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El 25 de octubre se celebra el día internacional de la ópera en conmemoración del francés Georges Bizet, que nació tal día como hoy de 1838, y cuya pieza dramática más conocida es 'Carmen'.
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El 25 de octubre se celebra el día internacional de la ópera en conmemoración del francés Georges Bizet, que nació tal día como hoy de 1838, bajo el signo del escorpión, el misterioso, y cuya pieza dramática más conocida es Carmen (tercera ópera más representada de la historia, según Operabase, con 16.329 representaciones hasta la fecha), las aventuras de una sexy cigarrera sevillana basadas en una novelita de Merimée, que a su vez se inspiró en un poema de Pushkin y en algunas historias que oiría aquí y allá, y que concentra el aire exótico y frutal que buscaban los viajeros del siglo XIX cuando llegaban a España, y que probablemente muchos aún esperan encontrar entre los langostinos de Sanlúcar de Barrameda (el turismo aportó el 12,4% del PIB español en 2019, para caer al 5% en 2021).

La tonadilla más popular de Carmen es la habanera (“L’amour est un oiseau rebelle…”), que a mitad de la década de 1980 el grupo español Olé Olé grabó consiguiendo calzar un estribillo que denunciaba “¡Conspí-ra-cion, cónspira-cion!” allí donde la frase original decía “L’amour est enfant de bohème”. Por su gracia coloquial, no me resisto a copiar de wikipedia un par de cosas que ahí se dicen sobre el alavés Sebastián Yradier, autor de la canción original —El arreglito— en la que se basó Bizet para la habanera (pues como es sabido las óperas son perras de mil leches): “no en vano le llamaban el dandy vasco” y “hombre de gran historia y poca vergüenza” (esto último se lo llamó el famoso compositor de zarzuelas Barbieri).

Siguiendo con Bizet y sus canciones, quizá menos antiguas se hayan quedado las grabaciones de Mi par d’udir ancora, de Los pescadores de perlas, también de ambiente exótico siempre que se mire desde la Ópera de París. No puedo poner aquí en qué puesto de la escala de las más representadas está esta ópera, ya que Operabase, al contrario que hace unos años, ahora ofrece información solamente sobre las primeras cincuenta, y Los pescadores no es una de ellas. En todo caso, qué misteriosa y grave la grabación de 1904 de esta evocadora aria cantada por Enrico Caruso, arquetipo del tenor, acompañado solo por un piano. Se diría que el piano lo toca un pianista hijo de Paganini y de una araña patilarga, tan temblequeante y sentida es la interpretación, que desde los primeros acordes genera un enigmático espacio draculino. 

Vamos a dejar a Bizet y a la cigarrera para llegar a la cerillera sin pasar por Italia. El compositor alemán Helmut Lachenmann (sigo la escalada insensata y arcana de wikipedia: “se le ha llegado a conocer como el Rafael Alberti de la música”) compuso hace treinta años Das Mädchen mit den Schwefelhölzern (no la busco en Operabase) una ópera que acababa desarrollando una fantasía sobre Gudrun Ensslin, miembro de la Baader-Meinhof, a partir del prodigioso cuento La pequeña vendedora de fósforos, de Andersen, ese hombre maravilloso que precisamente había puesto toda su ilusión en llegar a ser cantante de ópera antes de dedicarse a redimir en sus cuentos las decepciones que no caben en el corazón humano y lo desbordan. De su estancia en Madrid, en el viaje que hizo por España en 1862, Andersen destaca la visita al Museo del Prado y “otro gran acontecimiento artístico: la ópera italiana. Pero habiendo señalado esta y el museo, ya no hay nada más interesante o de mérito que contar. Fuera del teatro hacía un frío crudo, dentro se estaba en una sauna, envuelto en humo y vapor… A pesar de todo se quedaba uno aguantando hasta medianoche, fascinado con aquella riqueza musical con que nos obsequiaba la signora La Grange”.

Esta La Grange supongo que era Anna de La Grange, soprano francesa que se había dedicado a la lírica para sacar de la ruina a su padre, fabricante de pianos, y que durante la Comuna de París se desempeñaría como enfermera. Desde finales de la década de 1850, en el Diario oficial de avisos de Madrid aparece anunciada a menudo, como intérprete celebrada por la afición madrileña (el Teatro Real se había inaugurado en 1850). ¿A qué ópera asistiría Andersen como espectador, entre el humo y el vapor que describe en su crónica? El sábado 15 de marzo encontramos a La Grange interpretando una ópera de Friedrich von Flotow, Martha, que se caería del repertorio a principios del siglo XX (no me molesto en buscarla en Operabase). Para el jueves 27 de marzo de 1862 se la anuncia en el papel de Amina en La Sonámbula (tampoco aparece en las estadísticas, esto sí me choca) de Bellini. A principios de mes había estado cantando los papeles de Alice e Isabela en Roberto el Diablo (ni modo), de Giacomo Meyerbeer, pero en este punto tengo que abandonar el reporte para llamar la atención sobre algunos breves contiguos que llaman mi atención a 170 años vista desde las páginas del Diario, con simbólicos aires de comienzo de cuento, a saber: “En la noche del 29 del corriente se han perdido tres llaves desde la calle de Torija al Teatro Real. Se suplica a la persona que las haya encontrado las presente en la calle de Torija, núm. 9, portería, y se le gratificará”, o también “Se ruega al que hubiese encontrado una pulsera de oro con esmalte y en el centro una amatista con una perla á cada estremo de esta, desde las butacas del teatro Real, saliendo por la puerta de la izquierda, calle de Felipe III, hasta la de Alcalá, que se perdió el 1º de abril, la entregue calle Alcalá 72, duplicado, tercero de la derecha, y se le dará una gratificación”.

Y como ya, antes de averiguar cuál fue el día más frío de la primavera madrileña de 1862, lo que nos pondría en la pista de cuál fue la ópera a la que asistió aquel destemplado Andersen, empiezo a despistarme con otras notas como “Gallinas ponedoras. Las mejores son las de casta común, y además de los colores ya referidos han de tener la cresta bien colorada, caída o torcida; de cuerpo grande y cuadrado, dedos largos y desiguales. Son también muy buenas las que cruzan los dedos unos sobre otros, y mejores las que tienen diez”, valgan estas erráticas evocaciones para celebrar el día dedicado a ese desmesurado arte total. 

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Es escritora. Su libro más reciente es 'Lloro porque no tengo sentimientos' (La Navaja Suiza, 2024).


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