Si fueras el embajador de Donald Trump en México, se entendería que mantuvieras un bajo perfil. Sin embargo, a principios de septiembre de 2019, Christopher Landau, recién nombrado embajador de Estados Unidos, publicó un reto para los usuarios mexicanos de Twitter. Denunció que su contraparte en Grecia tenía casi 150,000 seguidores en un país con una población de 10 millones, mientras que la cuenta @USAmbMex solo tenía 40,000 seguidores en un país de 130 millones de habitantes. “¡Esto es un atropello! … ¡México tiene que ser #1!” tuiteó.
Al día siguiente, los seguidores de Landau pasaron a ser más de 76,000. Actualmente tiene alrededor de 251,000, y su cuenta ofrece una lección inesperada sobre la diplomacia digital estadounidense.
Podríamos asumir que los seguidores de Landau buscan aprender acerca de la política estadounidense y la relación bilateral, pero es probable que se queden por los memes, las imágenes de comida, los GIFs y su carisma. O quizá sea al revés. De cualquier manera, Landau, el representante de un presidente famoso por sus ataques contra México, ha aprovechado las redes sociales para presentar un acercamiento diplomático completamente diferente. Ha creado una personalidad pública servicial y llena de admiración, que invita a la gente a hacer preguntas sobre visas o incluso sobre la política estadounidense. Con frecuencia responde personalmente. Los seguidores incrédulos argumentan que no hay forma de que el embajador maneje su propia cuenta, pero él insiste en que sí.
Cuando lo entrevisté por Zoom (sí, lo contacté a través de Twitter), Landau dijo que no era un gran usuario de las redes sociales antes de su llegada a México, en agosto de 2019. Desde luego, Twitter no jugó un papel importante en su carrera profesional como jurista, la cual incluye haber litigado nueve casos ante la Corte Suprema de los Estados Unidos en Washington, DC y trabajado para los jueces Clarence Thomas y Antonin Scalia. Pero una vez en México y con la cuenta de Twitter @USAmbMex bajo su control, Landau comenzó a publicar fotos de sus recorridos por la Ciudad de México: un paseo en familia por las trajineras de Xochimilco, un destapador con temática de lucha libre que compró en un museo, su hijo preparando un jugo en un puesto del centro.
Los likes en estas publicaciones ascendieron a miles, y de acuerdo al embajador Landau fue “un momento muy revelador, porque me di cuenta de a cuántas personas puedes llegar de esa manera”, explicó. “Creo que a la gente le gustó sentir que el embajador estadounidense estaba levantando un poco el telón.”
Casi un año después, Landau dice que todos los días pasa aproximadamente entre una hora y hora y media en Twitter, durante sus trayectos en automóvil o por la noche, después de consultar su correo electrónico. Sus tuits a menudo aparecen en los titulares de los periódicos de la Ciudad de México, incluso por actividades tan simples como comprar tortillas en un supermercado en Estados Unidos, comer chapulines para celebrar sus 200,000 seguidores o preguntar cuál es la diferencia entre cabello y pelo.
Landau también usa Twitter para responder a las publicaciones o cobertura de noticias con las que no está de acuerdo, utilizando a menudo GIFs con la frase “fake news” y la imagen del presidente Donald Trump. (Cuando llegó a su puesto le aconsejaron que no se metiera en “pequeñas batallas de Twitter”, me confesó, pero decidió que “en realidad es útil cortar una historia desde la raíz”).
Landau se conecta directamente con mexicanos y estadounidenses en México respondiendo a las preguntas de sus seguidores. En marzo, la embajada creó una cuenta de Twitter para su sección consular, que le ayuda al embajador a responder la inmesa cantidad de consultas relacionadas con migración y visas.
Landau deja en claro que no promete ser un “centro telefónico de servicio completo las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana”, pero hace lo mejor que puede y cree que el tiempo que invierte produce grandes beneficios. Twitter le permite estar al tanto de los problemas que aquejan a las personas, y esos comentarios, según él, inciden en las prioridades de la embajada.
“No estoy diciendo que Twitter represente a todas las voces de México. Sé que no es así –comentó– pero ciertamente me brinda una visión transversal mucho más amplia, a la que no tendría acceso de otra manera”.
Claro que ha habido otros embajadores en el mundo que han utilizado las redes sociales de forma creativa. Probablemente el más famoso es Michael McFaul, exembajador de Estados Unidos en Rusia. Para McFaul, quien utilizó una cuenta personal en lugar de la institucional, Twitter fue una forma de eludir la hostilidad de los medios oficiales rusos y conectarse directamente con la gente, así como adquirir una valiosa ventana a la sociedad rusa, una “explosión de personalidades e información que yo simplemente no conocía”, me compartió cuando hablamos a través de Zoom.
Antes de partir hacia Moscú, en 2012, McFaul, quien ahora dirige el Instituto Freeman Spogli de Estudios Internacionales de Stanford, se reunió con Alec Ross, asesor principal de innovación de la entonces secretaria de Estado Hillary Clinton. En ese momento, “no había mucha gente en Twitter”, recordó, y ciertamente no había muchos embajadores. Ross le inculcó dos grandes lecciones: necesitas interactuar y necesitas convertirte en una figura pública.
“Tu personalidad en Twitter y lo que comunicas no tiene que ser solamente el embajador McFaul. Debe ser Mike McFaul, debe ser papá McFaul, debe ser el profesor McFaul de Stanford y debe ser McFaul de Montana”, me dijo. “Esto sonará muy convencional ahora, pero en 2012 todas estas fueron ideas revolucionarias”.
La presencia de McFaul en Twitter fue mixta. Por un lado, no se abstuvo de usar la plataforma para dar “mensajes duros” y críticas al gobierno ruso. Por el otro, siempre trató de hacer una clara distinción ante sus seguidores: criticar al gobierno es diferente a criticar al país, un país por el que tenía un gran amor y respeto.
Uno de los retos inherentes a la diplomacia en Twitter, como escribe McFaul en su libro From Cold War to hot peace, es que “el alcance y la presencia… no se traducen claramente en tener impacto”.
Es difícil cuantificar las repercusiones de un tuit con relación al objetivo principal de cualquier embajador, que es promover los intereses de su país.
Lo anterior es un objetivo intrínsecamente abstracto. Landau lo expresa de manera más concreta: “¿Cuál es el trabajo de un embajador? Al fin y al cabo, creo que realmente se trata de comunicar”, dijo. Esto hace que Twitter, en la opinión del embajador, sea “una de las partes más importantes” del trabajo.
Aunque la comunicación sea una prioridad dentro de todas las misiones de Estados Unidos en el extranjero (las embajadas se dividen en cinco secciones: consular, administrativa, política, económica y diplomacia pública, que incluye relaciones con los medios, redes sociales y planificación de eventos), la comunicación altamente personalizada no es una práctica común.
No obstante, la comunicación personalizada es efectiva por una simple razón: querer avanzar en medio de las trincheras de la burocracia sin rostro de un país extranjero –especialmente en cuestiones trascendentales para las personas, como obtener una visa de trabajo, estudiar o visitar a familiares– es como gritar bajo el agua. La cuenta de Twitter de Landau da la impresión de que alguien puede escucharte.
El contraste entre la voz fría e institucional del remoto gobierno de los Estados Unidos y la de su afable embajador llega a ser visible en la brecha que existe entre la cuenta de la embajada y la del propio Landau. En enero, la primera compartió una foto de Donald Trump con una mirada feroz en frente del muro fronterizo, con el texto: “No más. No más falso asilo. ‘No más ‘detener y soltar.’ No más entradas ilegales en Estados Unidos #NoTeArriesgues.”
Varios usuarios comentaron el tuit y etiquetaron la cuenta de Landau, sin poder conciliar el mensaje de la embajada con los mensajes del embajador que aparentemente se había hecho amigo de ellos. “¿Qué dirías sobre esto?” le preguntaron. “¿Qué tipo de ‘diplomacia’ es esta?” (Desde entonces, la campaña ha adoptado mensajes “más amigables”, incluso con mariachis: “¡México es música! … Migrar sin documentos pone en riesgo tu vida”).
Otra forma de pensar en la personalidad jovial del embajador de Estados Unidos en las redes sociales es como una distracción –intencional o no– de la retórica y las políticas, a menudo desagradables, que emanan de la Casa Blanca hacia México. Carlos Bravo Regidor, director del Programa de Periodismo del CIDE y columnista de Gatopardo, Reforma y Expansión, cree que las acciones del embajador en Twitter están “de alguna manera erosionando la seriedad del cargo”. Para Bravo Regidor, la identidad de Landau en las redes sociales de “gringo interesado en lo mexicano” no se alinea con ningún objetivo político específico que los exembajadores estadunidenses hayan impulsado en México, ni de manera tradicional, ni a través de las redes sociales, tal como el enfoque que tomó su predecesora Roberta Jacobson al condenar la violencia contra los periodistas. “Si no tienes una agenda sustancial para hacerla pública… tal vez las plataformas como las redes sociales no sean tu hábitat natural”, dijo el periodista.
Landau ha aceptado el hecho de que tuitear libremente, y a veces “traspasar los límites”, es “un poco como si estuvieras jugando con fuego”. Parte de la libertad que tiene con su cuenta de Twitter proviene del hecho de que no es un diplomático de carrera en el servicio exterior, sino más bien un funcionario designado para el cargo que eventualmente regresará a ser abogado en Washington.
Aun así, los tuits de Landau a veces han soltado chispas en direcciones que él no pretendía. En sus primeros días en México, publicó una selfie desde el jardín de la Casa Azul. En la publicación comentó que, si bien admiraba el “espíritu libre y bohemio” de Frida Kahlo, no entendía su “evidente pasión por el marxismo / leninismo / estalinismo”, expresada a través de las fotos que tenía de Stalin, Marx, Lenin, Mao Zedong y Friedrich Engels. “¿Acaso no supo de los horrores cometidos en nombre de esa ideología?”, escribió.
La respuesta a su crítica del ícono mexicano fue mixta, e incluyó un tuit que decía: “Uy, cuando se entere del intervencionismo gringo en América Latina se nos va a infartar.”
En retrospectiva, Landau recuerda el incidente como “una lección importante de que si quieres escribir un tuit que es un poco controversial… debes tener una alerta en tu cabeza para advertirte que probablemente quieras esperar antes de presionar el pequeño botón azul para enviarlo”.
Hasta ahora, el mecanismo para tener esa “alerta” es personal, no institucional. Las redes sociales son uno de los pocos canales sin filtros en que los embajadores pueden comunicarse, dijo Landau. Si quisiera escribir un artículo de opinión para un periódico mexicano, por ejemplo, tendría que enviarlo a Washington, D.C. para su aprobación.
“Demuestra que de alguna manera los mecanismos que tiene el Departamento de Estado para controlar los mensajes están algo desactualizados, porque hay que obtener aprobación para un artículo de opinión, pero no para un tuit. Es posible que estemos viviendo un breve momento de libertad en Twitter. … Espero que continúe, porque para mí, ha sido una de las partes más gratificantes de mi trabajo. Pero, hay que saber que lo haces bajo tu propio riesgo.”
En lo personal, yo no apreciaba por completo el poder de la actividad de Landau en Twitter hasta que recientemente le hice una pregunta relacionada con la visa. Mientras esperaba una respuesta, mi teléfono se iluminó con notificaciones de otros usuarios. Dos personas me ofrecieron una respuesta, mientras que a otras les gustó mi tuit, imagino que demostrando una especie de solidaridad en este espacio de reunión en línea. Sin embargo, la cuenta ni siquiera es realmente de Landau, a pesar de lo mucho que le ha dedicado. Es una cuenta institucional del Departamento de Estado de Estaos Unidos, y Landau tendrá que entregar la contraseña al próximo embajador.
Por ahora, a Landau no le gusta pensar mucho en eso. Tiene un objetivo más inmediato: vencer al embajador de Estados Unidos en Kenia, que tiene más de 324,000 seguidores (y cuya propia historia en Twitter ha sido controversial). Landau cree que puede hacerlo, me dijo, “pero ya sabes, debo tener buen material para llegar ahí.”
Este artículo es publicado gracias a la colaboración de Letras Libres con Future Tense, un proyecto de Slate, New America y Arizona State University.
es la editora operativa de Future Tense.