Ingrid Hernández, del proyecto "Tijuana comprimida", Tijuana 2004-2005. Fotografía digital. Cortesía de la artista

La frontera es un complicado estado de ánimo. Conversación con Ingrid Hernández

La fotografía de la artista tijuanense Ingrid Hernández revela la creatividad cotidiana que emerge entre las desigualdades extremas y el tráfico de personas y de mercancías en la frontera norte de México.
AÑADIR A FAVORITOS
ClosePlease loginn

La mayoría de las ciudades latinoamericanas convergen en un punto destacado siguiendo la configuración de usanza colonial: cabildo, iglesia y gobernanza. Es en la confluencia de estos poderes donde se desarrolla el comercio y se planifica el crecimiento de una ciudad. Con 135 años de historia, Tijuana, considerada una de las ciudades más jóvenes del país, desafía tal esquema, pues esta ciudad fronteriza se desarrolla en el borde, en ese límite que la hace tan característica y reconocida. Antes de adoptar su nombre actual, el territorio estaba habitado por los kumiai, compuestos por los ipai y tipai, separados por el río San Diego. Así, la frontera, más allá de su connotación geopolítica de división entre México y Estados Unidos, ya tenía un antecedente. Esta línea divisoria conforma la frontera más transitada del mundo y su importancia para ambos países se evidencia no solo en las constantes tensiones respecto a la migración y el narcotráfico, sino también en el intercambio económico y en el campo artístico.

Ingrid Hernández (Tijuana,1974) vive en Tijuana, su fuente directa de reflexión y crítica con una perspectiva en la que coinciden la activista, la artista, la curadora y la socióloga. Su trabajo incluye desde la fotografía hasta la consolidación de espacios colectivos como Relaciones Inesperadas y está fuertemente marcado por la investigación social ya que, no en balde, estudió sociología. Su trabajo curatorial es también una confluencia de sus experiencias multidisciplinarias; así lo demostró en la muestra colectiva Revisión 2024, fotógrafos de Nuevo León, en la cual logró sumar las visiones documentales, performáticas y fotográficas.

Maestra, investigadora y tallerista en instituciones educativas y asociaciones independientes en México, Bogotá y Nueva York, también ha sido invitada a impartir conferencias y talleres en Estados Unidos, específicamente en Blaffer Art Museum de la Universidad de Houston (2014), el California Institute of Arts (CalArts, 2006) y el Otis College of Art and Design en su programa de maestría Public Practice (2014). Su obra ha participado en exposiciones en México, Alemania, Rusia, Estados Unidos y Colombia.

En conversación, Hernández señala que “la ciudad se caracteriza por las dinámicas del borde, ese espacio donde personas, objetos e ideas negocian su identidad”. A través de su lente fotográfico, Hernández explora las transformaciones urbanas y domésticas de dicho espacio, uniendo sociología y arte en una práctica que trasciende la documentación para convertirse en una reflexión filosófica que incluye lo cotidiano: entender cómo una ciudad entera colapsa por el número de personas que intentan transitar diariamente a otro país puede resultar incomprensible para quienes desconocen las dinámicas de un cruce fronterizo. El tráfico en la línea simboliza no solo la espera y la vigilancia, sino también las contradicciones de un sistema que depende del flujo constante de personas y mercancías y que al mismo tiempo busca restringirlo. Aquí el concepto de frontera adquiere otra dimensión: no es solo un lugar sino un estado de ánimo que oscila entre la resignación, la expectativa y las contradicciones.

Hablar de Hernández es hablar de Tijuana y Tijuana, sin San Diego, no es Tijuana. “Ambas ciudades son absolutamente interdependientes. La ciudad mexicana depende en gran parte de ese cruce, porque la vida de los pobladores se media a través del aprovechamiento de recursos y artículos que San Diego ofrece. Pero esta última a veces ni se percata de esa relación, aunque no sobreviviría sin la fuerza laboral que proviene del lado mexicano”, afirma la artista.

Esta vinculación asimétrica permea todos los estratos de convivencia. Ingrid Hernández considera que: “quedarse en una ciudad como Tijuana es un acto de resistencia y para los artistas que desarrollan su trabajo desde allí, es más fácil obtener visibilidad institucional en Estados Unidos que en la Ciudad de México”. Aunque se insiste en que Tijuana es uno de los centros más prolíficos del arte contemporáneo en el país, la Ciudad de México –meca de la institucionalización artística– no suele analizar con profundidad las prácticas de la frontera. Esta dualidad también permea las prácticas investigativas y teóricas sobre el arte que de allí surge: “hay muchos más estudios sobre el arte de Tijuana que sobre el arte del lado de Estados Unidos, entre otras razones porque la efervescencia y atractivo de la producción del lado mexicano es mayor”, confirma Hernández. Por curioso que parezca, quienes están trabajando sobre este tema no son críticos tijuanenses o de otras regiones de México, sino críticos de la academia estadounidense. Un ejemplo es el muy conocido libro Tijuana Dreaming, editado por Josh Kun y Fiamma Montezemolo (Duke University Press, 2012).

La reflexión en el ámbito universitario ha llegado tarde a la frontera; de hecho, la Facultad de Artes de la Universidad de Baja California nació en mayo de 2003. La práctica crítica se ha orientado especialmente a la relación de los proyectos colectivos con la política, en la línea del abordaje estadounidense. Al respecto, Ingrid Hernández menciona que, “a falta de una crítica especializada y a pesar del relativo poco tiempo transcurrido desde la fundación de las instituciones orientadas a la formación, los artistas de [su] generación han desarrollado sus propias prácticas a través de los intereses y habilidades de cada quien. Es el caso de artistas como Erre, quien estudió Derecho, o de Sayak Valencia, filósofa. Por otra parte, la relación con el entorno es muy diversa: existen artistas que hacen trabajo de campo con comunidades y otros que desarrollan su obra en estudio”.

La situación geográfica también debe ser vista desde el proceso mismo de la creación artística. Hernández cuenta un caso de particular interés: “hubo un movimiento muy importante de videoarte en los 2000, del que surgió el colectivo NORTEC, que fusionó música electrónica con sonidos norteños. Este tipo de apuestas habría sido imposible sin el fácil acceso de equipos que venían de Estados Unidos”.

Ella insiste en una visión más compleja de su ciudad, una que vaya más allá del cliché y el estereotipo. Su enfoque interdisciplinario utiliza la fotografía como un medio para construir narrativas y generar un diálogo constante con los protagonistas de sus proyectos. En series fotográficas como Tijuana Comprimida cuestiona las dinámicas de poder y desigualdad inherentes a la frontera a través de cómo las personas se apropian de estos entornos para afincar sus viviendas. En Indoor, trabajo que la fotógrafa realizó en la colonia Nuevo Milenio 2000 (2008-2009), visibilizó las problemáticas de sus asentamientos y los términos de propiedad a causa de ventas fraudulentas y aprovechadas. Hernández afirma que “estas imágenes no solo evidencian la creatividad de los habitantes, sino que también cuestionan los valores asociados al consumo y la propiedad”. Sus fotografías de estructuras hechas con materiales reciclados capturan la resiliencia de las comunidades fronterizas, al tiempo que critican los sistemas de exclusión que perpetúan la precariedad. La artista documenta la arquitectura vernácula del desecho, mostrando cómo las personas reutilizan materiales al estilo de palets de madera, lonas publicitarias y otros objetos descartados para construir hogares y negocios.

El trabajo de Hernández nos obliga a replantear conceptos como hogar, consumo y sostenibilidad a través de las fotografías como acto de resistencia, capaz de demostrar que en las fronteras lo descartado se vuelve esencial. Hernández, a quien no le gusta retratar gente, adopta un enfoque metodológico basado en la empatía y la colaboración a largo plazo con las comunidades. En series como Espacios domésticos, desarrollada durante una residencia artística en Nueva York, explora cómo los objetos cotidianos, en tanto expresión de las dinámicas humanas de los migrantes mexicanos, reflejan la complejidad de la diáspora. Nada que declarar (2016), trabajo que realiza de la mano con Pieter Wisse, construye una voz colectiva, que, en tiempos del retorno de Trump al poder, adquiere gran relevancia. El proyecto invitó a personas que cruzan la frontera diariamente a enviar imágenes capturadas durante el trayecto; posteriormente, se desarrolló el concepto de cada imagen desde un punto de vista, si se quiere humorístico, que mostraba lo absurdo del muro fronterizo, en especial de las largas esperas asociadas a su existencia.

La obra de esta artista está marcada por límites éticos que evitan la explotación de lo “pintoresco” o la espectacularización de la pobreza en la frontera, prácticas tristemente comunes en el arte; tanto así, que han derivado en lo que se ha denominado dentro del mainstream artístico como pornomiseria. La artista con ello reafirma su compromiso: “el arte no es un fin en sí mismo sino una herramienta para generar diálogo y reflexión”. En todos sus proyectos, Hernández captura la frontera y la migración como espacios de convergencia liminal, donde las divisiones entre lo público y lo privado, lo local y lo global, lo permanente y lo efímero se desdibujan.

Sus imágenes no solo documentan, sino que reconfiguran nuestra comprensión de estos espacios complejos, recordándonos que las fronteras trascienden la política de los estados nacionales a través de la fuerza de la vida de la gente común. El arte de Ingrid Hernández trasciende la mera documentación fotográfica para convertirse en una profunda reflexión sobre las dinámicas fronterizas y urbanas de Tijuana. A través de su lente, no solo captura la resiliencia y creatividad de las comunidades, sino que también cuestiona las estructuras de poder y desigualdad que las afectan. Su enfoque interdisciplinario y ético, que evita la explotación de la pobreza, convierte su obra en una herramienta de diálogo y reflexión crítica. ~

+ posts

(Bogotá, 1983) es curadora, gestora cultural y articuladora de equipos museológicos.


    ×

    Selecciona el país o región donde quieres recibir tu revista: