Jessye Norman: qué escuchar

Una lista jamás podrá abarcar de manera justa una producción tan prolífica como la de la cantante fallecida a finales de septiembre. Sin embargo, es posible mencionar algunos trabajos que nos acercan a ella.
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Jessye Norman descubrió la ópera por accidente a los nueve años, mientras oía la radio. Cantaba en el coro de niños de la iglesia de Augusta, Georgia, ciudad de donde era originaria, y limpiaba su cuarto a la par que conocía a Joan Sutherland de la mano de Milton Cross, locutor conocido entonces como la voz de la Metropolitan Opera. Sin embargo, siguió estudiando piano y comenzó a estudiar de manera formal canto, a partir de los diecisiete años, cuando ganó una beca para la Universidad de Howard.

La idea de comenzar de manera profesional en la ópera le vino hasta la maestría en la Universidad de Michigan, luego de su participación en La novia vendida de Bedřich Smetana. La soprano de 24 años tuvo su debut operístico en Berlín en 1969, interpretando a Elisabeth en Tannhäuser de Wagner. Forjó su reputación en Europa al presentarse con éxito en lugares emblemáticos como La Scala y la Royal Opera House de Londres, pero fue hasta 1983 que debutó en el Met de Nueva York, interpretando a Cassandra en Les Troyens de Berlioz.

Con la partida de Norman, los escenarios han perdido a una de las grandes figuras de la ópera del siglo XX. A lo largo de su vida encarnó de manera sublime varios roles wagnerianos. Como Alex Ross anotó en The New Yorker, “Norman tenía una autoridad innata que tenía el efecto de reconfigurar las tensiones raciales alrededor de la música de Wagner”. Una de las particularidades que hacían de ella una soprano única era su atención y profundo estudio de los textos. Los nervios llevaban a la joven debutante a aprenderse óperas completas, incluyendo las partes de otros personajes, y es quizás esa obsesión lo que la llevó a explicar a las audiencias que “hay muchas maneras de interpretar un texto si sabes lo que significa” para después comenzar a enunciar las muchas pronunciaciones que “te amo” tiene en alemán.

Una entrevista que vale la pena ver para entender la presencia y la pasión de la cantante fue la que dio en el Aspen Ideas Festival en 2007, en la cual se transporta hablando de música y palabras. A la vez que explica “Beim Schlafengehen“ la tercera pieza que conforma lasCuatro últimas canciones” de Strauss, Norman rememora cuando el primer violín de la Orquesta Gewandhaus de Leipzig interpretó para ella el último solo que el hombre tendría en su carrera y podemos verla transformarse, exclamando: “¡Mi alma es completamente libre!”

Qué escuchar

Jessye Norman fue sumamente versátil: además de cubrir los trabajos emblemáticos de grandes compositores se aventuró en ámbitos fuera de las grandes casas de ópera, tales como el jazz. Por eso, una lista jamás podrá abarcar de manera justa una producción tan prolífica. Sin embargo, es posible mencionar algunos trabajos que nos acercan a la cantante.

Entre los muchos conciertos que destacan, está la interpretación del Liebestod de Tristán e Isolda de Wagner, ese dramático final en el que el amor y la muerte se abrazan, al lado de Herbert Von Karajan y la Filarmónica de Viena en el Festival de Salzburgo:

Una de mis grandes favoritas siempre será  “Ah! Belinda, I am prest with torment”, aria de Dido y Eneas de Henry Purcell, evidentemente basada en La Eneida de Virgilio. Aquí la voz de Norman es rica y proyecta la autoridad que la caracterizaba para dar vida a personajes de la realeza.

 

Por supuesto, también es importante el aria conocida como “El lamento de Dido”, es decir, “When I am laid in Earth”, las últimas notas de la Reina de Cartago.

Menos mencionada es la prueba absoluta de talento, poder y dominio wagneriano, que es la “Balada de Senta” en el segundo acto del Holandés errante de Wagner. Si el compositor alemán consiguió llevar la furia del mar a los escenarios, Jessye Norman lo parte en dos con esta magistral interpretación:

Una de las piezas más celebradas es “Im Abendrot” de lasCuatro últimas canciones” de Strauss, una canción al ocaso, en el que la noche comienza a cubrirlo todo de manera pacífica, aludiendo a la muerte:

La pérdida para los escenarios es también la de una mentora activa para la comunidad musical: la cantante fundó una escuela de arte gratuita para niños en su ciudad natal y realizó esfuerzos para celebrar y honrar la cultura de la comunidad afroamericana a través de un festival titulado Honor!, presentado por el Carnegie Hall en 2009, en el que se hubo más de 200 presentaciones de música, cuyos géneros iban desde orquestada hasta jazz y popular. En su obituario, The New York Times recupera estas líneas del libro Stand up straight and sing!, donde Norman escribe: “Solía pensar que las historias de la ópera no eran muy diferentes de otras historias: un chico conoce una chica, se enamoran, no pueden estar juntos por alguna razón y la mayor parte del tiempo no terminan felices por siempre. Para mí, las historias de la ópera eran versiones adultas de historias que ya me eran familiares”. En la ópera, así como los amantes enfrentan la muerte en un abrazo, así como la noche comienza a cubrir de manera lenta lo que fueron el día y la vida, también cabalgan las valquirias, levantando a los héroes y genios, consagrando su legado.

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Maestra en filosofía, publicista y aficionada a la música clásica


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