de las bestias (2023) en el Museo del Chopo. Sin embargo, la relación se concretó hasta ahora con piezas que se expusieron en España hace dos años y que ya se podían ver desde antes en el perfil en Instagram del pintor.

Aunque San Carlos es la primera academia de arte en América, el pintor considera que ha sido desdeñada: “me extraña la ausencia de su poder canónico, es un lugar majestuoso. Ahí, hice un diplomado e iba a visitar el estudio de Antonio Salazar, fundador del Taller de Documentación Visual, artista contestatario. Tienen a San Carlos un poco en el rincón.”

Más allá del ruido

Entre el cuestionamiento que Cháirez hace con su obra y la provocación formal, que identifica el éxtasis religioso con el sexual, se encuentra el ruido de quienes se sienten agraviados. Con el estruendo se corre el riesgo de que el cuestionamiento no se escuche o se distorsione. “Habrá quien esté de acuerdo o quien no. Lo que cuenta es interrogar qué está pasando con el conservadurismo y la libertad de expresión. Son ejercicios que deben ser constantes y que nos preparan para lidiar con estas tensiones. Cosas como las que están pasando aquí y en Estados Unidos con Trump evidencian que las libertades están en juego. Es curioso porque la derecha se está apropiando del argot de las luchas de las disidencias, los grupos conservadores se dicen a favor de la libertad de expresión y en contra del racismo y, sin embargo, son transfóbicos. Están usando a conveniencia muchas de las palabras y frases que usamos”.

Aunque la polémica beneficia a creadores e instituciones para llevar público a las salas, también tiene un doble filo. A la galería llegaron múltiples quejas anónimas e incluso amenazas. A Cháirez ya le ocurrió con el “Zapata gay”: “Recibí cantidad de amenazas de muerte, tuve que recurrir al protocolo para la protección de defensores de derechos humanos y periodistas. Cuando la violencia se expande a gente cercana y miembros de tu comunidad, te das cuenta de que las cosas se están saliendo de control. Después de lo que pasó hace unos años, sé que los que están en contra no están dispuestos a dialogar. Ahora me mantengo bastante tranquilo, atento, pero tranquilo”, explica el artista.

El eco del cuestionamiento

Luego del incidente del hombre que rezaba, la Academia de San Carlos eliminó de sus redes sociales todo el contenido referente a La venida del señor, pero la muestra permanece abierta. La UNAM no ha compartido ningún comunicado para fijar una postura frente a quienes se sienten agredidos.

Cháirez, por su lado, cavila sobre cuál es la medida de su cuestionamiento. “Me sorprende que esté yendo sobre todo gente muy joven, me parece un buen logro. Que un pintor de caballete esté llenando un lugar tan importante es muy bueno. Me tocó un contexto en el que ser pintor no era bien visto; a veces el arte contemporáneo reniega de la valía de la pintura, así que tenerla en calidad de rockstar es positivo. La pintura me ha dado la independencia y la autonomía de opinar a través de mis imágenes. Lo que ha pasado es que cuando se han exhibido en museos hay gente en contra. Toda mi obra tiene que ver con lo mexicano, por ejemplo los luchadores o los charros. Cuando mis reflexiones son más intensas, toman más tiempo. Espero que puedan incidir en lo que está sucediendo en México, son opiniones más concretas”.  ~


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