El plástico es un material lleno de posibilidades. Puede sostener las compras del supermercado y tomar fotografías; puede hacer abrigos de esquí, sillas de escritorio, cepillos de dientes y maletas. Realiza todas estas funciones con el mismo elemento básico: los polímeros, que son cadenas robustas de moléculas. El que un polímero se convierta en una maleta rígida o en una película transparente para envolver alimentos depende del tipo de polímero, los productos químicos que se agregan y la forma en que se elabora hasta convertirse en el producto final.
Esta diversidad hace que el plástico sea tan fascinante, versátil y exitoso. Sin embargo, ese éxito es una de las razones por las que ahora enfrentamos una enorme crisis de contaminación de plásticos. Dependemos tanto del plástico que la cantidad actual de este material en el planeta pesa más que todos los animales terrestres y marinos juntos. Se han encontrado microplásticos en la sangre y la leche materna humana, en la nieve de la Antártida y en la lluvia. De los miles de productos químicos añadidos a los plásticos, aproximadamente un tercio siguen siendo poco comprendidos. Y la amplia gama de componentes en el plástico –la diversidad que lo hace un material tan útil– es también lo que dificulta su reciclaje, contribuyendo a la crisis de contaminación de plásticos en la que nos encontramos hoy, según Costas Velis, un experto internacional en la economía circular del plástico.
El problema del plástico se ha vuelto tan grave que el año pasado más de 170 países se unieron para discutir la redacción de un tratado similar a los acuerdos climáticos de París, pero para el plástico. Muchos expertos sostienen que el tratado debe centrarse en reducir la producción de plástico. Sin embargo, aunque este es un objetivo importante, la idea de que simplemente dejaremos de necesitar plástico es “un pensamiento totalmente ficticio”, dice Velis. “Históricamente, hemos producido cada vez más plástico, porque es asequible y nos proporciona funcionalidades que no teníamos”. De hecho, la producción de plástico está en camino de casi triplicarse para 2060. Y el tratado se está enfrentando a una “campaña coordinada” por parte de la industria petroquímica para frenar el progreso, como se vio durante las últimas negociaciones en Nairobi, Kenia, a principios de este mes.
Ya que el plástico no va a desaparecer por un tiempo, científicos de todo el mundo están trabajando en cómo hacer que el plástico que utilizamos sea menos perjudicial. En Estados Unidos, muchos de esos esfuerzos se centran en un consorcio respaldado por el Departamento de Energía de Estados Unidos, conocido apropiadamente como BOTTLE,por sus siglas en inglés, que en español significan “tecnologías bio-optimizadas para evitar que los termoplásticos lleguen a vertederos y al medio ambiente”. Una de las preguntas que el equipo está tratando de responder es: si tenemos que usar plásticos, ¿cómo podemos rediseñarlos para que sean sostenibles, asequibles, seguros y reciclables?
Los científicos están explorando diversas vías. Una respuesta evidente es sustituir el plástico por otros materiales que cumplan la misma función. Después de todo, señala el científico de polímeros Brad Olsen del Massachussets Institute for Technolgy (MIT), miembro de BOTTLE, “no necesitamos plástico, necesitamos cosas como ropa, atención médica, refugio. La idea es proporcionar soluciones materiales óptimas para esas necesidades”. Por lo general, eso será un polímero, agrega, pero no siempre tiene que ser uno creado por el ser humano. Por ejemplo, muchos polímeros que se encuentran de forma natural se utilizan como materiales: algodón, cáñamo, caucho, corteza de abedul.
Sin embargo, el plástico cumple con muchas funciones importantes que materiales como el algodón y el caucho no pueden realizar. Por lo tanto, según Christopher Tassone, científico principal en el Laboratorio Nacional de Aceleradores SLAC en California, otro miembro de BOTTLE, se está investigando para crear polímeros que puedan funcionar como el plástico. Una opción es tomar biomasa, como maíz o caña de azúcar, y convertirla en moléculas pequeñas. Estas moléculas luego se pueden combinar para formar polímeros que funcionen de manera similar a los polímeros sintéticos. Uno de los polímeros sostenibles actuales, el ácido poliláctico, se produce de esta manera, al igual que el polietileno verde, que está empezando a ser adoptado por algunas empresas importantes en Estados Unidos, según Olsen.
Una de las esperanzas es que los plásticos de origen biológico puedan hacer frente a la enorme contribución del plástico al cambio climático. En la actualidad, más del 99 por ciento de los polímeros se fabrican a partir de fuentes de petróleo. Si los polímeros se fabricaran a partir de material biológico, no solo se reduciría la quema de combustibles fósiles, sino que podrían ser carbono-negativos, ya que el material eliminaría CO2 de la atmósfera mientras crece. Los polímeros de origen biológico también pueden ser biodegradables, lo que beneficia “la salud de todos los animales y plantas en el planeta” cuando los plásticos inevitablemente terminan como residuos, comenta Tassone.
Sin embargo, para que este enfoque arranque, el costo de los polímeros de origen biológico tendrá que disminuir, dice Olsen. “Cuando produces algo idéntico, pero cobras más, en realidad por lo que cobras más es por el hecho de que está hecho con carbono verde”. Los consumidores tendrán que estar dispuestos a pagar por eso, o bien los científicos tendrán que idear cómo fabricar estos polímeros de manera más económica. En este momento, están trabajando arduamente en esta segunda opción.
En general, rediseñar el plástico requerirá navegar por una serie de decisiones entre el costo, la escalabilidad, las emisiones de carbono, la toxicidad y otros factores. Desarrollar el plástico perfecto que cumpla con todos estos requisitos es un reto, pero los objetivos de los científicos siguen siendo claros, de acuerdo con Tassone: desarrollar un plástico con una huella de CO2 neta cero (o incluso negativa) que sea mínimamente perjudicial para el medio ambiente una vez que se convierte en residuo.
Otra pregunta esencial que considerar al evaluar la sostenibilidad de un material es si el plástico se puede reciclar y qué tan fácilmente puede hacerlo. El reciclaje con el que muchas personas están familiarizadas, arrojarlo en el contenedor, clasificarlo y luego convertirlo en algo nuevo, se llama reciclaje mecánico. Siempre es la opción ideal, según Tassone.
A menudo escuchamos de cosas que no pueden ser recicladas mecánicamente, como los plásticos de un solo uso. La realidad es que un asombroso 80 por ciento de los plásticos teóricamente pueden ser reciclados de esta manera, según Velis, y sin embargo, menos de 10 por ciento son reciclados. Quizás el problema más grande, entonces, no es la ciencia, sino la logística. Esto se debe a que, una vez más, la mejor cualidad del plástico, su capacidad para ser diverso, es también la peor. Imagina esto: una fábrica produce un polímero y lo envía a otras fábricas donde lo mezclan con otras cosas. Esa mezcla luego se usa para fabricar diferentes partes, que se ensamblan en productos y luego se venden a millones de personas. Después, debes recolectar todo ese material original. No se parece en nada al polímero con el que empezaste y está mezclado y combinado con otros plásticos en una variedad de productos y en un gran rango geográfico.
“Es realmente difícil”, dice Olsen. “Es mucho más fácil dispersar algo que recogerlo”. Incluso si se recoge, el reciclaje mecánico tiene dificultades con corrientes de residuos mixtas. Es por eso que el plástico tiene esos números confusos en triángulos: para clasificar idealmente diferentes tipos de plástico y facilitar el trabajo de los recicladores. Lo que lo hace aún más difícil es que las capacidades de gestión de residuos varían según el lugar donde vives. “En principio, mucho plástico es reciclable”, dice Olsen. “Pero la pregunta es: ¿puedes encontrar cerca de ti un lugar que lo acepte y realmente lo recicle?”
Resolver el problema del reciclaje requerirá simplificación, según dicen los científicos. Esto se puede hacer a nivel del producto. Por ejemplo, en una botella de plástico hay varios tipos diferentes de plástico: la tapa, la etiqueta y el pegamento que une la etiqueta a la botella. Imprimir la etiqueta directamente en la botella eliminaría la etiqueta y el pegamento. Otra opción es eliminar aditivos químicos. Sprite, por ejemplo, ha cambiado de botellas verdes a transparentes porque el colorante complica el reciclaje.
Para los materiales que simplemente no pueden ser reciclados mecánicamente, como los plásticos de un solo uso o los plásticos que ya han sido reciclados varias veces, hay otra opción: el reciclaje químico. Este proceso descompone los polímeros sintéticos existentes en sus moléculas para que puedan ser utilizadas en algo nuevo. El reciclaje químico a menudo recibe críticas porque requiere mucha energía, lo que genera muchas emisiones de carbono, y también puede producir residuos tóxicos, según un informe reciente publicado por Beyond Plastics. Aunque los científicos están trabajando para hacer el proceso más eficiente en términos de energía, el reciclaje químico nunca será una opción ideal, según Olsen.
De hecho, no hay una solución única cuando se trata del problema del plástico. Hay tantos tipos de plástico y con tantas funciones, cada uno con sus pros y contras financieros, ambientales o de salud, que no habrá una solución única para todos, según Velis. Él ha examinado varios escenarios posibles y encontró que el mejor resultado era aquel que incorporaba todas las soluciones. Entonces, sabiendo que no hay una respuesta directa a mi pregunta, de todos modos, les pregunté a algunos científicos del plástico: en su mundo ideal, ¿cómo sería un plástico ideal?
En primer lugar, habría menos tipos de plástico. “Un Plástico para dominarlos a todos”, como lo describe Gregg Beckham, del Laboratorio Nacional de Energía Renovable, miembro de BOTTLE. Sería un plástico ideal que debería ser capaz de cumplir la función de muchos plásticos existentes diferentes. Debería estar hecho a partir de fuentes no derivadas del petróleo. Debería generar bajas emisiones de carbono. Y debería poder fabricarse dentro de las instalaciones de producción de plástico existentes.
En el ciclo de vida de ese plástico casi perfecto, el plástico debería ser reutilizable, según Olsen. Dado que incluso los polímeros de origen biológico requieren la tierra y el agua asociados con la agricultura industrial, queremos limitar el uso de nuevo plástico. Luego, una vez que no pudiéramos obtener más uso del producto, debería poder reciclarse mecánicamente, y no solo una vez, sino tantas veces como sea posible antes de degradarse. Y cuando ya no se pudiera reciclar más, debería haber otra opción, ya sea reciclarlo químicamente o utilizar los residuos para generar energía. Como último final, el plástico sería compostable. De esta manera, el plástico permanecería dentro de un ciclo cerrado durante el mayor tiempo posible, ayudando a reducir la cantidad de nuevo plástico que se necesita fabricar.
Los científicos estuvieron de acuerdo en que el problema más grande no son las tecnologías de reciclaje, sino la recolección del plástico a reciclar. De hecho, en su análisis Velis descubrió que la acción más efectiva para reducir la contaminación por plásticos era aumentar la recolección. Gran parte del desafío para aumentar las tasas de reciclaje es cómo hacer que el reciclaje sea más económicamente rentable, lo que incentivaría sistemas mejorados de recolección. Pero el otro desafío es el comportamiento humano.
Así que, mientras la ciencia sigue trabajando tras bambalinas para mejorar los plásticos y la economía que los rodea, todos debemos seguir desempeñando un papel importante. Sigue reciclando tus artículos de plástico, dice Olsen, y asegúrate de clasificarlos correctamente. Siempre que sea posible, reutiliza tus plásticos o utiliza un material diferente en su lugar. Después de todo, se necesitarán todas las soluciones trabajando en conjunto para tener alguna esperanza de resolver la crisis de contaminación por plásticos. ~
Este artículo es publicado gracias a la colaboración de Letras Libres con Future Tense, un proyecto de Slate, New America, y Arizona State University.
es periodista científica independiente. Su trabajo ha sido publicado en Slate, The Atlantic, Popular Science e Inverse, entre otros.