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Imagen de Mark Rademaker en Pixabay

En WhatsApp, no puedes escapar del trabajo —ni de la vida

WhatsApp es una herramienta útil. Sin embargo, su uso extendido, sumado a un sistema laboral que pide la disponibilidad permanente, fomenta que los límites entre el tiempo personal y el tiempo de trabajo se borren.
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Es sábado a las 3 de la tarde, y tomas tu celular para ver si tu tía respondió tu mensaje preguntándole cómo puedes salvar a tu planta moribunda. El circulito rojo arriba del logo de WhatsApp es una señal prometedora: ¡un nuevo mensaje! Abres la aplicación solo para descubrir, hasta arriba de tus chats activos, el nombre de tu jefe y su foto junto a un estatus realmente horrible: “escribiendo”. El conflicto interno empieza: ¿Se espera que respondas? ¿Puede esperar hasta el lunes? Afortunadamente, ya habías desactivado las dos palomitas azules y ocultado tu última conexión, pero igual, el status “en línea” (que no se puede desactivar) es traicionero. Minutos después, te encuentras trabajando en ese proyecto al que se estaba refiriendo tu jefe en los mensajes, mientras ignoras los emojis de corazoncitos que te manda tu tía.

Para millones de trabajadores alrededor del mundo, esta escena sonará muy conocida.  

Con sus 2 mil millones de usuarios, WhatsApp es la tercera plataforma de red social más usada del mundo (detrás de Facebook y YouTube). Incluso después de su adquisición, en 2014, por parte de la entonces llamada Facebook, WhatsApp se atiene a su promesa original: “No ads! No games! No gimmicks!”  (“¡Sin anuncios! ¡Sin juegos! ¡Sin trucos!”); al mismo tiempo, ha experimentado una notable evolución. En 2013, introdujo mensajes de voz y en 2016 videollamadas, mientras que ampliaba la función de compartir documentos. Esto la convirtió en una sofisticada plataforma de comunicación y, para muchos, en una parte vital del trabajo.  

Aunque en Estados Unidos cuenta con una mayor cantidad de usuarios, WhatsApp no es realmente un elemento básico en el lugar de trabajo. Pero en países como México, donde una de nosotras vive y la otra creció, el uso (y abuso) de WhatsApp como herramienta de trabajo es notable y omnipresente en todas las profesiones y rangos.

Las apps usadas comúnmente para trabajar en Estados Unidos son solamente eso, herramientas de trabajo. Sí, técnicamente podrías abrir un chat familiar en Slack, pero sería muy raro. Sin embargo, en WhatsApp no hay barreras entre el trabajo y la vida. En México y otros países donde se depende tanto de WhatsApp, usas la aplicación para comunicarte con tu familia y amigos, pero también con tu doctora, el veterinario de tu perro y tu plomero de confianza. La administración de tu edificio anuncia que van a cortar el aguar esta tarde en el grupo de WhatsApp de los vecinos. Tienes que tener mucho cuidado de no enviar el mensaje destinado al chat con tus compañeros de trabajo en el grupo en el que sí está el jefe. Y no pueden faltar los compañeros de trabajo que te mandan un mensaje por WhatsApp para avisar que te acaban de mandar un correo electrónico.

WhatsApp, que fue lanzado en 2009 y comenzó a despegar realmente un par de años después, apareció en una época en la que enviar mensajes de texto tenía un costo en México. Como ofrecía una alternativa gratuita para ahorrar en los caros planes de telefonía celular, WhatsApp ganó popularidad inmediata. El usuario promedio en México pasa 20 horas al mes en WhatsApp, de acuerdo con Hootsuite, frente a las 7.6 horas de los usuarios estadounidenses (y las impresionantes 31.4 horas en Indonesia). Se calcula que la aplicación tiene 89 millones de usuarios en México, un país con una población de 126 millones, de las cuales aproximadamente una cuarta parte tiene 14 años o menos. En otras palabras, la probabilidad de que la persona a la que intentas contactar utilice WhatsApp es muy alta: solo necesita un número de celular y una conexión de WiFi o plan de datos.

Debido a que WhatsApp funciona con un número de teléfono, muchos deben utilizar su número personal, eliminando la frontera entre el trabajo y la vida. Comunicarse con colegas y supervisores también significa estar disponible, involuntariamente, fuera del horario laboral, los fines de semana, y durante las vacaciones. Si estás mensajeando con tu pareja un miércoles por la noche, también puedes responderle a tu colega.

También supone perder gran parte de tu privacidad y el control sobre quién puede contactarte y cuándo. Un colega compartió tu número de celular con un cliente, y de pronto tu WhatsApp se inunda de mensajes no deseados durante los fines de semana o en vacaciones. Al fin y al cabo, en WhatsApp no existe eso de “salir de la oficina”; lo único que podría acercarse es cambiar tu estado, pero hacerlo es inútil ya que todo el mundo lo ignora. (El estado de Isabel ha sido “Disponible” desde el 31 de octubre de 2010). ¿Podrías ignorar estos mensajes? Probablemente, pero no puedes escapar de tu lista de pendientes. WhatsApp no tiene horarios, y tú tampoco puedes tener.

A menos que seas un representante de ventas o agente de servicio al cliente que usa WhatsApp for Business (que permite a los usuarios enviar respuestas automáticas y establecer horarios), trabajar en WhatsApp destruye la productividad. Sí, la comunicación es rápida (asumiendo que la otra persona te responda), pero también es caótica. Es genial enviar un mensaje rápido a tu colega con una pregunta puntual, pero es difícil concentrarse en una tarea mientras estás recibiendo notificaciones constantes e idénticas, que podrían ser la versión final del presupuesto anual de la compañía o las fotos del bebe recién nacido de tu amigo. Los chats se pueden silenciar, pero es imposible silenciar a todos tus contactos personales durante las horas laborales, y silenciar a los contactos de trabajo durante las noches o los fines de semana.

Ciertamente, las plataformas de mensajería instantánea para equipos de trabajo como Teams o Slack, más comunes en Estados Unidos, replican algunas de las características negativas de WhatsApp, como la cultura de estar “siempre disponible”. Pero a la vez representan sistemas más cerrados. En Slack, probablemente no te estás comunicando con personas con las que no trabajas directamente, o incluso solo te comunicas con personas dentro de tu organización. A los estadounidenses parece no molestarles usar el correo electrónico: es como si quisieran defender su derecho de actualizar la foto de perfil que quieren que vean sus seres queridos, sin preocuparse por que pueda parecer poco profesional con tu jefe o colegas. (¡Otro gran dilema de WhatsApp! ¿Es aceptable tener una foto de perfil con tu pareja o de ti en la playa? ¿Es raro que el consultor con el que trabajas vea esa foto?)

Como un reconocimiento de la naturaleza abrumadora de los grupos de WhatsApp, la compañía anunció recientemente una nueva función: Communities. WhatsApp Communities será diferente de los grupos que ya conocemos, dice la compañía, porque permitirá grupos de discusión más pequeños dentro de las comunidades, a la vez que ofrece más control: los anuncios solo podrán ser compartidos por administradores en el “grupo principal de anuncios” y los miembros de la comunidad podrán chatear en grupos más pequeños creados por el administrador, quien también podrá eliminar los mensajes. Recientemente, WhatsApp también duplicó el tamaño de los participantes permitidos en un grupo a 512, y ha anunciado nuevas funciones comerciales dirigidas a las empresas, que podrían utilizar una interfaz de programación basada en la nube para conectar fácilmente con clientes. 

Sin embargo, siendo realistas, hay pocas razones para creer que nuevas funciones como Communities cambiarán algo de los problemas alrededor de WhatsApp y el trabajo, porque los verdaderos problemas no son de la aplicación en sí, y pasan por la cultura laboral en países como México.

Debemos reconocer que, aunque WhatsApp se utiliza en todos los sectores y estratos sociales, muchos de los problemas de los que hablamos aquí se refieren a trabajadores de la economía formal y con cierto nivel de privilegio, que probablemente trabajan en un escritorio. La explotación de trabajadores en el mercado laboral informal, así como de trabajadores en el sector de servicios, va mucho más allá de las cuestiones relacionadas con el balance de trabajo y vida personal.

Si nos fijamos en el empleado promedio, México es, solo después de Colombia, el segundo país de entre los integrantes de Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico con el mayor número de horas de trabajo por año: 2,124. En comparación, las horas trabajadas en Estados Unidos promedian 1,767 por año. Alemania, que se encuentra al final de la lista, tiene un glorioso total de 1,332 horas. (Y estas cifras no reflejan necesariamente el tiempo fuera del horario regular que los empleados dedican a responder a los mensajes de trabajo.)

Así que, sí, lo que realmente necesitamos son sistemas laborales que respeten a los trabajadores y sus límites. Pero para llegar ahí también necesitamos una app que haga lo mismo.

El cambio verdadero depende de modificar las leyes laborales y las políticas en las empresas y organizaciones. Pero esto no significa que el comportamiento individual no sea importante. Y es aquí donde entra la parte difícil: por mucho que nos quejamos de la cultura de “siempre trabajando” en WhatsApp, nosotros contribuimos a ella. Porque, sí, ¡es práctico! Es más fácil enviar un WhatsApp a tu compañera a las 7 de la tarde pidiéndole una actualización sobre el artículo que están escribiendo juntas, que esperar a acordarte de enviarle un correo electrónico a la mañana siguiente (¡sin tan solo WhatsApp incluyera la función de programar mensajes!). Es gratificante recibir una respuesta rápida de tu jefa porque ves que está “en línea”, aunque sea un día festivo.

El estado predeterminado en WhatsApp es “¡Hola! Estoy usando WhatsApp”. Nos tomará mucho esfuerzo a todos cambiar ese estado a “¡Hola! No siempre estoy usando WhatsApp”, y dejar que los demás hagan lo mismo.



Este artículo es publicado gracias a una colaboración de Letras Libres con Future Tense, un proyecto de SlateNew America, y Arizona State University.

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es asociada de Future Tense. Es Licenciada en Relaciones Internacionales por la Universidad Iberoamericana y tiene una maestría por la School of Advanced International Studies at Johns Hopkins University.

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es la editora operativa de Future Tense.


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