Dueña del lenguaje, Virginia Woolf describe en The String Quartet de manera sublime la experiencia mística que tiene al escuchar una pieza de Mozart: “Para mí canta, abre mi pena, ablanda la compasión, inunda de amor el mundo sin sol, y tampoco, al cesar, cede en ternura, sino que hábil y sutilmente va tejiendo y destejiendo, hasta que en esta estructura esta consumación, las grietas se unen; ascienden, sollozan, se hunden para descansar, la pena y la alegría”.
((For me it sings, unseals my sorrow, thaws compassion, floods with love the sunless world, nor, ceasing, abates its tenderness but deftly, subtly, weaves in and out until in this pattern, this consummation, the cleft ones unify; soar, sob, sink to rest, sorrow and joy ))
A lo largo de su obra, diarios y cartas, es posible percibir a Woolf como una melómana consumada. En el ensayo Los músicos callejeros habla, por ejemplo, de la gran diferencia y poder que tiene el músico sobre nuestros sentidos: “Es el ministro del más salvaje de todos los dioses, que aún no ha aprendido a hablar con voz humana ni a representar en la mente la imagen de cosas humanas” a la vez que en La ópera reflexiona sobre la seriedad que se confiere a este arte, sobre los que prefieren a Gluck o a Wagner, sólo para cerrar magistralmente con esta idea:
Las mismas palabras “la ópera” evocan una imagen compleja. Vemos el inmenso teatro con sus grandes laterales curvados, sus suaves profundidades de color rosa y crema, los encajes que cuelgan en lazos de los palcos y el resplandor de los brillantes en su interior. Pensamos en el murmullo y la animación cuando la pirámide de luz reluce y todos los colores se mueven; y en el extraño silencio y penumbra cuando se descubre el escenario y las voces se mezclan con los violines. Sin duda la gran cúpula que se alza tan pomposamente entre coles y barrios bajos alberga uno de los mundos más extraños –brillante, bello y absurdo.
En una carta dirigida a su prima Emma Vaughan afirma vehementemente: “Lo único que hay en este mundo es la música… la música, los libros y uno o dos cuadros”.
((“The only thing in this world is music –music and books and one or two pictures” (L1:35) ))Por esta evidente relación, no debería sorprendernos que la Royal Opera House en Londres haya decidido montar Woolf Works, el ballet de Wayne McGregor inspirado en obras de Virginia Woolf. La puesta en escena consta de tres actos, los cuales están basados en Mrs. Dalloway, Orlando y The Waves. Rachel Thomas, productora de contenidos para la Royal Opera House, explica que el ballet de McGregor intenta hacer presente la técnica literaria del flujo de conciencia a través de la coreografía, “presentando a varios personajes de manera simultánea, explotando la capacidad del baile para que ‘hablen’ al mismo tiempo”.
((Woolf Works Dance Highlight: Pas de deux of reminiscence in ‘I Now, I Then’ http://bit.ly/2lshSGt ))La idea del flujo de conciencia y la música en relación a Woolf ya ha sido formulada en varias ocasiones. Por ejemplo Vanessa Manhire, escritora y editora, analiza cómo Woolf utiliza la música como un médium que apela directamente a lo interno y a lo externo, una experiencia social compartida y que a la vez permite al individuo imaginar, proceso que tendría una pesada influencia en el desarrollo de la técnica narrativa del flujo de conciencia. “La inmediatez de la música ofrece una trascendencia temporal y un significado emocional incluso al espacio más ordinario. Pero ya que se mueve en el tiempo, la transformación –como el sonido en sí– siempre termina tan pronto como comienza” ahonda Manhire, agregando también que “Woolf utiliza metáforas de sonido para unir el movimiento físico con el de la imaginación”.
((Vanessa Manhire. Not regularly musical: music in the work of Virginia Woolf, Dissertation, Rutgers University, 2010. ))
Woolf Works de Wayne McGregor
La música para el singular ballet fue comisionada a Max Richter, ya disponible en un álbum titulado Three Worlds: Music From Woolf Works.
((El álbum puede ser escuchado en su totalidad via Spotify (http://bit.ly/2lvrVb3) y via Apple Music (https://itun.es/mx/_SKXgb) ))De acuerdo con Richter, componer la música para el tríptico fue un proceso de dos años que tomó en cuenta los “distintos universos” que representan las novelas de Woolf, lo que hizo que cada sección necesitara una “gramática musical coherente”. Para el acto inspirado en Mrs. Dalloway titulado “I now, I then”, Richter consigue crear un tema que relaciona musicalmente a los tres personajes centrales, Clarissa, Sally y Septimus. El tema que el compositor selecciona para Orlando es sumamente interesante, ya que al tratarse de mutaciones, Richter genera variaciones a partir de La Folia, uno de los temas musicales europeos más viejos de los que se tiene registro y sobre cual Vivaldi, Scarlatti, Bach, Rachmaninoff y Beethoven trabajaron variaciones. Incluso ha llegado a encontrar vida en trabajos de compositores como Vangelis en 1492: Conquest of Paradise y en la versión de Nobuo Uematsu para el videojuego Final Fantasy IX.
Three Worlds: Music From Woolf Works de Max Richter
Es aventurado y romántico, pero quizá sea posible pensar también entonces en La Folia que usa Richter en Three Worlds: Music From Woolf Works y en las infinitas variaciones que han unido a varios compositores como un flujo de conciencia infinito, que viaja a lo largo del tiempo, cambiando constantemente, dando como resultado, y como bien lo describió Woolf, algo “brillante, bello y absurdo”.
Maestra en filosofía, publicista y aficionada a la música clásica