El Universo en una cáscara de nuez, de Stephen Hawking

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Stephen Hawking, El Universo en una cáscara de nuez, Crítica / Planeta, Barcelona, 2002, 216 pp.

CIENCIA COSMOLÓGICAEl Universo según Hawking

En 1960, Stephen Hawking apenas era conocido por su actuación como timonel del segundo equipo de remo de Oxford. Al igual que Albert Einstein sesenta años antes, era un diletante de la física y no había sido muy bueno en matemáticas. De pronto, un día le descubren una progresiva y terrible enfermedad neurodegenerativa, el mal de Lou Gehrig, el genial beisbolista que sufrió de esclerosis múltiple hasta su muerte. Cuenta Hawking, quien a los siete años de edad había inventado un idioma, el hawkingese, que al presentarse los primeros síntomas y finalmente confirmarse el diagnóstico de esclerosis lateral amiotrópica, tuvo varios sueños perturbadores que lo llevaron a revisar el resto de su vida. En poco tiempo, su situación física no le permitiría más que pensar, y también esta actividad podría llegar a un fin prematuro. Como los beatniks, hippies, astrólogos y drop-outs de la época, decidió aventurarse y tratar de responder algunas de las cuestiones más oscuras, complejas y, al mismo tiempo, esenciales para los seres humanos. ¿Por qué estamos aquí? ¿Qué es el Universo? ¿Ha sido eterno y lo seguirá siendo? ¿Tuvo un principio, habrá un fin? ¿Cuál es la naturaleza del tiempo y el espacio? A diferencia de aquéllos, Hawking persistió en el camino arduo del escepticismo positivista y se limitó a atender los hechos y fenómenos que se manifiestan en la naturaleza.
     Hawking se mudó a Cambridge, se casó, tuvo tres hijos y comenzó a pensar fuerte en los problemas de la joven ciencia cosmológica, basada en dos teorías fundamentales: la relatividad general de Einstein y la mecánica cuántica. Se esforzó por rodearse de colaboradores geniales en matemáticas y aprender de ellos y con ellos. La enfermedad progresó. Pero también aumentaron las discusiones con sus notables colegas Martin Rees y Roger Penrose, así como los debates con los físicos experimentales del CERN (la Organización Europea para la Investigación Nuclear) y el Fermilab. Todo ello le dio un cúmulo de datos y conocimientos que resumió en una serie de conferencias ofrecidas en Harvard, en 1982. Poco tiempo después apareció una versión aligerada de estas conferencias en el libro Una breve historia del tiempo.
     Esta obra se convirtió en un éxito inusitado de librerías. En la mejor tradición impuesta por Galileo y continuada en el siglo XX por George Gamow, Richard Feynman y Albert Einstein, es decir, escribir sobre los hallazgos complicados de la ciencia de tal manera que todos los entiendan, Hawking se impuso la tarea de compartir con el público el pensamiento atrevido de su época en cosmología, física de altas energías y astrofísica. Casi dos decenios después, Hawking vuelve a sorprendernos gratamente con una puesta al día de las ideas novedosas de estos últimos años, llenos de adelantos tecnológicos y descubrimientos espectaculares tanto en los confines del Universo como en lo más profundo de la materia que nos constituye.
     Siempre citando o parafraseando a Shakespeare, Hawking se atreve en este nuevo libro a ir aún más allá, especulando sobre la existencia de otras dimensiones imperceptibles hasta ahora, el viaje en el tiempo y la aparición de un nuevo nivel de la realidad, subyacente, paralelo, de calidad membranosa y en el que puede haber un tiempo imaginario, ortogonal, así como existen los números imaginarios, los naturales y los primos. Hamlet dice: "Podría estar encerrado en una cáscara de nuez y sentirme rey de un espacio infinito…" Hawking se pregunta: ¿Pudo haber estado alguna vez el Universo encerrado dentro de una cáscara de nuez? Podemos sentir la vastedad del espacio en el que se localiza la Tierra con sólo echar un vistazo al cielo y, sin embargo, no es ni el presente ni el futuro lo que vemos, sino el pasado. Hawking, como muchos otros científicos, cree que todo dio inicio en el gran estallido de un punto donde estaban concentradas la materia y la energía. No era un punto esférico, pues si hubiera sido así, al levantar la vista hacia cualquier parte encontraríamos la luz de una estrella. El cielo sería blanco. En cambio lo que vemos es un telón negro salpicado de manchas brillantes. El Universo debe de ser, entonces, la proyección acelerada de algo más bien achatado y arrugado, como la nuez de Hamlet.
     Hawking, junto con el brillante matemático Roger Penrose, adquirió prestigio al demostrar que la relatividad general de Einstein predice el inicio del Universo con una gran explosión y, por tanto, que el tiempo tuvo un comienzo, cosa que no le agradó nunca al propio Einstein. De ahí la aparición de su pesadilla, la constante cosmológica, diseñada para evitar los resultados "distorsionados" que obtenía en sus cálculos, en los que ninguna solución conducía a un Universo estático. De ahí también una frase famosa: "Dios no juega a los dados." Sin embargo, el modelo matemático de la relatividad general implica que el tiempo tendría un final si el Universo se expande y se acelera, como parece estar sucediendo ahora, en el que las estrellas pesadas y las galaxias se colapsarán bajo la acción de su propia gravedad y formarán un agujero negro, dentro de unos quince mil millones de años. Según Hawking, estos resultados ayudaron a derribar la antinomia de la razón pura de Kant, pues quedaba eliminada su hipótesis implícita de que el tiempo tiene sentido, independientemente del Universo. Ahora sabemos que el espacio y el tiempo están imbricados y dependen del Universo en el que suceden. Por otro lado, la consolidación de la mecánica cuántica, con su fuerte carga aleatoria y de impredecibilidad, exasperó a Einstein, quien se negaba a creer que el Creador sería un jugador compulsivo, el cual pudo tirar unas pocas veces los dados después de la gran explosión y luego fue multiplicando exponencialmente los lances, hasta alcanzar la complejidad del Universo actual, aparentemente estable y armonioso.
     A diferencia de la Breve historia del tiempo, este libro está muy ilustrado y hace uso de los recursos actuales del diseño y la ilustración digital, así como de fotografías recientes enviadas por el telescopio espacial Hubble y otras sondas. Esto facilita la comprensión del tema. Aun así, el lector deberá estar dispuesto a hacer un esfuerzo, pues, como sucede con casi toda la ciencia moderna y contemporánea, las ideas sobre las que se especula suelen golpear nuestro sentido común. Y si no estamos atentos, podemos llegar a conclusiones completamente disparatadas. ~

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escritor y divulgador científico. Su libro más reciente es Nuevas ventanas al cosmos (loqueleo, 2020).


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